Positiva, entusiasta y comprometida con sus alumnos, así es Karina Janeth Ruiz Valles, maestra que desea que los niños que hoy ocupan un lugar en el aula se conviertan, el día de mañana, en hombres y mujeres de bien.
Desde hace 10 años, Karina Ruiz ejerce como docente en la Escuela Primaria Xicoténcatl, donde asegura que cada jornada es una oportunidad de aprendizaje mutuo con sus estudiantes.
“Todos los alumnos tienen la capacidad de realizar las actividades que se les proponen. El aprendizaje no tiene límites, y eso hay que enseñarlo desde los primeros años de escuela”, afirma.
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Enseñar con empatía e inclusión
Por primera vez en su carrera, este ciclo escolar Karina tiene a su cargo a una niña con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Reconoce que ha sido un reto nuevo, pero también una experiencia transformadora.
“Esto nos exige como docentes estar preparados, investigar y actualizarnos constantemente. Al principio contaba con una maestra sombra, pero después de las vacaciones la alumna llegó desorientada. Hoy, el acompañamiento de su mamá ha sido fundamental para avanzar en el aula”, comparte.
Uno de los principales retos, confiesa, es la comunicación. “En clase no se expresa completamente. Las indicaciones deben ser claras y precisas, pero no siempre se obtiene el mejor resultado. Sin embargo, seguimos trabajando cada día”, relata.
Prepararse para transformar
Karina asegura que para estar frente a grupo, más allá de la formación académica, se requiere vocación.
“Después de eso, es necesario tener disposición para seguir aprendiendo, investigar y no quedarnos con lo que pasa en el salón de clases. Conocer a los niños es clave para ayudarlos a crecer académicamente”.
Actualmente, cursa el doctorado en Educación, con enfoque en educación especial. Además, participa activamente en los consejos técnicos escolares y ha asistido a cursos sobre autismo.
“Trato de estar lo más actualizada posible para enseñar a todos los niños. Considero que para atender a las infancias es importante conocer también su contexto social y familiar, porque todo influye en su aprendizaje”, señala.
Para ella, ser inclusivo no solo es permitir el al aula, sino brindar oportunidades reales de participación y desarrollo: “Todos deben tener los recursos necesarios para desenvolverse en el ámbito escolar”.
El motor: la felicidad de los niños
Al final del día, Karina Ruiz tiene claro su objetivo: formar estudiantes felices. “Si los niños son felices, se convertirán en adultos realizados, en profesionistas comprometidos con su entorno”.
“La vocación es fundamental. Sin ella, se pierde la empatía, la motivación y el deseo de contribuir al desarrollo académico de los alumnos. Pero cuando se tiene, se logran las metas”, concluye convencida.
edaa