Para un presidente que declaró numerosas ocasiones que la mejor política exterior es la política interna, los últimos meses han sido extraordinarios: el presidente se reunió esta semana en Washington con sus homólogos de Estados Unidos y Canadá para reactivar la cooperación en América del Norte; hace unos días López Obrador fue a Nueva York a dar un discurso en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas donde expuso sus ideas sobre desigualdad y corrupción y, en julio pasado, dio otro discurso más en el aniversario del natalicio de Bolívar, ante embajadores y representantes de los países de América Latina: allí trazó cómo deberían de ser las relaciones hemisféricas.
Muchos analistas y observadores de la política exterior de México se preguntan sobre las razones de este creciente interés del gobierno mexicano por el mundo. Por ejemplo, Roberto Santibañez, presidente de Mexa Institute, una organización sin fines de lucro dedicada a estudiar el papel de la comunidad mexicana en Estados Unidos, señaló en una columna de Los Angeles Times que, de manera contraria a lo que nos tenía acostumbrados, el presidente de México se ha hecho presente en la arena internacional sólo para exportar sus diagnósticos y recetas simplonas que alteran la relación con el vecino del norte.
Y sin embargo, la reunión de los tres líderes de América del Norte restultó exitosa para todos (incluído Amlo y, de paso, para el canciller con aspiraciones presidenciales, Marcelo Ebrard). La diplomacia no sólo logró evitar en la cumbre los asuntos espinosos de la relación, como la reforma eléctrica, o las posiciones mexicanas hacia Cuba, sino que también Mexico obtuvo el reconocimiento de Biden al ensalzar la relación con nuestro país como un asunto de iguales y adoptar un programa interno de México como el marco de referencia para la inversión en el desarrollo en Centroamérica.
Adicionalmente, AMLO pudo desplegar una visión estratégica sobre la necesdidad de fortalacer el bloque de América del Norte frentre a la expansión China y las amenazas que supone a la región. Refrendó el nuevo tratado comercial entre los tres países como el “mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada de otras regiones del mundo”. La idea, de acuerdo a AMLO, es evitar que China se apodere del 42 por ciento del mercado mundial en unos años. También introdujo en su discurso la necesidad de que Estados Unidos y Canadá cambien su política migratoria, estudiando la posibilidad de una apertura gradual a la mano de obra. Todo lo desordenado e improvisado que a veces se presenta López Obrador en sus conferencias mañaneras desapareció en este viaje a Washington detrás de una fachada de hombre de Estado.
¿Existe un gran plan de poltíca exterior o es algo que se ha ido imponiendo al calor de los acontecimientos?
La analista del Instituto Tecnológico Autónomo de México Natalia Saltalamachia señaló que la mejor manera de entender la política exterior de este régimen no es mirarla como una política convencional de promoción de los intereses de México en el extranjero. “Es sobre todo una política que defiende proyectos específicos de la cuarta tranformación”. Lo que estaría buscando AMLO es negociar espacios de autonomía para llevar a cabo estos sus proyectos que para él son clave; a cambio, está dispuesto a negociar la interdependencia en otros nichos.
El presidente quiere la máxima autonomía, por ejemplo, en materia energética, o en su relación con el ejército. A pesar de que muchos analistas predijeron que las presiones para parar la reforma eléctrica sería uno de los temas de la reunión, y a pesar de que el propios representantes comerciales de Estados Unidos habáin hecho críticas sobre la dirección de las reformas mexicanas, el asunto no fue protagónico en la reunión trilateral. Y en cuanto al ejército, baste sólo recordar la manera en que México negoció y, de hecho, dobló la voluntad estadunidense a propósito de la detención del General Salvador Cienfiegos, que fue extradetiado a México y absuelto de todos los cargos de colusión con el crímen organizado.
A cambio de esto, México ha puesto la política migratoria prácticamente al servicio de Estados Unidos. Lo hizo cuando el presidente Trump amenazó con dinamitar la relación comercial subiendo los aranceles a las importaciones mexicanas, y lo siguió haciendo cuando el presidente Biden llegó al poder. Estados Unidos depende crucialmente de la Guardia Nacional para que estas no se conviertan en un problema crítico.
De acuerdo con Saltalamachia, hay otros temas que tienen que ver más bien con la política interna y que le hablan a la base de apoyo de la Cuarta Transformación, como las posiciones mexicanas frente a Cuba o Venezuela. “Tampoco es que la relación que mantiene México con el gobierno de Cuba cambia en un ápice lo que pasa en Cuba o las posibilidades de supervivencia del régimen”, dijo. “Yo entiendo que hay una parte de su base política que se siente contenta con ese tipo de cuestiones y por lo tanto, esas posiciones son una forma, muy del régimen prista antiguo, de generar consensos internos”.
Por último, está la propia personalidad Marcelo Ebrard en la conformación de esta actividad internacional. “Hay un canciller que es un muy buen político, que además tiene su agenda propia y quiere que haya algunas iniciativas que lo hagan ver presidenciable”, dijo Saltalamachia. Este es el caso del activismo mexicano en la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños CELAC, que Ebrard a revivido para minar el poder de la Organización de Estados Americanos y colocarse él como un interlocutor válido para toda América Latina.
Aunque a veces la política exterior de este régimen parece indescifrable, un juego de alto riesgo en que las posiciones de López Obrador podrían hacer saltar en pedazos los intereses nacionales, es por medio de este juego de tres bandas por las que se puede entender mejor. En última instancia, dice Saltalamachia, si es una política exterior que sigue viendo hacia adentro, que se asegura un espacio de maniobra para que el presidente pueda llevar a cabo su proyecto con la menor interferencia extranjera.