• Diez años en la vida de Ovidio Guzmán: el capo que no pudo escapar de sus apellidos

  • Un informe militar narra el rol de Ovidio Guzmán en el Cártel de Sinaloa de 2015 a 2018, los años de ascenso de un joven aprendiz. ¿Cuál será su jugada ahora que negocia con EU?
Ovidio Guzmán, de traficar toneladas de droga a colaborador del gobierno de Estados Unidos | Milenio

DOMINGA.– Joaquín Guzmán Loera no tenía nombre. Tenía números. Cuatro dígitos representaban sus 1.68 metros de altura, 74 kilos y 40 años. En 1997 le nombraban el preso 3719 del módulo III en la prisión de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, adonde había llegado tras su captura en la frontera de Guatemala con México. No era un preso cualquiera. Dirigía el cártel, organizaba fiestas, introducía amantes y también se mantenía al tanto de su familia. Pero un hijo en especial le preocupaba: Ovidio, de entonces siete años, de naturaleza tímida y esquiva, tanto que desde pequeño le apodaron El Ratón.

El estudiante. Desde Puente Grande, el padre tuvo un gesto para con el niño que procreó con Griselda López: le aterraba la idea de que, como él, alguna vez perdiera la libertad y confinara su vida a los perímetros de una prisión, así que pidió –ordenóque se le sacara de Sinaloa, pues su linaje le impediría una vida normal, y se le trasladara a la Ciudad de México, donde los apellidos Guzmán y López pasan desapercibidos.

Ahí su madre le buscaría un colegio que agradara a la abuela, Consuelo Loera, mujer devota y temerosa de Dios, para que Ovidio creciera lejos de las costumbres del crimen organizado. El colegio elegido fue el CEYCA de los Legionarios de Cristo, la poderosa congregación católica fundada por el sacerdote y violador serial Marcial Maciel.

De acuerdo con el Departamento de Estado, Ovidio Guzmán nació el 29 de marzo de 1990 | EFE
De acuerdo con el Departamento de Estado, Ovidio Guzmán nació el 29 de marzo de 1990 | EFE

En 1998 el pequeño Ovidio Guzmán cruzó por primera vez el arco de la escuela ubicada al sur de la Ciudad de México en el que se leía Semper Altius, es decir, “siempre más alto”, un lema que resumía la aspiración que debían tener los alumnos para alcanzar su máximo desarrollo intelectual y espiritual.

Ovidio, de ocho años, adoptó la identidad de hijo de un rico ganadero cuyos negocios lo mantenían alejado de la capital. Sólo quienes hubieran notado a los militares al mando del general Roberto Aguilera, director de la Oficina Antinarcóticos del Ejército, rondando por la escuela y anotando la rutina del niño y la madre, se habrían percatado que algo no cuadraba en la versión de la vida del estudiante de tercer año de primaria.

Por dos años, el niño de cabello relamido hacia atrás se integró el equipo de basquetbol, jugó como defensa en la escuadra de futbol y flechó a las maestras por su carácter afable. Hasta que en 2000, las madres de quinto de primaria votaron en la asamblea para que se le prohibiera a Ovidio acompañar a sus hijos a un viaje a Disney, sin explicación de por medio. Aterrada por la idea de que su identidad hubiera sido descubierta, Griselda López lo sacó de la escuela y volvió con él a Culiacán, Sinaloa, donde sus apellidos pesan como plomo y en ninguna escuela se atreverían a negarle algo.

Ovidio Guzmán, un aprendiz de capo

Ovidio Guzmán López fue detenido durante el enfrentamiento en Culiacán Sinaloa. (Especial)
De acuerdo con el Departamento de Estado, Ovidio Guzmán nació el 29 de marzo de 1990 | (Especial)

El ascenso. En los archivos de la Secretaría de Marina elaborados en el sexenio anterior, inmediatamente después del Culiacanazo del 17 de octubre de 2019, están detalladas las tareas que Ovidio Guzmán realizó dentro del Cártel de Sinaloa como un joven que apenas había alcanzado la mayoría de edad.

