El cineasta mexicano Luis Téllez cuenta que un evento desafortunado en la infancia de su padre repercutió en su propia niñez. Al crecer, difícilmente podía salir a jugar a la calle. Esa restricción —recuerda este creador que colaboró con Guillermo del Toro en la película Pinocho— de alguna manera detonó su creatividad. Entonces la canalizó a través de la plastilina. Mientras veía jugar a sus vecinos por la ventana, él y su hermano creaban mundos imaginarios en el comedor de su casa. La mesa se llenaba hasta de 100 personajes, entre ellos, superhéroes, animales y monstruos, recuerda en entrevista.
Esta circunstancia también lo convirtió en lector. Empezó con cómics y siguió con autores como Julio Verne o lecturas sobre ciencia que provenían de la biblioteca de su papá —físico de profesión— entre las que figuraban personajes como Arquímedes o Newton.
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El creador, especializado en animación stop motion desde 1993 y galardonado con el premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas por su cortometraje Viva el Rey, impartirá el taller “De lo exquisito a lo bizarro”, del 5 al 9 de mayo, en el estudio multidisciplinario Playground, ubicado en Cuernavaca, Morelos.
A propósito del evento en el que compartirá su experiencia, Téllez habla de las propiedades de la plastilina y de cómo este material con el que muchos crecimos, de la mano de animaciones como Pingu, Mr. Go o Wallace y Gromit, puede ser un gran aliado para romper con las barreras presupuestales. Además, comparte sobre su proceso creativo para diseñar personajes, los temas que le gusta abordar en sus historias y sus fuentes de inspiración.
—Cuéntame sobre las posibilidades de la plastilina y cómo este material puede detonar la imaginación, en este caso, de infancias y juventudes.
Este puede ser el primer acercamiento con el stop motion. Creo que un taller de este tipo permite hacer una inmersión global para que después descubran el abanico completo y vayan enfocándose. Por otro lado, creo que la animación tiene un poco de lo que el poeta Samuel Coleridge decía, que uno de los requisitos para disfrutar el arte era tener ‘suspensión voluntaria de la incredulidad’ porque así asumes cualquier convención que el artista te proponga. En este caso, los personajes pueden tener una cabeza gigante, un brazo más chiquito que otro y uno lo asume; al final si tenemos esa suspensión, un personaje de plastilina nos puede hacer llorar.
—¿Cómo te inspiras en tu proceso para crear personajes?
La inspiración viene de cualquier lado: puede venir de una mancha en la pared o de alguna experiencia personal. Por ejemplo, para Viva el Rey mi primera inspiración fue que yo no veía bien, era miope, y de pronto vi una fotografía que me pareció la reina de una pieza de ajedrez. A partir de estarla dibujando como me la había imaginado, al final era una chica sentada en una mesa, así construí todo este mundo. Entonces, creo que puede venir de muchos lados, puede venir de algo tan abstracto como eso o incluso de referencias como haber visto alguna película.
—¿Cómo estudias las emociones para luego reproducirlas en tus personajes?
Hay un autor que dice que para animar, más allá de las reglas de la animación y de las leyes de la dinámica, lo que se necesita es observar. Entonces es ir capturando a las diferentes personas que te encuentras y casi verlas cuadro por cuadro.
De entrada se hace una biografía de cada personaje: qué color le gusta, cuál es su postre favorito, cuál es su anhelo. Entonces, a partir de eso se comienza a hacer una disección de toda su psique para después poderla transmitir a movimientos.
A partir de eso, lo que muchos animadores hacen es actuar. Es muy común que en los estudios de animación haya espejos para poder actuar y ver los movimientos. Hay un actor que se llama Ed Hooks que dice que la diferencia entre un autor de teatro o un autor de cine, es que ellos no se tienen que preocupar en qué fracción de segundo parpadeamos; el animador sí. Cosas tan minuciosas como esas es lo que nos permite meternos como microcirujanos para después proyectar eso al espectador.
