¿El dominio del dólar está a punto de desvanecerse? Donald Trump insiste en que “si perdiéramos el dólar como moneda mundial, eso equivaldría a perder una guerra”. Sin embargo, él mismo puede ser la causa de tal pérdida. La dependencia de una moneda extranjera tiene que ver con la confianza en su solidez y liquidez. La confianza en el dólar se ha ido erosionando lentamente durante un tiempo. Ahora, con Trump, Estados Unidos se volvió errático, indiferente e incluso hostil: ¿por qué confiar en un país que puso en marcha una guerra comercial contra sus aliados?
Sin embargo, aunque los externos pueden querer diversificar sus inversiones para alejarse del dólar, no cuentan con una alternativa convincente. Entonces, ¿qué, si acaso hay algo, puede reemplazar su hegemonía?
El dólar es la moneda líder del mundo desde hace un siglo. Sin embargo, reemplazó a la libra esterlina después de la Primera Guerra Mundial, a medida que el poder y la riqueza de Reino Unido declinaban. De manera objetiva, EU no está en declive como lo estaba Reino Unido en aquel momento: según el Fondo Monetario Internacional (FMI), su participación en el PIB nominal mundial fue de 26 por ciento en 2024, frente a 25 por ciento en 1980. Dado el ascenso de la economía china durante ese periodo, esto es notable.
Estados Unidos también se mantiene a la vanguardia del desarrollo tecnológico mundial y es la principal potencia militar. Sus mercados financieros siguen siendo, por mucho, los más profundos y líquidos. Además, en el cuarto trimestre del año pasado, 58 por ciento de las reservas mundiales estaban en dólares, una cifra inferior al 71 por ciento del mismo lapso de 1999, pero muy por encima del 20 por ciento del euro. Según MacroMicro, 81 por ciento del financiamiento del comercio, 48 por ciento de los bonos internacionales y 47 por ciento de los activos bancarios transfronterizos todavía están en dólares.
Entonces, ¿qué puede salir mal? En su obra sobre el sistema internacional, Charles Kindleberger argumentó que la estabilidad de una economía mundial abierta depende de la existencia de una potencia hegemónica dispuesta y capaz de proporcionar bienes públicos esenciales: mercados abiertos para el comercio, una moneda estable y una entidad de crédito de último recurso en caso de crisis. Los británicos proporcionaron los tres bienes hasta 1914. EU lo hizo después de 1945. Pero en ese intervalo Reino Unido no pudo —y Estados Unidos no quiso— proporcionar estos bienes. El resultado fue catastrófico.
La era de la hegemonía del dólar ha experimentado varias crisis. La recuperación de la posguerra de Europa y Japón socavó el sistema de tipo de cambio fijo acordado en Bretton Woods en 1944. En 1971, Richard Nixon, el presidente más parecido a Trump, devaluó el dólar. Esto, a su vez, provocó una alta inflación, que no terminó hasta la década de 1980. También condujo a la flotación de los tipos de cambio y a la creación del mecanismo cambiario europeo y, después, del euro. Aunque los economistas solían pensar que las reservas de divisas dejarían de ser importantes en un mundo de tipos de cambio flotantes, una plétora de crisis financieras y monetarias, sobre todo la asiática de finales de la década de 1990, demostraron lo contrario. Las presiones de la Reserva Federal también demostraron ser de continua importancia, sobre todo en la emergencia financiera de 2008-2009.
En resumen, las condiciones de Kindleberger siguen siendo relevantes. También lo es el aspecto más amplio de que las externalidades de red apoyan el surgimiento y la sostenibilidad de las monedas globales dominantes, ya que todos los s se benefician de usar la misma moneda que los demás y continuarán haciéndolo si pueden. Pero ¿qué sucede si la potencia hegemónica utiliza todos los recursos económicos a su alcance, incluidas las sanciones financieras, para salirse con la suya? ¿Qué sucede si amenaza con invasiones de países amigos y alienta que déspotas invadan países amigos? ¿Qué sucede si la potencia hegemónica socava su propia estabilidad fiscal y monetaria y las bases institucionales de su éxito económico? ¿Qué sucede si su líder es un bravucón sin principios?
Entonces, tanto los países como los individuos considerarán alternativas. La dificultad radica en que, por insatisfactoria que sea la potencia hegemónica, las alternativas parecen peores. El yuan puede ser la mejor moneda para comerciar con China, pero ese país tiene controles de capital y mercados de capital internos no líquidos. Esto, además, refleja la prioridad estratégica del Partido Comunista Chino, que ostenta el control, tanto económico como político. Es muy probable que Pekín también utilice la coerción económica. Por lo tanto, no puede ofrecer los activos líquidos y seguros que históricamente ha proporcionado EU.
El euro no padece estas desventajas. Entonces, ¿no puede reemplazar al dólar, al menos en parte, como argumenta Hélène Rey, de la London Business School? Sí, puede, pero también sufre de defectos. La eurozona está fragmentada, porque no es una unión política, sino un club de estados soberanos. Esta fragmentación política también se refleja en la fragmentación financiera y económica, que limita la innovación y el crecimiento. Sobre todo, la Unión Europea no es una potencia hegemónica. Su atractivo puede superar al de Estados Unidos en su peor momento, como el actual, pero no es rival para EU en su mejor momento.
Entonces, nos encontramos ante una competencia entre tres alternativas, con otras opciones —una moneda global o un mundo basado en criptomonedas— seguramente inconcebibles. La primera opción será la transformación de China o la eurozona y, por consiguiente, el surgimiento de una de ellas como emisora de una moneda hegemónica. La segunda será un mundo con dos o tres monedas en competencia, cada una dominante en diferentes regiones. Pero los efectos de red crearán equilibrios inestables en un mundo así, ya que la gente cambiará con rapidez de una moneda a otra. Esto será más parecido a las décadas de 1920 y 1930 que a cualquier otra situación posterior. La tercera es que continuara el dominio del dólar.
¿Qué tipo de hegemonía del dólar puede ser esta? Idealmente, resurgiría Estados Unidos como un país confiable, pero esto es cada vez más improbable, al tener en cuenta el daño que se está causando tanto en el país como en el extranjero. En el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. De igual manera, incluso una moneda vigente defectuosa puede seguir dominando el mundo dada la falta de sustitutos de alta calidad. A Trump le gustaría este mundo. A la mayoría de nosotros no.