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Prisca Alcaraz. El peso de la historia

REVISTA M | EDICIÓN FIN DE SEMANA

La medallista olímpica cambió la historia del deporte mexicano. El peso de su hazaña no solo cuelga de su cuello en forma de medalla, sino en cada combate, en cada caída, en la fuerza de levantarse.

El judo no es ruidoso ni llamativo, no hay grandes exhibiciones de velocidad ni saltos de precisión milimétrica. Es un deporte de o silencioso, de táctica y control, en el que un solo movimiento ejecutado en el momento exacto, puede decidir el destino de un combate. Para Prisca Alcaraz, ese movimiento la llevó a la historia.

El 30 de julio de 2024, en París, Alcaraz se convirtió en la primera mexicana en ganar una medalla olímpica en judo. Lo hizo en la categoría de -63 kg, tras llegar a la final contra la eslovena Andreja Leški. Perdió el combate, pero ganó un lugar en la historia del deporte mexicano y la certeza de que el judo en México no volvería a ser visto igual.


Su historia no comenzó en París, sino en Enfield, al norte de Londres, donde nació en 1996. Con un padre keniano y una madre mexicana, visitaba con frecuencia León, Guanajuato, la ciudad materna. Su vínculo con el judo, como en muchas familias de atletas, fue una cuestión de herencia. Su hermano mayor, Philip, lo practicaba.

“Empecé a practicar judo a los ocho años porque mi hermano fue el primero en entrenar”, recuerda.

La formación de Prisca fue estrictamente británica. Entrenó en el Enfield Judo Club junto a sus hermanos, y perfeccionó su técnica en un sistema europeo con décadas de experiencia en la formación de atletas de élite.

En 2022, se mudó a México y se integró por completo a la selección nacional. La adaptación no fue sencilla. Había diferencias en la preparación, en los recursos, en la cultura misma del deporte. 

“Siento que agregué mucho a lo que ya tenía el equipo”, afirma.

El camino al podio olímpico fue cualquier cosa menos lineal. “El mayor reto fue creer en mí misma, en que sí podía ser una de las mejores del mundo —ite—. Había ganado combates contra algunas de las mejores del mundo, pero subirme a un podio de alta calidad sí me costó mucho”.

No fue algo que ocurrió de un día para otro. “Poco a poco fui mejorando mis resultados y fui creyendo que podía estar en un podio olímpico, hasta que lo creí”.

Como todos los grandes, antes de cada combate sigue una rutina simple pero efectiva: la música

“Antes de la competencia, entre combates, siempre tengo mis audífonos y escucho música —explica—. Me ayuda a calmar los nervios y a concentrarme en lo que viene”. La elección de la música varía. Entre combates, algo tranquilo. Justo antes de entrar al tatami, algo más agresivo, más intenso: “Es rap, algo que me prenda, que me motive a competir”.
Prisca Alcaraz para la marca NIKE. | Fotografía: John Munro
Prisca Alcaraz para la marca NIKE. | Fotografía: John Munro


Los entrenamientos no solo son físicos, sino mentales. En judo, la confianza es una herramienta tan importante como la fuerza o la velocidad. Antes de un combate, Prisca tiene una frase que siempre se repite: 

“Somos iguales. Ellos tienen los mismos recursos que yo. Todo depende de quién lo quiera más”.

En París, esa mentalidad la llevó al podio. Tras la final, después de la ceremonia de premiación, la noticia de su medalla recorrió los medios mexicanos

“Ya la gente está conociendo el judo —confirma—. Antes, muchos ni siquiera sabían que existía. Pero ahora, amigos que tienen dojos me dicen que las inscripciones han subido muchísimo desde mi medalla. No solo de niños, también de adultos”.

Prisca es consciente de lo que significa ser la primera. El deporte, por más individual que sea, no existe en el vacío. “Siento que fui parte de eso, de que la gente no conocía el judo, pero ahora lo están conociendo. Y no creo que esto pare aquí”.

Ahora, su papel no es solo el de atleta, sino el de referente para nuevas generaciones. “Es algo muy bonito, y también una gran responsabilidad —ite Prisca—. Sé que ahora voy a competir con los ojos de mucha gente sobre mí, no solo en México, sino en la comunidad del judo”.


Es algo que ya ha asumido: “Siento que este va a ser un año muy bueno para mí, me siento bien y preparada para competir con esta nueva presión, con esta nueva responsabilidad”.

Para Prisca, la salud mental es un tema que debe abordarse con mayor apertura, especialmente en un deporte de o donde la fortaleza física y mental parecen ir de la mano.

“Muchas veces tienes que ser fuerte. Los problemas no te pueden afectar, y siento que fue algo difícil de aprender”, dice.

Cuando comenzó a trabajar con su psicóloga, entendió que sus pensamientos y preocupaciones no eran anormales: “Me ayudó mucho a ver que lo que estaba pensando era parte del deporte, que no se trata de no tener esos pensamientos, sino de cómo manejarlos, cómo acostumbrarnos a trabajar con ellos”.

Para la atleta, la salud mental es clave: “No debes dejar de cuidarla. Más trabajo con psicólogos no solo ayuda en los entrenamientos diarios, sino también en la preparación para las competencias”.

Aprender a gestionar la presión, los altibajos y las derrotas ha sido fundamental en su desarrollo: “Los bajones después de perder una competencia o de no tener un buen resultado son duros, pero hablar las cosas, expresarlas, siempre ayuda”.

Lo dice con la misma certeza con la que pisa el tatami. Con la misma seguridad con la que, desde aquel primer día a los ocho años, decidió que el judo sería su vida. Y ahora, con una medalla olímpica en el cuello, su historia apenas comienza.



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