Mientras en algún lugar del país alguien escucha un narcocorrido dedicado a Joaquín 'El Chapo' Guzmán, en Culiacán una familia entierra a su hijo, víctima del conflicto armado que las facciones del Cártel de Sinaloa sostienen desde septiembre de 2024.
La escena del corrido —ritmos contagiosos, autos de lujo, armas doradas y mujeres bellas—contrasta con la realidad cruda de miles de mexicanos atrapados en territorios donde la ley difícilmente tiene presencia y donde la violencia ya es parte de la rutina.
La glorificación al narco no solo sobrevive: se alimenta del olvido, la desigualdad y la fascinación que produce el poder sin reglas. Convertido en ícono, el narcotraficante aparece en canciones, series, memes y redes sociales, muchas veces retratado más con otro tipo de características que como lo que realmente es: el rostro visible de una maquinaria de muerte.
El costo humano y social de la violencia narco
En la última semana, MILENIO explicó cómo los capos se convirtieron en íconos de la cultura popular: desde señalar como la pobreza y la falta de oportunidades han jugado un papel importante en la aspiración de la vida narco, hasta como las redes sociales y laindustria del entretenimiento han aprovechado la curiosidad por personajes insertos en la vida criminal para generar contenido y dinero.
Pero, ¿qué hay detrás realmente de las estructuras criminales?
En México, hablar del narcotráfico es también hablar de la violencia diaria que se vive en el país. Cada enfrentamiento, cada ejecución, cada desaparición deja una marca imborrable en miles de familias.
La violencia vinculada a los cárteles ha dejado cifras alarmantes. El sexenio anterior, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, concluyó con casi 200 mil homicidios dolosos; cifra por la que ha sido calificado por el "más violento de la historia" reciente del país.
Las entidades con mayor número de asesinatos, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), fueron Guanajuato, Baja California, Estado de México y Jalisco.
La primera de ellas ha sido zona de disputa territorial durante los últimos años entre dos organizaciones criminales: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL).
Pero el costo humano no se mide solo en muertes. Está en las infancias que crecen en entornos violentos, retenes y balaceras; en los comerciantes que pagan cobro de piso no sólo para continuar trabajando, sino para mantenerse con vida: en los jóvenes reclutados por el crimen organizado convertidos en sicarios; y en las madres buscadoras que recorren el país con picos y palas, en busca de fosas clandestinas y de sus seres queridos.
Las desapariciones: la otra cara del narcotráfico
La desaparición forzada es hoy una de las heridas más profundas que ha dejado el narcotráfico en el país.
En mayo de 2022, México superó la barrera de los 100 mil desaparecidos. En la actualidad, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) refiere que la cifra se posiciona en 127 mil 842 personas —al corte del 2 de mayo—; más de 27 mil desapariciones en tres años.
En cuanto a las entidades que encabezan la lista de desapariciones, destaca Jalisco, con un total de 15 mil 221. Le siguen el Estado de México, con 13 mil 916 y Tamaulipas, con 13 mil 432.
Pero, tal y como el Comité contra la Desaparición Forzada (CED, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas advirtió, "las personas desaparecidas no son las únicas víctimas". Detrás de cada número hay una familia rota, una búsqueda infinita y una historia inconclusa.
Las desapariciones, en muchos casos, no obedecen a razones claras . Son jóvenes reclutados, mujeres silenciadas, testigos incómodos, personas comunes en el lugar equivocado. Y también son castigo, venganza o advertencia. Pero, ¿por qué pese a la violencia y muerte que genera el narco está continúa fuerte?
La impunidad y la falta de justicia ante el poder narco
La expansión del narcotráfico en México no puede entenderse sin la impunidad que lo rodea.
A pesar del incremento en la violencia y el control territorial de los cárteles, las cifras de detenciones, carpetas de investigación y sentencias firmes siguen siendo bajas.
Por otra parte, la colusión entre autoridades y grupos criminales ha debilitado aún más las instituciones de seguridad, mientras que liberaciones de criminales por fallos procesales u operativos mal ejecutados evidencian la fragilidad del sistema.
El rezago institucional es otro factor clave. Las fiscalías estatales están rebasadas, carecen de personal capacitado y muchas veces no tienen los recursos básicos para investigar. A ello se suma la ausencia del gobierno federal en regiones dominadas por el crimen, lo que permite a los cárteles operar con libertad.
Mientras la figura del narco continúan idealizándose y normalizándose, la violencia aumenta.
RMV.
