Los aranceles sin una política industrial no funcionarán

Es una lección que la Casa Blanca debería aprender si quiere desarrollar la fabricación en EU

La resiliencia es algo positivo. Lo hemos aprendido en las últimas dos décadas, aproximadamente, pandemias, guerras, desvinculación en el comercio y desastres climáticos pusieron de manifiesto los riesgos de una concentración excesiva en un solo lugar de la capacidad de producción.

Por eso siempre he creído que es positivo tener más centros regionales de fabricación de bienes críticos en todo el mundo. No se trata de ideología. Simplemente se trata de no apostar todo a la misma canasta. Pero para crear resiliencia, es necesario jugar tanto a la ofensiva como a la defensiva. La istración Trump trata de hacer esto último con los aranceles de una manera, en el mejor de los casos, incoherente.

Pero incluso si su estrategia de aranceles fuera quirúrgica,(en este momento, tenemos aranceles generales sobre sectores de la economía de alto y bajo valor por igual, y propuestas que cambian día a día), fracasaría sin una estrategia nacional que incluya una política industrial para impulsar las industrias verdaderamente estratégicas.

Solo los países que cuentan con ambas y las conectan claramente pueden impulsar con éxito la industria nacional de fabricación. Durante la istración Biden, EU utilizó una combinación de restricciones comerciales, de capital y de tecnología, así como una política industrial nacional en forma de exenciones fiscales, subvenciones, subsidios y programas de capacitación laboral, para recuperar industrias cruciales como la producción de semiconductores en Estados Unidos.

Nadie dijo que esto iba a reemplazar mágicamente todos los empleos fabriles perdidos ante China en los aproximadamente últimos 20 años, pero hubo un mensaje claro: Estados Unidos necesitaba ser capaz de producir en su propio suelo al menos algunos de los componentes que eran el alma de la economía digital. Con bastante sensatez la Unión Europea siguió el ejemplo. El hecho de que la resiliencia en una industria crítica y compleja como la de los chips pudiera restaurarse en poco más de dos años debería haber sido un caso de estudio para que la istración Trump lo siguiera en áreas clave, desde minerales críticos hasta productos farmacéuticos. Pero lo que estamos viendo son políticas elaboradas de poco a poco, con algunas propuestas arancelarias generalizadas, investigaciones de seguridad nacional específicas para sectores como el cobre, la madera, los chips y los productos farmacéuticos, y propuestas de apoyo interno a industrias como el transporte marítimo, pero sin subsidios reales ni compromisos ya consolidados de capacitación de trabajadores.

Nada de esto le indica a las empresas -nacionales o internacionales- qué es lo que le importa a EU en materia de fabricación y por qué. Esto, a su vez, genera incertidumbre que no favorece el tipo de inversión que la Casa Blanca dice querer atraer a Estados Unidos.

Como lo expresa el experto en comercio y antiguo miembro de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad entre Estados Unidos y China, Michael Wessel: “Las grandes empresas que cotizan en bolsa se basan en indicadores de inversión que suelen ser de cinco años o más. Nadie sabe cuánto tiempo durarán los aranceles, ni durante esta istración ni después”.

“Sin las políticas industriales establecidas, es posible que los mercados no tengan la confianza necesaria” para reinvertir en Estados Unidos, especialmente en áreas como la de fabricación o la energía, que tienen plazos de retorno de la inversión aún más largos.

Incluso si la istración Trump fuera clara sobre dónde quiere precisamente desarrollar capacidad, necesitaría profundizar mucho más en el diseño de aranceles para protegerse contra fenómenos como la “inversión arancelaria”, cuando los aranceles sobre los componentes importados terminan siendo más altos que sobre los productos terminados, lo que perjudica a los fabricantes nacionales. Del mismo modo, necesitaría tabular el riesgo de la cadena de suministro de maneras mucho más sofisticadas”.

Donald Trump le dice al pueblo estadunidense que puede reactivar la industria de fabricación en un año y medio o dos. Pero ¿de dónde va a provenir la electricidad y la energía necesarias, sobre todo si se imponen aranceles a proveedores como Canadá? La red eléctrica está obsoleta y carece de recursos en muchos lugares de Estados Unidos, y la construcción de plantas de generación de electricidad (de las que Estados Unidos carece) tarda años. Mientras tanto, ninguna desregulación hará viable la energía de esquisto nacional si el precio del petróleo sigue bajando.

Además, están los problemas de inventario. Las empresas estadunidenses suelen mantener muy poco inventario disponible debido a los modelos de producción justo a tiempo. Esto es muy importante cuando se imponen límites repentinos como represalia a los minerales de tierras raras de China, o prohibiciones de exportación por parte de países como la República Democrática del Congo, uno de los pocos países donde se puede obtener el crucial mineral cobalto.

Como me comentó un analista de riesgos, este tipo de disrupciones pueden provocar la interrupción de la producción en áreas como los vehículos eléctricos, los dispositivos médicos y los materiales aeroespaciales.

Podría nombrar otros 12 riesgos derivados, pero ya se hacen una idea. ¿Hay alguien en la Casa Blanca de Trump que esté desarrollando una visión integral de todo esto? No lo sé con certeza, pero supongo que no.

Anhelaría que esta istración hiciera lo que propuse en una columna que escribí hace varios años: contratar a un exmilitar o experto en logística para que fuera un zar de la resiliencia al nivel de la Casa Blanca.

Los factores de riesgo físico y financiero en juego son abrumadores, y alguien debería empezar a pensar detenidamente cómo podrían chocar.

Desafortunadamente, la Casa Blanca parece centrar su atención en las mismas recetas conservadoras de siempre. El director del Consejo de Asesores Económicos, Stephen Miran, minimiza el riesgo de los aranceles y dice que los recortes de impuestos y la desregulación van a hacer que Estados Unidos sea más competitivo a nivel global. Eso suena menos a un plan de resiliencia y más a puros buenos deseos.


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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Milenio Diario.

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