La transformación del orden económico mundial, el giro proteccionista de Estados Unidos (EU) y los desafíos estructurales que enfrenta México, colocan al país en una encrucijada clave. Frente a los nuevos aranceles al acero, aluminio y autos, así como a la creciente incertidumbre geoeconómica, la competitividad nacional se convierte en la mejor defensa para el país.
En entrevista, Óscar Ocampo, director de Desarrollo Económico del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), analiza cómo debe responder México ante este nuevo entorno global, el papel del Plan México como ancla estratégica y las condiciones necesarias para atraer inversión productiva en un momento de alta volatilidad.
“México cuenta con una ventaja clave: posee una de las redes de tratados comerciales más amplias del mundo”, Ocampo.
¿Cómo impactan los aranceles de Trump al orden económico mundial?
El orden económico basado en reglas –establecido desde la posguerra, con los acuerdos de Bretton Woods y el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) a finales de los años cuarenta– está siendo cuestionado de forma significativa. De hecho, su principal promotor, Estados Unidos (EU), es ahora quien lo está desmantelando.
En ese sentido, el orden económico mundial atraviesa su transformación más profunda en décadas. ¿Cuál será el resultado? Aún no lo sabemos. Lo que sí es claro es que instrumentos como los tratados de libre comercio, la Organización Mundial del Comercio y las rondas multilaterales de liberalización han pasado a un segundo plano.
Hoy estamos entrando en una nueva etapa, en la que EU ejerce su poder geoeconómico mediante la presión y la amenaza: “bajas aranceles o te cierro mi mercado”. Este nuevo enfoque deja atrás el diálogo multilateral y abre paso a un mundo más incierto y peligroso que el anterior.
¿Cómo se encuentra México frente al giro proteccionista de EU?
En primer lugar, es cierto que nos encontramos en un entorno donde EU está adoptando una postura más proteccionista. Sin embargo, ahí se abre una oportunidad para México. En términos relativos, estamos mejor posicionados que muchos otros países, aunque en términos absolutos nuestro al mercado estadunidense ha disminuido respecto a lo que teníamos antes del 20 de enero de este año.
Dicho de otra manera: México ha perdido en términos absolutos, pero comparado con actores como la Unión Europea, China o Vietnam, nuestra posición sigue siendo relativamente más favorable. Esa diferencia relativa representa una oportunidad que el gobierno mexicano debería analizar a fondo para definir cómo capitalizarla.
Además, hay otro punto clave: el único acuerdo comercial que se ha mantenido con preferencial al mercado estadunidense es el T-MEC. Eso representa un reconocimiento implícito por parte de EU de la relevancia del tratado y del valor estratégico de la integración económica de América del Norte.
En otras palabras, no puede haber un EU verdaderamente competitivo sin México y Canadá como socios. Este hecho es de gran importancia para México, especialmente de cara a la revisión del T-MEC en 2026.
¿Qué tan recomendable es para México estrechar lazos comerciales con otros países?
Es fundamental pensar en ambas direcciones del comercio: tanto en las importaciones como en las exportaciones. Por ejemplo, México es uno de los principales compradores de productos estadunidenses, y también somos grandes importadores de granos como trigo, sorgo, alfalfa y maíz amarillo. Por eso, en un escenario donde la relación comercial con EU se complique, México debe tener previstas alternativas. Países como Brasil y Argentina, potencias agroalimentarias, pueden convertirse en socios estratégicos en este sentido.

En cuanto a las exportaciones, México cuenta con una ventaja clave: posee una de las redes de tratados comerciales más amplias del mundo. Tenemos 14 acuerdos de libre comercio, que nos permiten interactuar comercialmente con América del Sur, Europa, Asia-Pacífico y, por supuesto, América del Norte. Además, contamos con una ubicación geográfica privilegiada y una arquitectura institucional que facilita el comercio internacional. Aunque es cierto que, por razones geográficas, EU siempre será nuestro principal socio comercial –es el mercado más grande del mundo y está justo cruzando el río Bravo–, también lo es que México debe explorar cómo sacar mayor provecho de los tratados que ya tiene firmados.
Dos acuerdos en particular merecen atención: primero, el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífica (TIPAT), que nos conecta con países clave de Asia y Oceanía, así como con socios en Sudamérica. Y segundo, la modernización del acuerdo comercial con la Unión Europea. Este tratado, que entró en vigor en el año 2000, ha sido objeto de una negociación de modernización que prácticamente ha concluido, tras varios años de avances e incluso un ime prolongado durante el sexenio anterior.
Hoy, el reto es claro: acelerar tanto la firma como la ratificación del nuevo acuerdo, tanto en Europa como en México. Esto no solo ampliará el a productos –como los bienes agropecuarios, que no estaban cubiertos en el acuerdo original pero sí lo estarán ahora–, sino que también enviará un mensaje muy poderoso al mundo: México sigue comprometido con la apertura comercial y con un orden internacional basado en reglas.
En un contexto mundial de creciente proteccionismo, México tiene la oportunidad –y la responsabilidad– de presentarse como un país que apuesta por el libre comercio, la certidumbre y la cooperación internacional.
¿Cómo prepara el Plan México al país para ser más competitivo?
La estrategia cobra una relevancia crucial en el contexto actual. Su correcta implementación –e incluso la posibilidad de ir más allá de lo ya contemplado– resulta fundamental. Al final del día, el mejor antídoto ante las tensiones comerciales y la incertidumbre es la competitividad.
