El cónclave

El hermetismo alrededor de los cónclaves no es asunto menor: el Vaticano desconectará por completo el internet, su policía peinará con detectores de metales las habitaciones en torno a la Capilla Sixtina y revisará milimétricamente las magras posesiones que los cardenales electores llevarán en sus maletas. Estas estrictas regulaciones alcanzarán hasta a la comida; los pollos enteros, por ejemplo, pudiendo contener algún mensaje escondido en sus cavidades, estarán prohibidos.

Todo comenzó en 1268, tras la muerte de Clemente IV, cuando la reunión para elegir a su sucesor se llevó a cabo en el palacio papal de Viterbo, un pueblo a menos de 100 kilómetros al norte de Roma. Nada inusual entonces: la Capilla Sixtina ha sido sede ininterrumpida de los cónclaves solo desde mediados del siglo 19. La Europa cristiana del Medioevo apenas contaba con 17 cardenales, pero la pugna entre sus dos mayores centros de poder, es decir, entre, por una parte, los Gibelinos del Sacro Imperio Romano y, por la otra, los Guelfos de un Vaticano tan sostenido como subyugado por los reyes Francos, estaba al rojo vivo. Las encendidas deliberaciones duraron, en total, 1006 días —casi tres años—, y solo llegaron a su fin cuando los pobladores de Viterbo, hartos de alimentar y de mantener el decadente estilo de vida de sus príncipes de la Iglesia, decidieron en 1270 tapiar las puertas y ventanas del palacio con los 17 curas dentro.

Cuando ni eso fue suficiente el pueblo comenzó a restringir la entrada de comida al punto de pan y agua, desmantelando parte de los techos del edificio para dejar a sus remisos huéspedes a la intemperie. Con todo, la decisión no llegó sino hasta septiembre de 1271, cuando Teobaldo Visconti, el arzobispo de Lyon, fue coronado como Gregorio X.

Para que no volviera a repetirse nada igual Gregorio pronto promulgó la bula Ubi Periculum, detallando las reglas de las subsecuentes elecciones papales que, de allí en adelante, serían bajo llave y en condiciones de austeridad total. Con variaciones adecuadas a tiempos y contextos, Viterbo fue la plantilla madre de todos los cónclaves por venir, incluyendo el que está por comenzar mañana cuando, si nada lo impide, se llevará a cabo la votación inaugural después de la misa en San Pedro y el encierro de los cardenales en casa Santa Martha. A partir del día siguiente los 135 electores emitirán cada día hasta dos rondas de votos por la mañana y dos por la tarde. Si al tercer día no hay aún un sucesor para Francisco I —cuyo nombre debe ser escrito por al menos 89 electores, dos terceras partes del quorum—, se declarará un receso de hasta 24 horas para hacer oración y diálogo, como le dicen allí a la grilla. En caso de no haber consenso luego de tres o cuatro rondas similares, solo los dos cardenales que hayan recibido más votos en la sesión anterior podrán ser votados, hasta alcanzar alguno los sufragios requeridos.

Cuando eso suceda, se le preguntará al elegido Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem? Y si contesta que sí, humo blanco, campanas al vuelo y Habemus Papam.


Google news logo
Síguenos en
Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.