Violencia Política

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Maestro de las obviedades, Marco Rubio descubrió que la violencia política es una realidad en México. Buena declaración para un Secretario de Estado con delirios imperiales.

Naves de guerra cercan las costas mexicanas; drones, satélites y aviones vigilan el territorio. Abogados del FBI, "agregados diplomáticos" de la CIA y policías de la DEA preparan las justificaciones legales para un eventual "operativo de rescate" contra los "bad hombres". El "narcoterrorismo" es la nueva excusa.

Con apetito intervencionista poco disimulado, Rubio apunta sus baterías hacia México. Sea parte de un ajuste de cuentas histórico del cubanoamericano u obediencia ciega a los sueños de dominio mundial de míster Trump, la política del garrote hacia América Latina está de vuelta.

Qué en México hay violencia política es algo que viene desde... bueno, desde siempre. Hernán Cortés torturando al emperador Cuauhtémoc. La evangelización con la cruz en una mano y la espada en la otra. El convulso siglo XIX de todos contra todos. Por supuesto, la invasión militar de 1846-47 y don Benito Juárez fusilando al emperador Maximiliano. Acaso la Revolución Mexicana: Huerta asesina a Madero (con la ayuda de el embajador Wilson), luego Carranza y los suyos matan a Zapata y a Villa. Obregón elimina a Carranza y al poco tiempo el propio Obregón muere balaceado por León Toral, para beneplácito de Calles, con quien llegó la "revolución institucionalizada" y, por supuesto, la guerra cristera.

¿Violencia política en México? ¿En serio?

El relato podría comenzar en cualquier punto. Tlatelolco 1968, o los estragos de guerrillas delirantes de los 70´s que sirvieron como coartada para la guerra sucia de los generales Chaparro y Hermosillo. O quizás los "300 perredistas" eliminados por el salinismo. O en aquel lejano 1994: Colosio y Ruíz Massieu. O a lo mejor los 100 mil "muertos de Calderón" o los muertos de Obrador: el doble.

En un país en el que la única ley real es la de la selva, en el que la corrupción del poder político y económico son el cobijo de una impunidad criminal cerca al 100 por ciento, la violencia es, sobre todo, política.

Escucho en la radio al periodista Ciro Gómez Leyva hablar, desde Madrid, del atentado en su contra (diciembre del 2022) y le doy gracias a dios por que se salvó.

Veo en televisión a Omar García Harfuch, el Secretario de Seguridad Pública de Claudia Sheinbaum, informarle a la presidenta, del más reciente doble asesinato de "alto impacto", y recuerdo cuando, en junio de 2020, él mismo sobrevivió a un operativo criminal en su contra que incluía artillería calibre 50. Por supuesto, también le deseo bien al nieto del general Marcelino García Barragán --secretario de la Defensa de Gustavo Díaz Ordaz-- e hijo de Javier García Paniagua --jefe de la Dirección Federal de Seguridad de José López Portillo.

Esta vez las balas quitaron la vida a dos personas cercanísimas a Clara Brugada, jefa de gobierno de la Ciudad de México y, por décadas, destacada operadora política del nuevo régimen en la zona oriente de la capital.

Ximena Guzmán y José Muñoz se suman a la lista de víctimas de la violencia política en México. La que, ahora, descubre, el secretario de Estado del gobierno de Estados Unidos.


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