Negocios

La contradictoria política de Trump sobre las grandes tecnológicas

Como en la mayo­ría de los asuntos, depende de su interés per­so­nal­; así fue en los casos de Amazon, Google y Meta.

Las palabras “Trump” y “tecnología” evocan a Elon Musk y su motosierra, junto con la imagen de los titanes de Silicon Valley en primera fila durante la toma de protesta del presidente. Pero el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos impulsan medidas significativas contra las grandes compañías de tecnología. Se espera que el propio Donald Trump firme una legislación bipartidista para combatir las deepfakes, mientras que la Casa Blanca sigue buscando la desvinculación tecnológica de China. Entonces, ¿es un libertario a favor de la tecnología? ¿O un populista contra las grandes compañías del sector?

Como ocurre con la mayoría de las cosas, depende de los intereses personales del presidente en un momento determinado. Esto quedó en evidencia la semana pasada, cuando la división Haul de Amazon (que vende productos a precios ultrabajos que son enviados directo desde almacenes chinos) consideró publicar cifras que mostraran los efectos de los aranceles en los precios al consumidor. La secretaria de prensa de Trump declaró que esto era un acto “hostil y político”.

Lo primero que pensé fue: “¡Qué gran uso de la enorme cantidad de datos recopilados por las grandes compañías de tecnología!”. Me encanta la idea de que Amazon llegara a crear lo que equivaldría a una etiqueta nutricional de la cadena de suministro, que puede arrojar luz no solo sobre el impacto inflacionario de los aranceles, sino también sobre cuánto del aumento de costos están dispuestas a asumir las grandes empresas (la respuesta probable: no mucho).

Amazon pensó de manera diferente y abandonó el tema. Su fundador y presidente ejecutivo, Jeff Bezos, habló con el presidente por teléfono. “Jeff Bezos fue muy amable”, dijo Trump. “Estuvo estupendo. Resolvió el problema muy rápido”.

El episodio arroja luz sobre algo más importante: las señales contradictorias de la istración Trump sobre tecnología y regulación. Se trata de otro ámbito de las políticas en el que no recibimos claridad de la Casa Blanca.

El vicepresidente J.D. Vance, por ejemplo, tiene una relación de mucho tiempo con el multimillonario del sector de tecnología Peter Thiel, pero también es partidario de la ex presidenta de la FTC, Lina Khan, y su cruzada antimonopolio.

Es probable que las soluciones al caso de Google se presenten en las próximas semanas, y la jefa de la división antimonopolio del Departamento de Justicia, Gail Slater, aboga por ajustes contundentes, exigiendo al gigante de las búsquedas que rompa su acuerdo con Apple sobre su motor de búsqueda predeterminado, venda su navegador Chrome y de licencia de sus datos de búsqueda a la competencia.

Si bien Slater no es igual a Khan, su postura a favor del mercado implica que no se cree el ridículo argumento de Silicon Valley, un campeón nacional, de que mientras más grande, mejor en la lucha por la supremacía tecnológica con China. “Creemos que deberíamos tener más confianza en nuestro sistema y no pensar que, para competir con China, tenemos que parecernos más a China”, dijo en una entrevista reciente con el experto conservador Sohrab Ahmari.

Slater argumenta, como muchos liberales, a favor de medidas regulatorias para garantizar que la innovación no se vea aplastada por los gigantes de la tecnología que tratan de eliminar o adquirir startups que amenazan su modelo de negocio. Cita la desintegración de AT&T durante la era Reagan, que aceleró la innovación celular, como un caso clave que nos guía.

Proteger a los innovadores que pueden crear el próximo Google o Meta implica comprender cómo los gigantes de la tecnología construyen fosos impenetrables alrededor de sus servicios. Esta perspectiva alimenta una nueva demanda de la FTC contra Uber, en la que el regulador acusa al gigante de los viajes compartidos de dificultar a los s la cancelación de su servicio de suscripción (cargos que la empresa niega). Este tipo de resistencia regulatoria, que cuestiona la asimetría de la información y la opacidad del modelo de negocio de las grandes tecnológicas, se traslapa con el enfoque de la istración de Joe Biden.

Y, sin embargo, Trump no es Biden. El gobierno anterior volvió a introducir la idea del poder en la economía política y la utilizó para medir la influencia de las grandes compañías de tecnología. La idea de que se tiene que ver más allá del modelo de bienestar del consumidor para regular la economía digital (que es principalmente de trueque de información) fue valiente, novedosa y acertada.

Sin embargo, el presidente número 47 está retomando el poder como tema regulatorio de formas que, en el mejor de los casos, son caprichosas.

Analicemos, por ejemplo, cómo se comportó Trump en torno al caso antimonopolio contra Meta. Como informó The Wall Street Journal, el director ejecutivo, Mark Zuckerberg, cabildeó de manera amplia y personal con Trump con la esperanza de que obligara a la FTC a aceptar la oferta de 450 millones de dólares de la compañía para llegar a un acuerdo, que era una fracción de los 30 mil millones que la agencia solicitaba.

Zuckerberg confiaba bastante en que Trump lo apoyaría. No lo hizo, pero eso puede significar que las últimas personas en su oficina pertenecían a la FTC y no a Meta. ¿Alguien duda de que Trump todavía puede llegar a un acuerdo con Zuckerberg o Google para suavizar las medidas antimonopolio a cambio de algún favor personal o político?

El único ámbito en el que parece poco probable que Trump flaquee es la desvinculación tecnológica de China. Un ejemplo es la nueva prohibición de exportación de los chips de Nvidia. Y, sin embargo, su estrategia arancelaria generalizada provocó que la Unión Europea amenazara con enormes impuestos digitales a las firmas de Silicon Valley. El hecho de que EU luche contra Europa al mismo tiempo que China hará menos probable que el resto del mundo quiera estar en la órbita tecnológica de Estados Unidos. Es más, es probable que las cuotas perjudiquen más a las pequeñas empresas que a las grandes, lo que significa que las grandes pueden crecer.

Siempre y cuando parezca que están del lado de Trump, dudo que le importe.




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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Milenio Diario.

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