Cultura

Los ricos también van al cielo

Toscanadas

En una sociedad clasista, Jesús siempre tuvo la puerta abierta con los ricos.

Hay quien dice que Jesús el Nazareno era pobre, pero si llegaron tres reyes con su comitiva desde Oriente, con obsequios de oro, incienso y mirra, no habrán traído un prodigioso miligramo de cada cosa, sino suficiente cantidad para halagar al rey de los judíos.

Tiempo antes, cuando la reina de Saba visitó a otro rey de los judíos, llegó “con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en gran abundancia, y piedras preciosas… Y dio al rey ciento veinte talentos de oro, y mucha especiería, y piedras preciosas; nunca vino tan gran cantidad de especias, como la reina de Saba dio al rey Salomón”.

Se dirá que Melchor, Gaspar y Baltasar no eran reyes, sino magos, pero la tradición siempre los ha presentado con galas de monarcas, y Mateo nos cuenta que “abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. La palabra “tesoro” implica que la familia nazarena salió de pobre. Bastaría que le hubiesen llevado un talento, pues cuentan quienes hacen las conversiones que tal cantidad equivale hoy a unos veinte millones de pesos.

En sus jóvenes apariciones, Jesús no andaba de pobretón. Ni cuando habló con los doctores de la ley, ni en las bodas de Caná, cuando tuvo la finura de sumiller para convertir el agua en un grand cru.

Si necesitaba dinero, a falta de cajeros automáticos, lo sacaba del vientre de los peces. Jesús le dijo a Pedro: “Ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero”, que equivale a cuatro dracmas.

Como hombre al que le regalaron riquezas, que aparece monedas, vino, pan y pescado, le dice a sus discípulos que no se preocupen por lo que han de comer ni por su vestido, pues si Dios alimenta a los cuervos, tanto más hará por ellos.

En una sociedad clasista, Jesús siempre tuvo la puerta abierta con los ricos. Con ellos comía. Cenó la última cena en una mansión y, aunque no suelen aparecer en la foto, tuvieron para la velada un montón de sirvientas y mozos y cocineros que les prepararon el banquete pascual. Cenaron y se retiraron sin recoger la mesa ni lavar los platos. Un hombre opulento le facilitó la tumba en la que había de resucitar al tercer día.

En el evangelio de Marcos le llaman “carpintero”, pero en el de Mateo, que nos cuenta sobre los tesoros que recibió el niño Jesús, le llaman “hijo del carpintero”. Y sabemos que la palabra empleada en la versión griega era tekton. Con un poco del tesoro de los reyes magos, José bien pudo agregarse el prefijo arqui- y montar un despacho de arquitectos.

El arte renacentista no pintó a María en trapos, sino con ropajes dignos de una reina.

Tan pronto el cristo dice: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de Dios”, continúa con “Para los hombres es imposible; mas para Dios, no”.

AQ

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