Los procesos de cambio que se presentan actualmente en todos los órdenes de la vida representan un signo distintivo de la sociedad de los últimos años, por la rapidez de los acontecimientos, por su alcance y profundidad, por su diversidad y por la desigualdad tan notoria de sus efectos. En estos términos, hablar de cambio en nuestro tiempo refiere necesariamente a hablar de la expansión mundial del capital y la consolidación de un mercado mundial. Este patrón de acumulación capitalista, que conocemos como globalización, determina en mucho las transformaciones en los ámbitos económicos y laborales, entre estos últimos, el educativo.
En la medida en que estas formas económico-culturales se extienden e institucionalizan, hace que lo propiamente local y nacional experimente una serie de transformaciones como respuesta a las tendencias y dinámica del proceso globalizador. Así, el abandono de esquemas y patrones tradicionales es una constante para hacer surgir una nueva realidad a la que deben enfrentar las sociedades actuales. Resulta necesario entonces, repensar la educación a la luz de este nuevo contexto, para lo cual se requiere saber lo que está cambiando y cuál es el papel qué se debe adoptar ante los nuevos desafíos.
Miranda (1999) plantea que “la ampliación y multiplicación de los campos de referencialidad –contextuales, epistémicos y ontológicos- tienen también una repercusión central en la capacidad reflexiva de los sujetos al modificar las modalidades, ritmos e intensidades de la relación entre conocimiento y prácticas sociales”. En este sentido, la educación no es ajena a ello, y como ejemplo podemos mencionar que las prácticas educativas se pensaron y desarrollaron por décadas asociadas a una racionalidad instrumental, producto de las políticas neoliberales implementadas.
Desde este marco de racionalidad, de naturaleza utilitaria, se da por supuesto que el individuo elige y calcula los medios y fines en función de la máxima utilidad o por la máxima utilidad esperada. El tipo de intenciones que plantea el modelo económico-social dominante son muy visibles en el de la actualidad, en tanto que es la lógica del mercado quien guía las decisiones en los distintos ámbitos de la vida social. En esta idea se instala a la racionalidad instrumental, aquella que ha llevado a los procesos educativos a cierto tipo de decadencia en distintos órdenes.
La degradación del ambiente frente al avance tecnológico e industrial así lo demuestra. Se observa una mayor tendencia hacia deshumanizar la labor del hombre en sus distintas manifestaciones. El campo educativo, es muestra de ello, al considerar a los docentes como problemas e instrumentos, y no como solución y propuesta. La ciencia y la técnica brindan los elementos para el pleno ejercicio de la racionalidad instrumental. La lógica de la mercado ha determinado los procesos educativos en distintos ámbitos: la formación docente, las condiciones de trabajo, la infraestructura, el currículum, entre otros. Esta dominación se expresa en forma liberal o autoritaria, pero en cualquiera de los casos, la intención es el sometimiento hacia de la voluntad de otros, todo en nombre de la razón. Frente a esto, existe el cuestionamiento de que si el progreso es en realidad la vía para lograr la abundancia, la felicidad y la libertad, planteamientos que constantemente han sido desmentidos por la historia. Al respecto, Agnes Heller (2002) menciona que en la sociedad moderna , el futuro del presente, depende en gran medida, de los actores del presente, puesto que estos refuerzan una lógica de la sociedad frente a otra, y viceversa. La contradicción inherente a las lógicas heterogéneas se “resuelve” finalmente, pero sólo para reaparecer en un plano diferente y en diversos subsistemas. Esta es precisamente la razón de que la historia moderna (la Historia) se caracterice por la negación de la negación. En otras palabras, este tipo de reflexiones expresa el triunfo de la razón, que establece una correspondencia entre la acción humana y el orden del mundo, entre la ciencia y sus aplicaciones, entre vida social e las individualidades, y es aquí, en este campo refdlexivo, donde la educación cobra sentido.