La ficha, a la que DOMINGA tuvo , cuenta que después de mayo de 2008, El Ratón, de 19 años, dejó de pelear contra sus intenciones de convertirse en veterinario y se rindió ante la inevitabilidad de seguir en el negocio familiar junto a sus hermanos Iván Archivaldo, Jesús Alfredo y Joaquín. Su cuarto hermano, Édgar, había sido asesinado meses antes, intensificando la guerra entre El Chapo y los hermanos Beltrán Leyva.

Las fechas coinciden con las acusaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos: cuando Édgar murió, Ovidio se transformó en aprendiz de capo. Según el orden de los cargos en su contra, al cumplir 18 años su padre liberó una gran cantidad de dinero que había guardado para él y con esos millones comenzó a hacer transacciones de droga a los socios de la familia que le enseñaron con paciencia el negocio del tráfico de narcóticos.

Édgar Guzmán López, el hijo asesinado de "El Chapo"
La muerte de Édgar Guzmán López marcó para siempre el destino de sus hermanos | Especial

Ovidio Gumzán demostró sus dotes de niño aplicado y aprendió las tareas con facilidad. Pronto, compraba cocaína en Colombia, efedrina en Argentina y precursores químicos para hacer fentanilo en Ecuador. A pesar de la naturalidad con la que hacía negocios, sus hermanos veían en su personalidad amable una falla de carácter: le faltaba dureza, agresividad, la rudeza de quien debe moverse entre criminales y políticos corruptos.

Su gentileza convenció a sus hermanos de que era el eslabón más débil del grupo familiar y que había que cuidarlo más que a los otros.

Cuentan los militares en Culiacán que, cuando El Chapo cayó por tercera y última vez y fue extraditado en 2017 a Estados Unidos, El Ratón fue quien quedó más afectado por su ausencia. Incluso, hay quienes aseguran que el dolor del joven de 27 años fue tan grande que quiso renunciar al cártel. Sin el patriarca, el negocio familiar ya no tenía sentido para él. Sus hermanos lo convencieron de mantenerse, en caso de que en el futuro hubiera un escenario para negociar beneficios para el padre desde una posición de poder, aseguran.

Fue liberado debido las intensas bajas militares y civiles en Sinaloa, conocido como “El Culiacanazo”.│AP
Los Chapitos desataron una jornada de intensa violencia en Sinaloa durante los operativos desplegados para aprehender a Ovidio│AP

La protección de los hermanos quedó a prueba en el Culiacanazo, el operativo federal que a las 2:30 de la tarde rodeó y detuvo a Ovidio Guzmán y a sus escoltas, en el fraccionamiento Tres Ríos de Culiacán, Sinaloa, en 2019. El gobierno federal quería asestar otro golpe fulminante al Cártel de Sinaloa, aprovechando que su padre y su familia estaban desmoralizados por una sentencia de cadena perpetua dictada tres meses antes.

Encabezados por Iván Archivaldo, los hermanos soltaron la rienda de más de 800 sicarios que amenazaron con cobrar la afrenta con asesinatos azarosos de inocentes en las calles. La presión funcionó y el presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó la liberación del joven capo para evitar un baño de sangre.

El Ratón había hecho honor a su apodo de escurridizo.

Aunque sólo por un tiempo.

El capo más buscado por cinco millones de dólares

Su liderazgo en las operaciones del Cártel de Sinaloa puso a Ovidio Guzmán en el radar de las autoridades | Especial
Su liderazgo en las operaciones del Cártel de Sinaloa puso a Ovidio Guzmán en el radar de las autoridades | Especial
El auge de Ovidio. Presionado por la oposición política y la prensa internacional, el gobierno del presidente López Obrador convirtió la reaprehensión de Ovidio en una prioridad silenciosa. Era la única manera de sacudirse las acusaciones de complicidad criminal con la familia Guzmán, así como de levantar el ánimo del Ejército y demostrar que el Estado tenía la capacidad de repetir –esta vez con éxito– el operativo de detención.

