Soy un gran irador de las producciones teatrales de Oscar Uriel porque el señor es capaz lo mismo de conmover a sus audiencias con experiencias tan prodigiosamente íntimas como “La golondrina” que de refrescar algunos de los más grandes clásicos de todos los tiempos como “Hamlet”.
Acabo de ver su versión de “Bodas de sangre” y estoy convencido de que es un acierto que nadie que diga que ama el teatro se puede perder.
¿Por qué? Porque vuelve a poner en el radar mexicano a Federico García Lorca.
¿Si alcanza a entender lo que esto significa? Federico García Lorca no es sólo uno de los más célebres dramaturgos y poetas de nuestro idioma. Es el símbolo exacto de la rebeldía hoy.
A García Lorca lo mataron por oponerse al conservadurismo, por negarse a guardar silencio, por ser parte del colectivo LGBT.
Este inmenso genio escribió de las mujeres, les dio voz, las liberó, las empoderó.
Por si esto no fuera suficiente, Federico es pueblo, es campo, es barrio. Su teatro, como pocos, conecta con las personas más humildes.
Las “Bodas de sangre” de Oscar Uriel son, para el teatro de García Lorca, lo que “Un tranvía llamado deseo” de Diego del Río para el teatro de Tennessee Williams. Así: de ese tamaño.
Con la ventaja de que esto es nuestra cultura. Lo es de origen pero aquí lo es todavía más porque la directora Angélica Rogel la adaptó a México y el resultado es un golpe al alma.
No le voy a contar detalles para no arruinarle la experiencia pero el resultado es entretenidísimo, apasionante, un homenaje total a Federico García Lorca, a México, a mi México.
Tenemos teatro, música, coreografía, lujuria, violencia, poesía.
Tenemos la oportunidad perfecta de vivir un gran momento de teatro pero, simultáneamente, de reflexionar, de discutir.
¿Cómo es posible que algo tan lejano en el tiempo y en el espacio esté tan vivo y encaje de esta manera en nuestra tierra?
¿Cómo es posible que una obra tan sencilla haya crecido a este nivel escénico?
Con todo respeto, hasta el mismo Federico, si viviera, se sentiría realizado con lo que está pasando aquí.
“Bodas de sangre”, esta “Bodas de sangre”, es una de esas obras hiperdemandantes donde los actores están todo el tiempo en el escenario mirando, cantando, reaccionando.
Y eso multiplica la fuerza de las escenas llevándolas de lo convencional a una suerte de teatro en el teatro que hace que el público participe y que viva mucho más de lo que hubiera vivido si sólo se hubiera quedado con el texto original.
Y los actores relinchan, y la escenografía se transforma, y los hilos del destino, literalmente, tejen y destejen lo que sucede en el escenario.
Me enamoré del reparto que lo mismo incluye a mega personalidades consagradas como Ángeles Cruz y Eduardo Candás que a jóvenes talentosísimos como Ana Guzmán, Miguel Tercero y Romanni Villicaña.
No pierda de vista a nadie de los que salen aquí. Algo me dice que aquí están las Fernandas Castillo y los Luis Gerardos Méndez del futuro.
Me emociona mucho escribirle de esto. Me emociona mucho escribirle esto hoy. Por favor organícese y luche con todas sus fuerzas por descubrir o redescubrir a Federico García Lorca.
Por nada del mundo se pierda “Bodas de sangre”. La cita es los viernes, sábados y domingos en el Foro Shakespeare. Corta temporada. Le va a gustar. De veras que sí.