Ya es inocultable que el gobierno de López Obrador arrasó los sistemas de seguridad, salud y educación; y dejó en ruinas la economía, los servicios y obras públicas.
Desmanteló las instituciones responsables de garantizar la información y la rendición de cuentas; debilitó al Instituto Electoral y preparó todo para convertir al Poder Judicial en un organismo de jueces de consigna.
Así, los resultados de la Cuarta Transformación son la desolación y el regreso al pasado antidemocrático, autoritario y ruinoso que creíamos superado.
Encontrar el remedio a esos males y operarlo con éxito, debería ser la misión de la presidenta Sheinbaum y su equipo.
Mutatis mutandis, esto es, cambiando lo cambiable, nuestra situación es equiparable a la vivida por los primeros gobiernos posrevolucionarios que enfrentaron la tarea de pacificar y reconstruir al país.
Después de la Revolución Mexicana, la construcción del nuevo país se hizo de manera paulatina y con graves altibajos; se prolongó desde el final de la Revolución hasta la victoria electoral de Vicente Fox.
En ese largo periodo tuvimos estadistas sobresalientes, líderes sociales y empresariales conscientes de que el gobierno no debe ni puede ser la obra de un caudillo; y sostuvieron que sólo a través de la creación de instituciones robustas y eficientes puede construirse un Estado con desarrollo socioeconómico y justicia social.
La raíz etimológica de la palabra institución, la forman las letras ST; que denotan la idea de permanencia y estabilidad.
Toda institución es un conjunto de normas legales, recursos humanos y materiales relacionados sistemáticamente para la prosecución estable y permanente de una misión política, económica o social.
Si el actual gobierno decide aplicarse en la reconstrucción del país, debería cancelar la elección del Poder Judicial y restablecer las instituciones garantes de la democracia y rendición de cuentas.