El debate está más caliente que nunca y los analistas no se ponen de acuerdo. Por un lado, hay quienes predicen para México una profunda recesión en los próximos meses. Para otros, más optimistas, lo que podemos esperar es solamente un periodo de estancamiento económico. Mientras tanto, los pesimistas vaticinan una condición aún peor: la estanflación; es decir, una etapa de estancamiento con inflación. Al final, el detalle de lo que viviremos en los próximos meses es aún difícil de predecir con exactitud, pero en este punto es casi irrelevante, porque lo que es seguro es que enfrentaremos una desaceleración económica, más o menos grave, pero al fin y al cabo desaceleración.
Los datos respaldan esta afirmación. El Banco de México ha reducido su pronóstico de crecimiento para 2025 a apenas 0.1%, con una inflación que se estima cerrará en 3.3%, ligeramente por encima del objetivo. La inversión y el consumo siguen débiles, mientras la creación de empleo formal se ubica por debajo de lo esperado. La OCDE prevé una contracción del PIB mexicano de 1.3%, afectado por aranceles estadounidenses. En Estados Unidos, el panorama también es incierto: la economía muestra señales de desaceleración, con una posible estanflación impulsada por políticas comerciales agresivas, inflación persistente y confianza del consumidor en niveles mínimos. A nivel global, tanto el FMI como el Banco Mundial y la OCDE han ajustado a la baja sus proyecciones de crecimiento para todas las regiones, señalando riesgos como las tensiones comerciales, la inestabilidad geopolítica y el alto endeudamiento.
Aunque una entidad federativa, como el Estado de México, no es un ente independiente que pueda sustraerse de estos fenómenos nacionales, regionales y globales, sí puede y debe tener una estrategia para enfrentarlos. Esta estrategia puede abarcar varias medidas. En primer lugar, debe blindar su economía fortaleciendo el mercado interno, incentivando el crecimiento y la creación de MIPyMEs, aumentando el al crédito e impulsando el gasto público productivo. Luego, debe apostar por un nearshoring inteligente, atrayendo inversión a sectores de alto valor agregado, que complemente con innovación y valor agregado local. Para que todo esto suceda, se debe continuar formando talento humano, que ancle a las grandes empresas existentes y atraiga nuevas.
Así las cosas, es fundamental comprender que la economía tiene ciclos que pueden ser mitigados o agravados a partir de las decisiones que se toman para afrontarlos. Por ello, la clave no radica en lamentarse de la desaceleración, sino en actuar con claridad de objetivos y con políticas públicas adecuadas, independientemente del momento que nos está tocando vivir. Y esta es la recomendación estructural de tu Sala de Consejo semanal.