Instagram se ha convertido en el gran juez de relaciones amorosas y de amistad de la generación Z y Alpha, e incluso parte de la Millennial.
¿Qué importa si el último o con una amiga fue años atrás? Mientras los likes en las fotos y el follow continúen, también lo hará el afecto.
Con los noviazgos es similar: la primera foto de pareja confirma la relación y los comentarios o posts románticos dan a entender que “todo va bien”. Sin embargo, las alarmas se encienden cuando en una story se escucha una canción triste, las fotografías desaparecen del grid o si las dos partes dieron unfollow. Ahí ya no hay vuelta atrás: la relación terminó.
El rol de la red social de la “camarita” volvió a observarse con la controversia de Justin Bieber tras “felicitar” a Hailey, su esposa, por aparecer en la portada de Vogue. Aunque su noviazgo y eventual matrimonio se han regido, al menos ante el público, por lo que ocurre o no en la plataforma.
En abril del 2025, por ejemplo, comenzaron a efervescer rumores de una posible crisis marital luego de que fans notaran un supuesto unfollow de la supermodelo al cantante. Lo mismo ocurrió en febrero del mismo año, cuando el intérprete de “Baby” había dejado de seguir a Hailey.
Ambas situaciones fueron desmentidas por el matrimonio Bieber, afirmando que se había tratado de un intento de hackeo a sus cuentas o un glitch (fallo en la plataforma).
Mientras que en la polémica de la portada de Vogue, fans— y quienes estuvieron al tanto del chisme— aseguraron que Selena Gómez externó su apoyo a la modelo ante el desafortunado mensaje de su esposo. Pero esta interpretación no estuvo basada en algún mensaje, sino en un like y una story.
El caso del matrimonio Bieber refleja cómo las relaciones personales se desarrollan, forjan y hasta terminan en las redes sociales. Tanto que un like, comentario o unfollow puede comunicar más que cualquier mensaje o pronunciamiento.
Sin embargo, por mucho que pueda sorprender, este fenómeno es cada vez más natural. Especialmente en la generación de las y los nativos digitales, quienes nacieron y crecieron junto a las tecnologías del mundo digital, lo cual les permitió desarrollar de manera innata las habilidades para utilizarlas.
Y dentro de sus características está, justamente, el tener un perfil en redes como Facebook, YouTube, Instagram o Tiktok.
“Estos espacios virtuales son los que cada vez más van pautando no sólo la comunicación entre personas, sino también los vínculos afectivos”, señaló el doctor Emiliano Villavicencio Trejo.
En entrevista con MILENIO, el psicólogo reconoció que el uso de las redes sociales como los canales de comunicación por excelencia puede generar sorpresa, extrañeza y hasta preocupación.
Sin embargo, cambiar esta realidad es poco probable y podrá perdurar hasta que las y los s lo permitan. Y para comprenderla, el primer y más importante paso es no compararla con el pasado— cuando, por ejemplo, un rumor tardaba días en pasar de "boca en boca", mientras las cartas eran la mensajería de cabecera—.
“Para una persona entre 18 y 30, o hasta 35 años, es absolutamente natural y hasta orgánico que se construya un vínculo emocional y todo lo que implica (...) Más bien, cuando nos instalamos en la forma que anteriormente se construían, es ahí donde viene el asombro”, agregó Ramírez.
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Jóvenes apuestan por la inmediatez … hasta en las relaciones
La respuesta a la pregunta “¿Por qué los jóvenes prefieren socializar en redes?” puede variar según la persona: quizá temen a convivir con extraños, tienen más tiempo para pensar en las respuestas o confían en que los perfiles de Instagram o Facebook son un fiel reflejo de la verdadera personalidad.
Sin embargo, el sociólogo Zygmunt Bauman planteó que este fenómeno es una “modernidad líquida”: cuando los vínculos humanos despiertan fragilidad, sentimientos de inseguridad y deseos conflictivos, a tal punto que sí hay una intención de “estrechar los lazos pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para desnudarse”. O como el especialista explicó a MILENIO:
“(Hay) poco problema para el desapego, pero también desafortunadamente con muy poca profundidad en esos vínculos. (...) Pueden desaparecer relativamente rápido en la línea de tiempo. Hay una especie de vacío existencial justamente por lo líquido de las relaciones”.
En su momento, recuerda Villavicencio, los encuentros físicos en lugares como cafeterías, restaurantes o parques dotaban de un sentido de pertenencia y de identidad mucho más profundo que las redes sociales no proveen.
Ahora, desde el otro lado del ring, las plataformas han abierto nuevos panoramas para el surgimiento de amistades o noviazgos: desde encariñarse con alguna persona al otro lado del mundo, hasta ‘acompañar’ a la pareja en su viaje de verano, sin estar necesariamente a su lado.
Por supuesto, todo en exceso es malo. Y el hecho de dejar en manos de las redes sociales el futuro de nuestra vida social abre el debate respecto al significado que adquieren los encuentros frente a frente.
“Muchos jóvenes no necesariamente buscan el encuentro físico”, señaló Villavicencio.
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¿Se está perdiendo el o cara a cara?
De acuerdo al estudio Digital 2019 Global Overview, de “We Are Social y Hootsuite”, las y los jóvenes de entre 18 y 34 años son quienes más utilizan las redes sociales a escala mundial; dedicando una gran parte de su tiempo, justamente, a hacer más amigos o amigas.
“Las relaciones sociales que a través de ellas establecen son significativas para ellos y les abren un enorme y variado abanico de posibilidades”, señala Luciana Merino en su artículo Jóvenes en redes sociales: significados y prácticas de una sociabilidad digital.
Pero si ese es el común denominador, osea lo natural en la generación... ¿En dónde quedan las relaciones de cara a cara que no requerían ninguna app o dispositivo electrónico para sustentarse? Para Villavicencio, están después de ese primer like, reacción o mensaje de “Hola”, “¡Vamos a vernos!” o “te invito un café”.
O sea que no desaparecen, sino que se integran a un nuevo proceso de construcción social.
“No se descarta el encuentro cara a cara. Sólo no es el primer escenario a donde acuden las personas de estas nuevas generaciones para la construcción del vínculo. Más bien, es algo que sí sucede, incluso de manera natural, pero no sucede inmediatamente. Sucede después de una serie de decisiones y acuerdos que están primeramente regulados por lo digital”.
Hoy en día, las amistades y las relaciones de pareja también se miden por likes, follow, retweets e intercambios de memes; los cuales llegan a tener más valor que cualquier mensaje o plática profunda. A veces es más fácil “dejar de seguir” a alguien Instagram para terminar con un vínculo que citarse en algún lugar y conversar de lo ocurrido.
Pero lo extraño no es necesariamente malo. Únicamente son distintas maneras de vida social, las cuales pueden complementarse con las que reinaban décadas atrás.
“Se están trastocando las formas de construir relaciones. Debemos aprender a mirarlas desde esta nueva forma de construcción, pero no podemos mantenernos ajenos a que hay consecuencias psicosociales, como la poca tolerancia y la frustración al no obtener de manera inmediata lo que se desea”, atajó el especialista.
ASG
