¿Cómo habitamos nuestros cuerpos? ¿Qué historias se inscriben en la piel, en los gestos, en los silencios? En Mi piel oculta, la documentalista Guadalupe Sánchez, en codirección con su hijo Pablo Delgado Sánchez, crea un espacio íntimo para reflexionar sobre la forma en que habitamos nuestros cuerpos: desde lo físico y emocional hasta lo social y político.
La película nace de una inquietud profunda que Guadalupe tuvo desde hace años: “esas historias corporales que van tatuando el cuerpo desde la infancia y la adolescencia, y que, al paso del tiempo, nos confrontan. De alguna manera, los vamos ocultando o descubriendo en determinado momento”, compartió la cineasta sobre el tema que aborda el filme.
Esta mirada, que ya había abordado en su anterior documental La primera sonrisa (centrado en el nacimiento y la sexualidad femenina), ahora se amplía para indagar en qué sucede después, cómo se transforma el cuerpo y cómo se relaciona con el mundo, todo esto, a través de las voces de mujeres, personas no binarias, trans, con sobrepeso o enfermas.
Lo que surge no es una exhibición del dolor, sino una celebración del derecho a ser, a mirar el cuerpo como un territorio vivo, por ello, “la película lo hace de una manera cotidiana, incluso con humor, y de una manera amorosa, con mis amigas, mis amigues. Y nos contamos las experiencias de vida y cómo nos ha marcado algo en el pasado”, explicó Guadalupe.
El documental se construye desde el encuentro, no solo con la cámara, sino con la otredad; cada testimonio, cada cuerpo en pantalla revela una historia íntima que resuena con las nuestras, aunque vengan de lugares distintos, porque “es este encuentro con la otredad el que nos va a confrontar también con lo que pensamos y lo que sentimos”, dijo Lupita.
Y esa otredad no se vive desde el aislamiento, sino desde la posibilidad de tejer comunidad en las diferencias, como señaló Pablo: “pero lo bonito de esta película es que encuentra la posibilidad del encuentro y del abrirse, y de no quedarse en la soledad”, y es que Mi piel oculta fue atravesada por la pandemia, cuando la distancia física nos obligó distanciarnos.
Uno de los momentos más poderosos del documental es la presencia de Kani, un chico trans cuya voz desmonta la idea de normalidad con humor, “cuando se habla de las personas trans se piensa en mujeres, no en hombres, y no existir es una violencia muy fuerte”, reafirma Lupita, sobre un testimonio de Kani que revela la urgencia de narrar desde lo no dicho.
El documental también transformó a sus creadores. Pablo, quien comparte la dirección con su madre, confesó que este proceso lo llevó a una profunda revisión de sus propias percepciones como hombre cis: “participar en un espacio femenino, con una inclinación feminista, me hizo mantenerme en un margen de respeto, y en constante aprendizaje”.

“Terminé haciendo muchas reflexiones internas, familiares, sociales, aprendí muchísimo de todos los personajes; personas con las que me identifiqué, otras que me confrontaron. Y no fui el único: Toño en sonido; Carlos Sosa, nuestro productor; todos los hombres que estuvimos cerca de la película tuvimos una experiencia transformadora”, agregó Pablo.
La lección principal es clara: “la importancia de no hacer juicios. Me quedo con eso: con la apertura a esa gama del blanco al negro llena de grises”, explicó Lupita, mientras Pablo agregó que el aprendizaje es colectivo: “es necesario simplemente respetar las experiencias ajenas, valorarlas, verlas y reconocerlas; y desde ahí avanzar y construir en positivo”.
Mi piel oculta no intenta dar respuestas, sino acompañar preguntas. Nos invita a mirar los cuerpos con menos juicio y más amor y respeto. A abrazar nuestras cicatrices, nuestros deseos y nuestras decisiones, a descubrir que, quizá, lo más político que podemos hacer es habitar nuestro cuerpo con dignidad, “en un verdadero afán de conexión”, concluyó Lupita.
