Repensar la soledad

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Estar sola y sentirse sola son dos cosas muy diferentes. Una puede sentirse sola rodeada de gente, como sucede en la “soledad acompañada,” cuando se está con aquellos que, por alguna razón, no son una compañía. Ese tipo de soledad incomunica al individuo del resto de los que están con él y conlleva el sentimiento de aislamiento. La persona no solamente se siente sola; se siente apartada, diferente, distante y hasta señalada como aquella que siempre está fuera de lugar o que quizá, no tiene lugar.

Ese feo sentimiento en ocasiones se debe a la cotidianidad, que nos hace dejar de valorar la diaria compañía. Pero a veces puede tenerse por demasiada convivencia y cercanía, como puede sucederles a muchos en esta pandemia. Por eso es importante salir sola o solo a caminar en soledad: es bueno para el cuerpo y magnífico para la mente.

De modo contrastante, es factible no sentirse sola a pesar de estarlo. María Elena Walsh escribió: “Yo me nazco, yo misma me levanto, organizo mi forma y determino mi cantidad, mi número divino, mi régimen de paz, mi azar de llanto.” También la poeta colombiana Olga Chams lo hizo; “Nada igual a esta dicha se sentirme tan sola en la mitad de la tarde y en la mitad del trigal […] ¡quién me diera por siempre esta dicha indecible de ser, sola y serena, un milagro de paz!”

Sola y serena, un milagro de paz. La clave evidentemente está en esa paz para disfrutar de la propia compañía. La paz es un estado mental que, como tal, persiste aun en medio del ruido y la prisa. La vida misma es un estado mental, por eso dice Budha: “con nuestros pensamientos construimos el mundo”.

La felicidad y la paz no están en tener más ni en ser más: son formas de vivir que, como cualquier otra, se alcanzan con la práctica. Es sano y feliz quien trata bien a los que le rodean, no quien solamente es bien tratado; quien da, no quien solo recibe; quien ama, no quien tan solo es amado.

Imposible no recordar ahora una vieja fábula oriental que tiene, por cierto, más de una versión: desde su cueva, un monje se asoma a ver cómo se retiran los dos ladrones que se llevaron lo único que tenía: su cuenco para comer. La enorme luna frente a él le deja asombrado y sonríe al pensar: ¡qué bueno que no puedan llevarse esta luna!”: el o con la belleza de la naturaleza es, sin duda, sanador. Pero la humanidad apostó por otro camino y muy pocos logran salirse de él.

Otra posible senda para disfrutar la soledad o el exceso de compañía es educar la sensibilidad en cualquier técnica meditativa: budista, taoísta, mindfulness, yoga, tai chi: es igual, lo que cambia no es el afuera. Lo que cambia, es una misma. Claro que eso requiere tiempo… y ahora que, recluidos, lo tenemos, abundan programas en línea gratuitos para la comunidad.

Cuando se sienta sola o solo, busque alguno: nada pierde y es mucho lo que puede ganar.

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Paulina Rivero Weber
  • Paulina Rivero Weber
  • [email protected]
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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