El Ratón, mientras tanto, se creyó intocable. El mismo informe de la Secretaría de Marina contiene un episodio que retrata la confianza que sentía en sus cuidadores, incluso fuera de su bastión, Culiacán: siendo uno de los hombres más buscados, en agosto de 2021 viajó en una camioneta Land Rover desde un hotel en la colonia Nápoles, alcaldía Benito Juárez, hasta la lujosa avenida Presidente Masaryk en la Miguel Hidalgo.

El chofer vigilado por los marinos detuvo la marcha frente al local 11 de la calle Esopo. Y del vehículo blindado bajó Ovidio, de 31 años, con una barba naciente, gorra de beisbol y lentes oscuros. Sin tatuajes, armas, joyas ni desplantes vistosos. La presencia del “chapito” más famoso pasó desapercibida entre los comensales del restaurante Un lugar de la Mancha, especializado en comida mexicana internacional.

Los militares siguieron la orden dictada desde lo alto de la cadena de mando: no detenerlo, sino darle seguimiento. Lo último que querían era desatar otro Culiacanazo en pleno corazón de Polanco, el barrio donde viven las familias más ricas de la capital del país. Así que sus perseguidores lo vieron pacientemente ojear un libro y luego pedir un brownie con salsa de chocolate, helado de vainilla y un café con leche. Luego pagó la cuenta en efectivo y dejó una generosa propina.

Mientras otros criminales se regodeaban en una dieta sangrienta, de carne roja, vísceras y destilados que arden la garganta, Ovidio Guzmán comía como un niño rico. Pero el Departamento de Justicia de Estados Unidos afirmaba que su comportamiento infantil era una fachada: le achacaban el asesinato a sangre fría de un cantante de música regional mexicana –no se dio a conocer el nombre– únicamente porque se negó a cantar en su boda con Adriana Meza Torres, y de estar detrás del envío de toneladas de fentanilo que mataron a miles de estadounidenses por sobredosis. La recompensa por información que llevara a su captura estaba valuada en cinco millones de dólares.

Adriana Meza, esposa de Ovidio Guzmán, es hija de Raúl Meza alias El M6, un pistolero de alto perfil en el Cártel de Sinaloa | Especial
Adriana Meza, esposa de Ovidio Guzmán, es hija de Raúl Meza alias El M6, un pistolero de alto perfil en el Cártel de Sinaloa | Especial

En el reporte mexicano quedó asentado que, además de aquel local, gustaba de pedir malteadas en el restaurante The Cheesecake Factory de la plaza Parque Delta, donde ese mismo año libró –sin saberlo– un intento de asesinato por un sicario que se arrepintió al ver atestado el centro comercial de la colonia Narvarte.

A pesar de la certeza de su poder, la suerte estaba por cambiar.

Ovidio Guzmán llega al penal de máxima seguridad

Ovidio Guzmán, "el ratón",  hijo del capo el Chapo Guzmán, después de su detención (Foto: especial)
Ovidio Guzmán, "el ratón", hijo del capo el Chapo Guzmán, después de su detención (Foto: especial)

La caída. La vida se achicó para Ovidio Guzmán dos años más tarde. El 5 de enero de 2023, el gobierno de México alcanzó la anhelada revancha: en un operativo de madrugada en Culiacán, fue sorprendido junto a sus escoltas que no pudieron impedir que fuera trasladado, en minutos, a una aeronave de las Fuerzas Armadas y extraído hacia Ciudad de México, mientras el Ejército contenía a una horda de sicarios desorientados y somnolientos.

