Corina Bistritsky (Buenos Aires, 1991) es artista visual y El gran danés (Almadía) es su debut como novelista, con una historia donde relata la historia de una mujer que trata de superar la depresión y una ruptura sentimental acompañada de un extraño perro mientras averigua la historia del asesinato que su abuelo cometió en un pequeño pueblo.
¿Todos llevamos un gran danés en nuestra vida?
En algún punto me parece que sí, en varios sentidos, como un secreto familiar, una historia no contada, una angustia gigante, así que sí. Y el elemento del perro era un vínculo superimportante en la novela.
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¿Por qué jugaste con la figura de un perro?
Siempre me interesó el mundo animal. Me parecen animales muy sabios y testigos de la cotidianeidad. Cuando empecé a escribir la novela en 2017, pensé en una historia de una chica que está en una etapa de vulnerabilidad, acompañada por un perro, y nunca la saqué de la novela a pesar de que me lo aconsejaban.
¿El animal ayuda a sobrevivir a la protagonista?
Es que el gran danés mantiene de alguna manera firme o con esperanza de vida a la protagonista de la novela y esta figura es de la que se agarra para seguir escribiendo. Por eso quería un perro gigante con mucho músculo y cuerpo para soportar y sostener a esta narradora que está completamente desvalida y que de alguna manera no se está haciendo tan responsable de su vida. Quería un personaje animal que funcionara como andamio de ella.
La narradora de El gran danés tiene alrededor de 30 años, terminó con su novio músico que se vuelve famoso y un día se encuentra con un perro que se va a vivir con ella y quien la ayuda a salir adelante en un desenlace que el lector tendrá que descifrar.
¿En qué momento decides entrecruzar la historia de esta chica y un asesinato?
La novela tiene dos formas de escritura. Por un lado está la parte que es más de acción, donde hay más trama, avanza, y por el otro están estos apuntes que toma ella sobre el secreto familiar y es como una escritura más lenta, más reflexiva. Empecé escribiendo lo primero, pero sentía que le faltaba algo, y la escritora Olivia Gallo me preguntó en un taller: "¿Cuál crees que es el núcleo de la novela?", y ahí es que nace la idea de incluir el secreto familiar, que es el asesinato del abuelo, lo único real o autoficcionado; yo lo tomé de mi vida, pero le adquirí ficción.
¿Hablas de la fragilidad humana?
Y también tenía la intención de reflejar una especie de rebelión al mundo de hoy en día. De los estímulos, la evasión emocional y todo el tiempo estar mirando hacia afuera; yo quería que la novela fuera más una invitación a mirar hacia adentro. La narradora está un poco colapsada, como que no se está pudiendo ser responsable de su vida y está pasando un momento triste de la vida, pero en vez de evadir esa tristeza, dice: "Bueno, me voy a enfrentar a la tristeza y voy a vivirla", y a mí eso me parece algo irable; porque hoy en día a mí me sorprende la gente que atraviesa la tristeza como una emoción más.
La novela tiene un lenguaje preciso y muy visual. ¿A qué se debe?
Yo soy artista visual y estudié dirección de teatro en Argentina y actualmente vivo en México, pero siempre estuve muy ligada a la escritura. Soy muy curiosa y me interesan todas las disciplinas artísticas; tal vez por eso pasa, como que hay algo del mundo de las escenas justamente que a mí me interesa mucho. Además, soy muy observadora; me gusta mucho mirar los minuciosos detalles y los plasmo a la hora de escribir.
Corina Bistritsky vive y trabaja en Ciudad de México. Actualmente, la representa la galería Banda Municipal y dicta talleres de exploración creativa en su estudio.
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