Limpiar la casa, lavar la ropa o los trastos entre cada comida, descargar el sanitario y regar árboles y otras plantas, son el quehacer cotidiano de las mujeres en casa, mismas que han visto que el vivir alejadas de los beneficios que otorgan las ciudades, les encarece la permanencia en los ejidos.
Es el caso de los habitantes de Vega Larga, en el municipio de San Pedro de las Colonias, donde para poder lavar la ropa deben comprar agua. Por cada mil litros, ellas deben invertir 120 pesos, motivo por el cual los señores que llevan el líquido hasta el domicilio al menos deben hacer dos viajes. A ello se suma la compra de garrafones de agua purificada porque la poca que tienen no es apta para consumo humano.
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Con los tendederos llenos de ropa y el agua gris almacenada para regar patios y descargar sanitarios, y con las lavadoras vueltas a poner en ciclo de lavado, Yamilex Martínez Ceniceros recuerda que desde hace once años vive en la comunidad. Ella trabaja en una maquiladora y el día que descansa lo dedica a las labores de casa.
“Somos seis en la familia y para tener agua compramos los viajes. El municipio cobra y nosotros ya no pagamos. Ahora ya se nos juntó el recibo porque no sale nada de agua y la tenemos que comprar. Cada viaje nos sale en 120. Hay señores que venden aquí y nosotros les marcamos para que nos la traigan. Para poder lavar son dos viajes, son 240 pesos por lavada. Con la que sale de la lavada trapeamos y regamos”.
Yamilex seguirá comprando agua a particulares y dejará que el recibo que le envía el Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento de Francisco I. Madero siga incrementándose. Al momento, la deuda es superior a los 4 mil pesos, solo trabajan ella y su papá, y refirió que no tiene caso pagar por un servicio que, desde hace cinco años, no tienen en el ejido. Sencillamente, los más pequeños no han visto que el agua salga por las tuberías de la casa en toda su vida.
Estira el gasto para comprar el agua
Un niño se acerca al domicilio de doña Mary Páez y saca un vaso de aluminio. Le pide agua potable y después de recibirla vuelve los pasos hacia su casa. Ella también compra agua, pero espera a la pipa que envía el ayuntamiento de Francisco I. Madero.
“Yo no tengo noria, acarreamos el agua, nos traen. Debe de venir la pipa cada semana, pero dura hasta cuatro o cinco meses para venir. Es de Madero, yo sí pago los recibos con la esperanza de que pase la pipa y nos deje agua. Si debemos, no nos dejan el agua. A los que nos traen el agua del municipio, que traen el consumo hasta acá, les damos algo, es un agradecimiento, les damos para la Coca, no es porque nos pidan, es por agradecimiento”.

En la casa de Mary son diez y solo trabajan su esposo y su hijo. Aunque hay niños que van a la escuela, no reciben la beca del gobierno de la República, por eso dijo que debe estirar el gasto para que alcance a comprar agua porque tiene en su casa cuatro años que no pasa agua por la red. También por eso ella la recicla.
“Con la que lavo se la echó a los árboles y con la que nos bañamos la dejamos en una cubeta y de ahí agarramos para echarle a la taza. Por eso el agüita que tenemos sí me dura, porque para estar comprando un viaje de agua nos la dan entre 130 y 120 pesos por mil litros de agua que traen hasta la casa, pero sí batallamos bastante”.
Ella ha pensado en irse, pero asegura que el ejido es muy tranquilo, aunque es evidente que faltan luminarias porque del ayuntamiento de San Pedro llegan y las reparan, pero se vuelven a fundir. Los chicos tienen asegurada la escuela en preescolar y primaria; para la secundaria se deben movilizar a San José de la Niña o el ejido Victoria, y la preparatoria la realizan en el ejido Gabino Vázquez. Sin opciones de esparcimiento, deportivas o culturales, no es fácil escapar a las adicciones.
“Este ejido es del municipio de San Pedro, pero el agua nos la surte Madero. Sí, batallamos con la pipa, nos dicen que andan arreglando los pozos, pero a nosotros no nos llega el agua para acá. Necesitamos el apoyo de Madero porque sí nos hace falta mucho el agua; yo voy al corriente con mis pagos, si acaso debo el de este mes”.