—¿Cómo es tu archivo de inspiración?
Uno siempre tiene sus grandes artistas, sus tótems, pero a veces los tótems sirven para alejarse de ellos. Por ejemplo, Zdenek Miler, el gran realizador checo, fue el que me inspiró para empezar a hacer animación, pero trato de alejarme de él. También hay otros autores que me inspiran, no solamente de animación, sino de otras artes.
Me gusta mucho el cine, el teatro de marionetas. Está, por ejemplo, Philippe Genty, que hace un teatro de marionetas muy poético, lleno de símbolos; me gusta mucho Jorge Vargas, este dramaturgo que tiene Teatro línea de sombra y que aborda mucho Beckett. Por otro lado, estudié Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, entonces (también) están por ahí mis preocupaciones sociales; uno de mis autores favoritos no de Ciencia Política, pero que sí tiene que ver mucho con lo social es José Saramago.
—Además de los temas que te interesan, háblame sobre la experiencia de los talleres y los temas que alcanzas a percibir que están tocando a las personas jóvenes
Me inspira mucho el talento de los chicos. En todos lados veo historias. Trato siempre de mantenerme alejado, de no influir tanto en sus historias. Yo les enseño mucho de técnica, que al final es lo que puedo hacer, pero cada quien agarra su camino. Pero sí veo una constante de soledad y de personas rotas. No sé si sea por el tipo de talleres que doy o lo que platico, que de pronto se sueltan.
Por otro lado, hay chicos que son tan talentosos que a pesar de empezar muy pronto se pueden incorporar a producciones profesionales. Algo muy bonito es que la mayoría de autores de mi generación son muy generosos, entonces comparten todos sus conocimientos; no es como antes, que nadie quería compartir lo que sabía, ahora se abre, entonces las curvas de aprendizaje son rapidísimas porque todos los errores en los que nosotros incurrimos, que fueron muchísimos, se evitan.

—Sobre la inteligencia artificial, ¿qué crees que se debe tomar en cuenta para, al usarla en la animación, se utilice con fines éticos?
Lo que es importantísimo es la regulación y los derechos de autor. Creo que es una herramienta a la que todos tenemos que acceder y que puede ser una gran aliada. En el caso del stop motion se está utilizando para el borrado de rigs, de alambres, de defectos. Esa en realidad es talacha, no es que se pierda ahí algo fuertísimo.
Creo que (con el tiempo) se va a hacer muchísimo más valioso lo artesanal. La verdad es que casi todas las herramientas tanto de escritura o generadores de imágenes no están a nivel. Les falta muchísimo.
Por otro lado hay una crisis de animación. Los estudios están diciendo que ya no van a necesitar a los artistas, eso es durísimo, pero siento que es un fenómeno que va de ida y vuelta. Para los artistas también va a llegar un momento en el que van a decir, “no necesitamos a los grandes estudios”.
—En ese sentido, para alguien que no está dentro de la industria pero quiere iniciarse en la animación, ¿qué aconsejas tomar en cuenta, más allá de las habilidades técnicas, para desarrollar la imaginación?
Los artistas con los que más disfruto trabajar son personas que han leído muchos libros. Eso es algo que para cualquier disciplina artística es indispensable, es una de las mejores fuentes de inspiración. También conocer la historia del arte, pero también del cine y de la animación.
De pronto sucede que el animador solo consume animaciones, pero mientras más grande sea su espectro de lenguajes artísticos, pues va a ser mejor para detonar todo el talento que ya puedan traer los chicos.
Playground es un estudio creativo multidisciplinario dedicado a la producción y a la formación artística. En el espacio convergen disciplinas como la animación stop motion, la escultura, la moda, la danza y otras formas de expresión. Para mayores informes del taller, que se impartirá del 5 al 9 de mayo, puedes ingresar al Instagram de Playground.
PCL