Los Chapitos respondieron con fiereza atacando caminos, puentes, instalaciones militares y hasta un avión de pasajeros en el Aeropuerto Internacional de Culiacán, pero no lograron la segunda liberación de su hermano. Seis meses de trabajo secreto por un grupo de élite lograron que El Culiacanazo 2.0 se volviera un éxito y López Obrador pudiera sacudirse la sospecha de un acuerdo inconfesable con la familia Guzmán.

Para las 8 de la noche de ese mismo jueves, Ovidio entró al penal de máxima seguridad del Altiplano, donde su padre había vivido por varios años. El miedo del Chapo, que su querido Ratón quedara confinado a una celda y por lo cual lo envió a mil 221 kilómetros de Sinaloa a un colegio católico, se volvió realidad.

Comisionado de penales federales amparado por retraso en caso Ovidio Guzmán
Ovidio Guzmán fue recluido en el mismo penal del que se fugó su padre | Especial

​Los abogados del heredero del Cártel de Sinaloa, que tenía entonces 33 años, pronto exhibieron la personalidad de su cliente: iniciaron gestiones expeditas para que el gobierno federal reconociera sus trastornos de ansiedad y depresión. De ese modo, podrían hacerle llegar hasta su celda los medicamentos del psiquiatra que lo atendía –según su abogado Juan Clemente Morales– desde que movía drogas por el mundo y le preocupaba correr con la misma suerte que su padre y su círculo cercano.

A la par, sus defensores pidieron que se le brindara una dieta especial: nada de alimentos irritantes ni grasosos, extremadamente condimentados o crudos. Argumentaron que, por su personalidad nerviosa, había desarrollado un problema de reflujo que se atendió con una cirugía que hacía imperativa una dieta blanda y rica en proteínas.

DOMINGA reconstruyó el ánimo del Ratón en los 252 días que estuvo preso en México: abatido, apocado, permanecía callado la mayoría del tiempo y, si hablaba, su tema preferido era su esposa y sus hijas. Cuidadoso de contar detalles personales, solía hablar en general de su anhelo por verlas de nuevo. El recuerdo del despertar furioso de la madrugada de su detención le dolía por ellas: que alguien las hubiera maltratado.

“Parecía estar siempre preocupado. La ansiedad se le notaba, no era una actuación. Siempre estaba moviéndose, nervioso. La verdad, un tipo muy educado, correcto, nunca dio problemas. Estaba aislado por la peligrosidad de otros, no él. Jamás hubieras imaginado que era un narcotraficante pesado”, aseguró uno de los celadores que lo conocieron.
Ovidio Guzmán se declarará culpable en Chicago tras llegar a acuerdo con Estados Unidos
Ovidio Guzmán fue extraditado a Estados Unidos el 15 de septiembre, Día de la Independencia de México | Especial

En el día 253 de reclusión, Ovidio Guzmán fue llamado a salir de su celda. Creyó que iría a alguna audiencia programada por sus abogados, pero en cambio fue informado de un viraje inesperado: pese a contar con recursos legales en curso para evitar su extradición, fue empujado a un avión que aterrizó en Estados Unidos, donde agentes de la agencia antidrogas DEA lo esperaban con esposas de muñecas y tobillos para llevarlo al Centro Correccional Metropolitano de Chicago. Perdió el nombre y el Buró Federal de Prisiones le asignó el número de reo 72884-748.

Ten cuidado con lo que deseas: ahora estaba más cerca de su padre, aunque no como lo hubiera querido.

Ovidio Guzmán juega con el aparato de justicia de Estados Unidos

El periodista Luis Chaparro difundió una de las primeras fotos de Ovidio Guzmán recluido en Estados Unidos | X @LuisKuryaki
El periodista Luis Chaparro difundió una de las primeras fotos de Ovidio Guzmán recluido en Estados Unidos | X @LuisKuryaki

El negociador. En un principio, Ovidio Guzmán se resistió a declararse culpable ante las autoridades de Estados Unidos. Sólo tres días después de haber llegado a suelo extranjero, el 18 de septiembre de 2023,se dijo inocente de cinco cargos  que le achacaron en una audiencia inicial en una corte de Chicago, Illinois.

