Al grito de "Sí se puede", cientos de latinos desafiaron el riesgo de ser detenidos o deportados por protestar frente a la Casa Blanca en demanda de respeto y dignidad del presidente Donald Trump, así como evitar medidas migratorias radicales y recortes a los principales programas sociales del país, como el Medicare y Medicaid.
La movilización arrancó en el corazón del barrio latino en Franklin Park y se trasladó a pie hasta el parque Lafayette en la acera frontal de la Casa Blanca, donde se encuentra empalizada una valla permanente de seguridad y agentes del Servicio Secreto no permitieron que los manifestantes se acercaran a la reja de la Casa Blanca.
"Donald Trump, no eres rey, obviamente no entiendes la Constitución. Lo único que te interesa es la plata y no los seres humanos y no lo vamos a permitir", exclamó la directora ejecutiva del Centro para la Democracia Popular, Analilia Mejía.
De manera sorpresiva llegó el templete Jennifer Vazquez Sura, esposa de Kilmar Abrego Garciea, el residente del aledaño estado de Maryland deportado “por error istrativo” a El Salvador y que es el epicentro de una batalla legal en marcha que involucra al Departamento de Justicia, jueces federales y la Suprema Corte de Justicia.
"Estoy aquí a pesar de los intentos de esta istración de romper mi espíritu. Estoy aquí con ustedes con la frente en alto demandando justicia para mi esposo", dijo a la multitud antes de romper en llanto.

La movilización formó parte de una jornada nacional de protestas en decenas de ciudades de Estados Unidos contra la agenda económica y migratoria de Trump en la semana donde cumple 100 días en el poder.
En Nueva York, la demócrata Alexandria Ocasio-Cortés pidió a los manifestantes no rendirse. “Nuestra pelea aún no termina”. En Filadelfia, el senador socialista de Vermont, Bernie Sanders, defendió la necesidad de “confrontar a la oligarquía” y exigir que todas las personas “tengan un estándar de vida decente”.
Chicago, Illinois
Un hombre con playera azul luce una curiosa frase en el pecho: "Chinga tu MAGA", en referencia al slogan del presidente Donald Trump Make America Great Again. Sus padres migraron de Guatemala a Estados Unidos hace más de 50 años y con esfuerzo lograron obtener la ciudadanía.
Érick Ortiz, su hijo, nació en Estados Unidos y no tuvo que pasar por todo lo que pasaron sus padres, y por eso, participó en la marcha del Día de los Trabajadores este 1 de mayo en Chicago, Illinois.
“Yo estoy aquí defendiendo a las personas que no pueden defenderse, estoy aquí por ellos hoy. Él es racista, no quiere a los latinos, dice que todos los latinos son criminales y por eso es que yo decidió imprimir esta camisa”, dijo en entrevista con Milenio.

Junto a otros miles de personas, según fuentes oficiales y de la organización de la marcha, más de cien mil, marcharon y protestaron en contra de la retórica y las políticas antimigrantes de la actual istración en Estados Unidos, enmarcadas principalmente en decenas de redadas para identificar, arrestar y deportar a personas sin documentos legales de estadía.
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Desde piñatas de Trump y de ICE, la agencia antimigrantes por excelencia, hasta pósters que comparan al presidente con Hitler o que lo dibujaban como la nueva pandemia, por más de dos horas los manifestantes marcharon de Union Park a Butler Park, donde concluyeron con un pequeño evento donde el alcalde Brandon Johnson, un opositor por naturaleza de Trump, aseguró que mientras tenga aliento, y un cargo público, protegerá a los migrantes y a la clase trabajadora.
“Porque tenemos la fuerza para estar aquí fuera hoy vamos a proteger el interés de la gente trabajadora y permanecer y defender la evolución de la democracia”, dijo durante su discurso.
Durante su recorrido, cientos de ciudadanos observaban desde sus oficinas, en las calles o incluso desde balcones la procesión. Algunos incluso lanzaron muestras de apoyo.
Negocios, principalmente restaurantes, incluso decidieron regalar agua y permitir a sus trabajadores salir a la calle cuando pasaba el contingente: se trataba de empleados migrantes.
Sonaban tambores, trompetas y bocinas, siempre apoyando a los migrantes y señalando a Trump por sus duras medidas contra ellos: “el pueblo, unido, jamás será vencido” y “sin odio, ni miedo, los migrantes son bienvenidos aquí”, retumbaron cientos de veces.
Bajo las lilas que florecen en estas temporadas en Chicago, junto a sindicatos de trabajadores, activistas, grupos en defensa de Palestina y defensores de la comunidad LGBT+, también participaron padres y sacerdotes, los dirigentes de las iglesias que, junto a las escuelas, aún siguen siendo refugios para la comunidad migrante.
“Los migrantes son la sangre de este país, nuestro país fue hecho por ellos y sigue siendo, pero muchos están bajo ataque por la actual istración, de forma injusta, y estamos aquí, especialmente hoy, para protestar contra las deportaciones injustas y por el miedo bajo el que viven”, dijo Steve Niskanen, sacerdote de la Arquidiócesis de Chicago y miembro de Sacerdotes por la Justicia para los Migrantes, un grupo de católicos que buscan impulsar los derechos de las personas en situación de movilidad
HCM