Hubo un tiempo en que resultaban personajes fundamentales dentro de la plaza de Santo Domingo, en el centro de la Ciudad de México, para cientos, miles de personas que deseaban escribir o contestar una carta para declarar su amor, lamentar una pérdida, saludar al pariente lejano. Hoy día permanecen allí, pero ya no son muchos; son reflejos de un pasado que se niega a desaparecer.
Acostumbrados a escribir lo que otros les dictan, aunque quizá con unos aderezos propios, hace unos meses recibieron la invitación de los artistas Fernanda Barreto y Ricardo Cárdenas para participar en el proyecto artístico Tra[Di(c)ción], organizado dentro de la Residencia Cultura de Casa Vecina.
Durante 12 semanas, entre enero y abril de este año, los artistas propusieron una colaboración con un grupo de escribanos de la plaza de Santo Domingo —9 de los 13 que aún trabajan en el lugar— para convertirlos en creadores de sus propias historias y ya no solo receptores de las de otros.
“El proyecto es de escritura colaborativa; se trataba de abordar ciertos puntos hacia la posibilidad de una comunidad textual. Se plantearon 12 ejercicios en los que, a partir de una oración o de una frase, cada uno de los escribanos debía tener una libre interpretación. Nos interesaba replantear la figura del escribano como un servidor público, que realiza una función para el otro, pero aquí tenían total libertad de redacción y de creación”, explica Cárdenas.
La intención de los ejercicios era sacar a los escribanos de su cotidianidad, cuenta Barreto, por lo cual se trataba de que se tradujera todo a la lengua escrita, “que ellos compusieran textos, poemas, cartas”.
“Para lograrlo, hubo diferentes tipos de dinámicas: desde el primer ejercicio, que fue la idea de una autobiografía relacionada con otro oficio, hasta una dinámica en la cual a lo largo de 10 minutos ellos ‘redactaban’ los sonidos y las conversaciones que escuchaban alrededor de su espacio de trabajo”.
Escuchar sus palabras
El proyecto consistía en ir semanalmente, visitar el portal para entregar el ejercicio o recoger lo que habían compartido antes, pero ello implicaba estar horas allí, en pláticas para conocer sus historias, sus inquietudes; a los escribanos incluso les parecía muy enriquecedora la posibilidad de aportar su punto de vista.
“Creo que eso fue muy enriquecedor en el proyecto, porque fue la primera vez que su voz y su pensamiento, su manera de entender el mundo no solo estaba siendo escuchada sino invitada a ser expuesta”, asegura Barreto.
El primer resultado del proyecto Tra[Di(c)ción] es un libro, con un tiraje de apenas 40 ejemplares, en donde se reúnen los textos de los escribanos, en el que lo mismo están esas autobiografías que acrónimos o poemas.
“La figura del escribano es una figura de resistencia: en un sistema económico impositivo, en una ciudad que cambia de manera permanente, el oficio se sigue manteniendo porque hay una necesidad de la traducción de ciertos trabajos y contextualiza mucho el sistema educativo mexicano. Pero también hay mucha gente que sabe leer y escribir, que no es precisamente analfabeta, y hace solicitudes de trabajo muy específicas que ellos pueden resolver muy bien”, reconoce Cárdenas.
El proyecto termina por cancelar esa forma romántica que teníamos en el imaginario acerca del oficio, el que, sin embargo, existirá mientras haya solicitudes de trabajo. Los medios pueden cambiar, pero con Tra[Di(c)ción] se reconoce que no son solo herramientas transcriptoras, “sino personas muy específicas, con un vocabulario y un criterio que ayuda al otro a resolver o a solicitar de la mejor manera ciertos requerimientos muy específicos”, coinciden Barreto y Cárdenas.
Tecnología y crisis del gremio
Cuando los artistas empezaron a diseñar el proyecto con el cual obtendrían la Residencia Cultural en Casa Vecina, la curiosidad fue el primer impulso: les llamaba la atención que dentro del portal de Santo Domingo aún se ejerciera ese oficio.
“Por la misma curiosidad nos acercamos a uno de ellos —quien resultó ser el secretario de la Unión de Mecanógrafos—, un poco con ese romanticismo que teníamos de entender o de imaginar que el oficio se iba a extinguir o a estar obsoleto dentro de muy poco. Pero él nos aclaró, y lo mismo nos reafirmaron los demás integrantes del proyecto, que sí están sufriendo una crisis, sobre todo tecnológica, en el sentido del uso de los medios, pero el oficio del escribano sigue siendo muy solicitado”, anota Ricardo Cárdenas.
Un oficio que no desaparecerá, no solo porque no se ha terminado por completo con el analfabetismo en México sino porque incluso llenar formularios burocráticos también requiere de ciertos conocimientos previos sobre cómo responder a ese tipo de documentos o solicitudes.