El hijo más famoso del Chapo Guzmán rechazó haber traficado drogas, conspirado para llevar fentanilo por arriba del río Bravo, lavado dinero y disparar armas de fuego. “Se alega que Los Chapitos obtuvieron y transportaron repetida y consistentemente cantidades de varias toneladas de cocaína, metanfetaminas, fentanilo y marihuana desde y a través de América Central y del Sur”, leyeron los fiscales y Ovidio negó con la cabeza.

Su comportamiento en la audiencia de 15 minutos se ciñó al personaje que pintaron sus abogados en México: tranquilo, educado, cabizbajo, medicado contra la depresión y la ansiedad y, pese a su educación en colegios privados, requirió la asistencia de un traductor al español. Los anteojos sobre sus rasgos aniñados le daban la apariencia de un joven profesor, excepto por el overol naranja que indicaba inequívocamente que se trataba de un hombre al borde del abismo. Ovidio pidió permiso para salir bajo fianza y argumentó que su única falta era ser hijo de un padre famoso. El juez negó su petición.

Mientras El Chapo estaba en libertad fue unos de los narcos que más droga traficó según la DEA (isaac Esquivel).
La amplia trayectoria criminal de 'El Chapo' condenó también la vida de sus hijos que siguieron sus pasos (Isaac Esquivel).

La estrategia estaba claramente equivocada. Más de 15 años de investigaciones y evidencia reunida por la DEA, el FBI y más agencias de seguridad no daban a Ovidio Guzmán espacio para la esperanza. Si quería sobrevivir, tenía que jugar con el aparato de justicia de Estados Unidos, no en su contra. Así que empezó a planear su resurgimiento.

Fueron 10 meses de negociaciones. En el mes 11, su hermano Joaquín llegó a Estados Unidos de la mano de un secuestrado, El Mayo Zambada, a quien entregó a agentes del FBI para negociar su rendición y mejores condiciones de reclusión para Ovidio. Aquella traición que desató “la guerra en Sinaloa” le dio las condiciones óptimas para seguir en la concertación con las autoridades estadounidenses que estaban más interesadas en lo que sabía de la narcopolítica que en mantenerlo de por vida en una celda.

En el mes 21, Ovidio alcanzó la victoria. Fue pírrica, pero victoria al fin y al cabo: el 6 de mayo pasado, el Departamento de Justicia de Estados Unidos confirmó que había alcanzado un acuerdo de culpabilidad con el hijo del Chapo Guzmán. El trueque sería simple: El Ratón cambiaría su declaración a culpable y a cambio de una pena reducida entregaría información a los fiscales estadounidenses sobre los entretelones de la narcopolítica mexicana.

No sólo había evitado la muerte por inyección letal o la cadena perpetua en una celda aislada o una estancia en una peligrosa prisión donde el Cártel de Sinaloa no tiene influencia ni capacidad de protegerlo. También logró que 17 de sus familiares fueran aceptados en la tierra del Tío Sam, en los tiempos del presidente Donald Trump, para cuidarlos de cualquier venganza en México por su conversión a testigo protegido.

Por ahora, espera al 9 de julio, cuando se lleve a cabo la próxima audiencia ante la jueza Sharon Johnson, quien escuchará de su voz, ahora de 35 años, reconocer su responsabilidad en lo alto del Cártel de Sinaloa. Y una vez concedido ese deseo a la DEA, El Ratón podrá iniciar su largo pero seguro camino hacia una vida exenta de deudas que incluye malteadas y pastel de chocolate en libertad.



GSC/ATJ


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Óscar Balderas
  • Óscar Balderas
  • Oscar Balderas es reportero en seguridad pública y crimen organizado. Escribe de cárteles, drogas, prisiones y justicia. Coapeño de nacimiento, pero benitojuarense por adopción.
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