En una esquina del desierto lagunero, donde el sol dora las calles y la memoria se guarda en cajas de cartón, floreció una joven con manos de azúcar y alma de artista: Yokëbet Meraz Adame, de apenas 22 años, originaria de Torreón, Coahuila.
De su nombre Yokëbet, nació también su emprendimiento: 'Yocakes', un taller de repostería donde el arte no solo se ira, se saborea.
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Aunque comenzó en 2022 como un juego entre amigos y familia, lo que era un pasatiempo espontáneo se volvió pronto una vocación. Las manos que aprendieron a batir sueños como merengue en una pastelería ajena, encontraron luego el coraje para renunciar, crear, y volver al horno con la convicción de que el azúcar también puede contar historias. Así, entre moldes y mangas pasteleras, Yokë encontró su verdadera receta: libertad creativa con sabor a nostalgia.
De todos los dulces que brotan de su cocina, son las galletas las que cuentan susurros más íntimos. No son simples bocados; son recuerdos comestibles. Allí, en una base crujiente y dorada, aparecen sonrisas, abrazos congelados en una fotografía, un instante que se transforma en homenaje. Imprime imágenes de seres queridos, bodas, cumpleaños, y las enmarca —literalmente— en azúcar.
“Hay quienes prefieren guardarlas, como se guarda una carta querida”, añadió. Agregó que los diseños son tanto tipo polaroid como marcos vintage, que no solo decoran, sino que conservan.
Yocakes se ha vuelto así un relicario dulce
Una especie de álbum que en lugar de hojas tiene sabores, y en vez de tinta usa tinta comestible. Porque para Yokë, un postre no es solo un final feliz, sino una forma de inmortalizar los momentos. Sus galletas no se comen, se contemplan. Y cuando por fin se deshacen en la boca, lo hacen con la delicadeza de un recuerdo que se marcha sin hacer ruido.
Para quienes deseen convertir un recuerdo en una dulce obra de arte, Yokëbet recibe pedidos directamente al número 871 382 2451, donde con gusto atiende cada solicitud con la dedicación y detalle que caracteriza a Yocakes.
Así, entre papel arroz, tinta comestible y un corazón que no teme experimentar, Yokëbet ha logrado algo más que un emprendimiento: ha tejido un puente entre el arte y el paladar.
En su repostería, los momentos importantes no solo se recuerdan... también se saborean.
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