La burbuja que sigue

Las burbujas nacen por un exceso de expectativas positivas y revientan cuando se topan frente a la cruda realidad. Hay modelos mucho muy complejos que describen el nacimiento, vida y muerte de una burbuja financiera, pero, en esencia, si reducimos la dinámica de una burbuja a su mínima expresión sería eso: expectativas altas que se desinflan de golpe.

Un ejemplo: Blockchain. Con el aumento en la popularidad de las criptomonedas, siendo Bitcoin la más conocida, la tecnología Blockchain tomó bastante impulso. ¿Quién no querría una base de datos descentralizada, que solo pudiera ser modificada por la voluntad de la mayoría de los participantes? Suena bien y, en efecto, tiene algunas aplicaciones. Sin embargo, las expectativas sobre el alcance de la tecnología excedieron sus capacidades reales, y empezamos a ver empresas que ofrecían todo tipo de servicios que involucraban Blockchain, desde servicios de transferencia de dinero hasta las que ofrecían monitorear el desarrollo de un bebé en el vientre de su madre (sí, con Blockchain, y no, no lo estoy inventando).

Roy Amara (1925-2007), científico y futurólogo, formuló una “ley” que me gusta recordar de vez en vez, pues no importa a qué fenómeno tecnológico se aplique, tiende a cumplirse siempre. Y dice: “En el corto plazo tendemos a sobreestimar los efectos de la tecnología, y en el largo plazo tendemos a subestimarlos”.

Dicho lo anterior, ¿en dónde están colocadas las grandes expectativas el día de hoy? La respuesta es clara: la inteligencia artificial. No es un tema nuevo (hay cierto consenso respecto a que Alan Turing fue el padre, en la década de los 40), pero ha causado mucho revuelo en los últimos meses, casi como en la década de los 80, según Google Ngram, cuando llegó a un pico en 1987, para después caer tan rápido como subió. La diferencia es que hoy las empresas de tecnología más importantes ya se embarcaron en una carrera sin cuartel y algunas están dando resultados sorprendentes.

Las expectativas más comunes alrededor de dichas tendencias, desde la época de Turing, suelen ser muy similares. En el imaginario colectivo, las expectativas negativas tienden a ser abrumadoramente más pesadas que las positivas. Tómese de ejemplo la carta firmada por cientos de celebridades del mundo tecnológico y científico hace algunas semanas para detener “temporalmente” los avances en el desarrollo de este tipo de herramientas. No obstante, a pesar de lo contundente que puedan llegar a ser los argumentos, no dejan de ser expectativas, y las expectativas, para bien o para mal, mueven mercados.

Mientras la gente crea la narrativa respecto a las consecuencias de implementar inteligencia artificial en diversos procesos actuales, los activos relacionados con ella tenderán a subir. En un estudio realizado por Accenture se encontró que si una empresa (la que sea) menciona “inteligencia artificial” en sus informes trimestrales, la probabilidad de que la acción suba es 40% mayor a si no la menciona. ¿Se acuerdan del ejemplo de Blockchain y el monitoreo del feto en el vientre materno? Bueno, pues es prácticamente lo mismo.

Hay que recordar la sobresimplificación del primer párrafo respecto a una burbuja financiera: “expectativas altas que se desinflan de golpe”. Todo se reduce a eso. Y aunque nada tengo en contra de la IA, hoy las expectativas son grandes y siguen creciendo, lo cual es caldo de cultivo para que se dé la siguiente burbuja.


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Luis Gonzalí
  • Luis Gonzalí
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  • CFA, Gestor del Fondo, VP y Co Director de Inversiones en Franklin Templeton México.
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