El Paseo de la Reforma no fue escenario de festejos este Día de las Madres. No hubo rosas, ni desayunos familiares, ni risas en restaurantes abarrotados. En su lugar, hubo gritos. Hubo pasos firmes sobre el asfalto, reclamos y fotografías que narran ausencias.
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Marcharon por Juan Carlos, por Alejandro, por Gibrán. Por cada nombre plasmado en una lona, en una cartulina, en una playera. Un eco en la memoria de quienes los buscan. Marcharon para recordarle al Estado que hay una crisis. Que no es una estadística, que no es protagonismo, que sus desaparecidos tienen rostro, historia, familias. Marcharon para recordar que si ellas no los buscan, nadie lo hará.
“Porque vivos los queremos, vivos se los llevaron”, “Queremos justicia”, “Presentación con vida y castigo a los culpables”, “Los buscamos porque los amamos”, fueron las consignas que rasgaron el aire desde temprano, afiladas como cuchillos.
Palabras que han cruzado generaciones de dolor. Algunas vienen desde los setentas, cuando las desapariciones fueron el trágico telón de fondo de la guerra sucia. Otras nacieron apenas este año, en el presente de un país que sigue sin respuestas.
Los medios documentaron la protesta. Las redes sociales replicaron el reclamo. Y las organizaciones se encargaron de tapizar las calles con los retratos de los hijos que faltan. En cada fotografía, en cada nombre escrito, hay una herida abierta.

Madres, padres, abuelas, tías que buscan a sus hijos. Niñas y niños que crecieron marchando, que buscan a su madre.
Ana María Velázquez busca a Eduardo su hijo "quiso cruzar la frontera, pero lo dejaron en el desierto. Hace tres años que no lo encuentro, ni vivo ni muerto."
Cada 10 de mayo es un día de protesta. Un día para exigir empatía, para exigir respuestas. "Nos dijeron que hay tres cuerpos sin identificar en la Universidad de Texas, pero la burocracia nos impide saber si uno de ellos es Eduardo."
Marisela Ramírez Ibarra busca a su sobrino José Iván, ella no es su madre, pero lo busca como si lo fuera. "Su mamá falleció hace años. Ahora me toca a mí buscarlo, gritar su nombre, no rendirme."
"Él es ciudadano americano. Viajaba a Nava, Coahuila, y en una de esas vueltas, desapareció."
Aquel día, soldados derribaban una casa. Su sobrino, sin imaginar el peligro, tomó fotografías. "Él no sabía el contexto de Coahuila. Pasó por ahí, como cualquier transeúnte… y desde entonces, nada se sabe de él."
Desde el Monumento a la Madre hasta el Ángel de la Independencia, avanzaron juntas las colectivas de madres buscadoras, con el dolor cosido al pecho. La policía capitalina cerró la circulación. Marcharon por Reforma, cruzaron Insurgentes y llegaron al Ángel, el epicentro del reclamo.

Madres de Jalisco, Tamaulipas, Durango, Guerrero, Coahuila. Un país roto hecho protesta. Exigieron justicia por los hijos que se fueron a trabajar y nunca regresaron. Por los que fueron asesinados sin explicación.
"Antes caminaba con ellos a mi lado. Ahora camino con sus cruces. Es mi manera de recordarlos."
Erick y Karen fueron asesinados. Su homicida fue sentenciado a cinco años porque era menor de edad. Ya está libre.
En Ecatepec, los mataron en su casa. "Fue mi sobrino, el hijo de mi hermano, quien los asesinó. Dolor tras dolor, golpe tras golpe. Y la justicia… si es que se le puede llamar así… solo le dio cinco años."
"Desde que nos arrancan a nuestros hijos se acaba la celebración, se acaba la vida, totalmente”, dice Sacrisanta a MILENIO.
Este 10 de mayo ni para ella ni para un millar de participantes en esta marcha hubo celebración. Porque mientras falten, seguirán marchando. Hoy, marcharon por José Eduardo, por Patricia, por Estefanía, por Iván. Por cada hijo e hija de quienes no dejarán de buscar.
CV