Por Martín Méndez
Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos
Actualmente sabemos que la oxitocina está presente, prácticamente sin cambios en su estructura química, en todos los mamíferos. Desde un punto de vista evolutivo, esta molécula es muy antigua: se ha conservado en el código genético de los mamíferos por millones de años. Su origen se remonta a los primeros antepasados que salieron del agua. Ellos poseían una hormona llamada vasotocina, cuya función era regular el contenido de sal y agua en el organismo. En la actualidad, los peces y las ranas utilizan dos versiones distintas de vasotocina con el mismo propósito que nuestros antepasados, mientras que los seres humanos contamos con la vasopresina y la oxitocina: la primera informa al riñón que conserve el agua, la segunda emite la señal para eliminar la sal. Esto parece indicar que la oxitocina realiza una o más funciones importantes en los mamíferos. Por ejemplo, además de circular en el torrente sanguíneo como hormona, la oxitocina también es capaz de actuar como un neurotransmisor, afectando la función cerebral y el comportamiento.