Cada día aumenta el desencanto por los regímenes democráticos porque se ha agudizado la desigualdad socioeconómica: y muchos han devenido en dictaduras. Sin embargo, sólo en esa clase de gobiernos son posibles las libertades cívicas.
Por tanto, es importante conocer las condiciones mínimas para la existencia, sostenibilidad y perfeccionamiento de la democracia; y cómo sin ellas, forzosamente, naufraga.
Es bien sabido que una condición es la existencia de un régimen constitucional liberal que consagre la libertad de pensamiento y expresión de ideas, y los derechos de afiliarse en partidos políticos y votar en elecciones libres y periódicas.
Pero desestimamos que también es indispensable la participación ciudadana en la planeación del desarrollo socioeconómico, en la prestación de los servicios y en las obras programadas; así como en la supervisión que sólo es realizable mediante una estricta rendición de cuentas.
La intervención ciudadana es fundamental porque la planeación, los servicios y las obras se pagan con los impuestos, por lo tanto, es elemental que quien paga tenga el derecho de supervisar cómo se gastan sus recursos.
Si la planeación, la prestación de servicios y la construcción de obras se manejan como un derecho exclusivo de los gobernantes y no una obligación; y, por lo mismo, ellos no rinden cuentas, la democracia será ficticia y pronto devendrá en una nomenklatura estalinista, esto es, en el gobierno de una élite formada exclusivamente por del partido gobernante.
Un síntoma de esa enfermedad social es el patrimonialismo: esa forma de gobernar en la que todo fluye directamente del líder que deja de distinguir entre su patrimonio personal y el público, y trata los asuntos y recursos del Estado como propios.
En conclusión, la participación ciudadana en la gobernanza y la istración es la piedra angular de la democracia.