Esto implica garantizar el a precursores clave, como una energía asequible, confiable, diversificada y con bajas emisiones. También se requiere una logística de excelencia, algo que el Plan México contempla mediante la modernización de 11 puertos, además de vías férreas y carreteras, que permitan transportar mercancías desde el Bajío o el norte del país hasta la frontera de manera eficiente.
Otro pilar fundamental es el Estado de Derecho. Las inversiones requieren certidumbre. Los inversionistas deben tener la confianza de que las reglas del juego no cambiarán en el mediano plazo, comprometiendo sus decisiones de largo aliento. Asimismo, necesitan la garantía de que, si enfrentan un conflicto con el gobierno, podrán defenderse ante un Poder Judicial independiente.
ÉL DICE“No puede haber un EU verdaderamente competitivo
Sin México y Canadá como socios”.
El Estado de Derecho también se refleja en lo regulatorio: las empresas deben tener certeza de que no habrá tratos arbitrarios ni preferenciales para algunos actores, lo cual puede distorsionar la competencia.
Y, por supuesto, está el tema de la seguridad. Es indispensable que un inversionista tenga la confianza de que, si introduce insumos por Veracruz, no correrá el riesgo de ser asaltado en su trayecto a Puebla o a la Ciudad de México. La seguridad en carreteras es clave para mover bienes desde estados como Guanajuato hasta la frontera con EU, sin temor a robos o interrupciones.
Estos son, sin duda, algunos de los principales focos rojos que deben atenderse con urgencia. El Plan México incorpora buena parte de estas soluciones, pero su éxito dependerá de su ejecución y de la voluntad para convertir a México en un verdadero destino competitivo, capaz de consolidarse como una plataforma exportadora estratégica hacia EU.
¿Qué impacto tienen los aranceles al acero y aluminio en la industria mexicana?
Tener un comercial relativamente favorable no significa que no existan focos rojos importantes. Hay dos grandes temas que destacan en este momento. El primero, como ya se mencionó, son los nuevos aranceles al acero y al aluminio. A diferencia de la primera imposición en 2018, la lista de productos afectados es ahora más amplia. Por ejemplo, la semana pasada se incluyó la cerveza enlatada, lo cual es especialmente relevante si consideramos que México es el principal exportador de cerveza del mundo y el mayor proveedor para el mercado estadunidense. Esto representa un impacto considerable para nuestro país.
El segundo tema crítico es la imposición de aranceles en el sector automotriz. La gran historia de éxito del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha sido, precisamente, esta industria. América del Norte se ha convertido en una cadena de producción altamente integrada, donde una autoparte puede cruzar la frontera entre México, EU y Canadá hasta siete veces antes de formar parte de un vehículo ensamblado.
En este contexto, los nuevos aranceles se han aplicado únicamente a los vehículos terminados, en un reconocimiento claro de la interdependencia en la producción regional. Gravar autopartes afectaría no solo a México o Canadá, sino directamente a centros industriales clave como Detroit. Aun así, el impacto es significativo: el año pasado, las exportaciones de vehículos ensamblados desde México a EU representaron 17 por ciento del total. Aunque el pasado 2 de abril no se impusieron aranceles generales, sí se anunciaron tarifas diferenciadas de hasta 40 por ciento o 34 por ciento en ciertos casos.
Estos aranceles afectan sectores esenciales para la economía mexicana. Hace más de tres décadas, México apostó por la apertura comercial como motor de desarrollo, y la industria automotriz ha sido su caso más exitoso. Hoy, ese sector está bajo presión.
Este es, sin duda, un foco rojo que debe atenderse con urgencia. El gobierno mexicano, a través del secretario Buenrostro, está gestionando negociaciones clave en Washington D.C., reuniéndose con sus contrapartes en el Departamento de Comercio y la Oficina del Representante Comercial de EU.
Estamos ante un desafío importante, tanto por su impacto económico –que podría desacelerar una industria clave– como por la incertidumbre que genera, afectando decisiones de inversión a corto y mediano plazo.
¿Qué necesita México hacer para atraer inversiones estratégicas al país?
México necesita invertir con urgencia en energías limpias y en capacidad de generación eléctrica, ya que la demanda está creciendo por encima de lo que proyecta la propia Secretaría de Energía. Es necesario fortalecer las redes eléctricas, hoy saturadas y congestionadas, y expandirlas para permitir la incorporación de nueva capacidad de generación. Además, los gasoductos son fundamentales: ningún parque industrial puede operar sin un suministro confiable de gas natural, y la mayoría de las industrias del futuro serán intensivas en este recurso.
La energía por sí sola no resuelve todo, pero sin ella, ni siquiera puedes iniciar las demás conversaciones sobre inversión. Si no hay energía, México queda fuera del juego como destino atractivo para capital productivo.
El siguiente punto es la logística. Es urgente invertir en carreteras, mejorar la seguridad vial, y ampliar los puertos para aumentar su capacidad operativa. Todo esto debe ir acompañado de una modernización del sistema aduanero. Una de las quejas constantes de EU es la falta de certidumbre en los procedimientos: regulaciones que cambian sin previo aviso, con poco tiempo para comentarios o adaptación. Hay que simplificar y dar estabilidad a los procesos aduanales para facilitar la importación de insumos y bienes.
Y, finalmente, está el Estado de Derecho, que es indispensable para cualquier inversionista. Si bien las grandes empresas pueden tener mecanismos para defenderse, las empresas medianas están mucho más expuestas a riesgos como extorsión o abusos regulatorios. La existencia de un Poder Judicial independiente y confiable es fundamental para que cualquier empresa, sin importar su tamaño, pueda operar con confianza.
Fortalecer el Estado de Derecho es sin duda una condición imprescindible para construir un entorno verdaderamente competitivo.
GSC