Ni San Pedro ni Madero responden
Maura Vega Canizales es una mujer que agradece la iniciativa de algunos vecinos que, ante la necesidad, decidieron perforar para encontrar agua. Y aunque se trata de un bien común y no de una mercancía, también está dispuesta a pagarles porque sin esa solución sencillamente el pueblo desaparecería. Además, apuntó, las autoridades no les resuelven y el programa de Agua Saludable para La Laguna se percibe aún inalcanzable.
“Toda la comunidad ha carecido muchísimo de agua y nosotros ya tenemos seis años batallando. Dicen que no tienen pipas disponibles, siempre es la excusa de los del SIMAS aunque vamos al corriente con el recibo del agua. Ni San Pedro ni Francisco I. Madero nos responden, aunque yo en realidad no sé qué pase con San Pedro, que es nuestro municipio y nos debe resolver los problemas. No sé cómo ellos le dieron la carga a Francisco I. Madero”.
Maura comentó que compra mil litros del líquido por 130 pesos, pero solamente le alcanza para tres días. Si debe lavar, tiene que comprar 2 mil litros, es decir, invierte 260 pesos por semana, sin contar el agua extra para otras tareas en casa. En su casa viven siete personas, y de estas trabajan tres. Su esposo está pensionado debido a un accidente que sufrió.
"Con todo y no alcanza, ahorita, si nos la vemos bien difícil, porque, debido a que tenemos que comprar el agua, pues ya es un gasto más que tenemos que derivar a nuestros gastos. Realmente trabaja uno, pero tampoco alcanza con lo que uno gana. Por ejemplo, tenemos que salir una vez a la semana porque realmente en Francisco I. Madero encontramos ofertas que son lo que aprovechamos porque aquí no hay".

“Además, cada cuatro días consumo tres garrafones de agua para beber porque es cocina y consumo, porque no podemos agarrar de los pozos. Nos han dicho que hay bastante arsénico aquí y, pues, no es apta para consumo, mucho menos para los alimentos”.
En el ejido Vega Larga este año no sembrarán los campesinos y las mujeres saben que el ciclo agrícola primavera-verano para este año viene muy recortado. Las tierras no fueron preparadas y los hombres dijeron que para dos o tres hectáreas sencillamente no conviene invertir. Los campos se quedaron sin sembrar, aunque las señoras dicen, alrededor hay bastantes establos y el líquido se queda allí.
El pueblo, aún mantiene alrededor de 500 familias que se quedan priorizando una vida comunal pero con enormes desafíos para la sobrevivencia. Rolando Blanco López tiene 17 años y toda su vida ha vivido en el ejido. Él ama a su comunidad, pero sabe de los riesgos que implica el vivir sin la certeza de contar con agua.
“Toda la vida he vivido aquí. Es un rancho muy tranquilo, está muy bonito aquí, pero sí hace falta agua. Ya tiene mucho tiempo sin agua, por eso aquí varía gente, hizo norias y vende los viajes de agua. Venden mil litros por 120 y la traen hasta la casa. Es de aquí mismo porque varios hicieron los pozos. En las casas del centro están las norias, cualquier persona que quiso hacer la noria perforó y salió el agua, aunque no tengo idea de a cuántos metros está el agua”.
El muchacho dice que sus padres reciben la facturación del SIMAS mensualmente, aunque no sale agua en su toma domiciliaria. En casa son tres, aunque en la parte trasera su hermano mayor construyó un cuarto para vivir con su esposa y su hija. Rolando ya trabaja en el campo y se emplea en unas nogaleras, es decir, en una pequeña propiedad, en tanto que su papá labora en un establo y su mamá en una maquiladora.
Todos destinan su fuerza laboral para terceros, aunque tienen derechos de cultivo. Pero sin agua siquiera para beber, debido a que la sobreexplotación ha dejado el suelo contaminado con arsénico, el sistema ejidal de marchita lentamente.
DAED