¿Realmente somos racionales?

El mantra y la hipótesis principal de cualquier modelo económico y financiero es que somos racionales; tomamos decisiones y nunca dejamos que nuestras emociones jueguen un papel importante en el rumbo que tomamos en nuestras vidas. ¿Pero realmente somos así? Veamos algunos ejemplos:

  • El 19 de octubre de 1987 el índice Dow Jones bajó 23 por ciento en un solo día, su caída más grande en toda la historia. Razón: ninguna, simplemente cayó.
  • En la burbuja inmobiliaria de Japón, a finales de la década de los 80, los terrenos en donde estaba construido el Palacio Imperial, alrededor de 150 hectáreas, llegaron a valer más que toda la industria inmobiliaria de California, es decir, más de 33 millones de hectáreas.
  • Durante los últimos años, cada vez que una empresa anuncia un split de sus acciones, estas suben de precio de manera sensible. Esto sabiendo que una operación de este tipo no genera ningún valor económico o financiero para la empresa en cuestión.

¿Estos comportamientos son ejemplos de personas racionales? La respuesta es un rotundo no. Entonces, ¿Somos irracionales? Tampoco. La respuesta acerca de la racionalidad del ser humano es una respuesta mixta. Herbert Simon, Premio Nobel de Economía en 1978, describió al ser humano como “racionalmente acotado”, es decir, somos racionales dentro de ciertos parámetros. Asimismo, acuñó el término “satisfactorio” (satisfice en inglés) que es una mezcla entre “satisfacer” y “suficiente”. En este sentido, el ser humano busca soluciones “satisfactorias” a sus necesidades, es decir, que las satisfagan y que sean suficientes. Un ejemplo: Cuando ustedes decidieron qué carrera estudiar, ¿revisaron todas las carreras disponibles en su país y en el mundo? ¿Buscaron todas las oportunidades de becas disponibles? ¿Revisaron todos los planes de estudios de todas las universidades disponibles? ¿Revisaron los posibles cambios en el plan de estudios que pudiesen impactarlos durante los siguientes años? ¿Investigaron quién más iba a estudiar esa carrera para maximizar el impacto de su networking? La respuesta más probable es que no. Entonces, cuando decidieron su carrera no optimizaron la decisión, sino que la “satisficieron”.

Lo mismo sucede en nuestra toma de decisiones en inversiones. A cierre de 2021 había, entre gubernamentales y corporativos, cerca de 3 millones de bonos activos en todo el mundo disponibles para que un inversionista global pudiese armar su portafolio. Cuando compras un bono tienes que fijarte, al menos, en su riesgo de crédito, su duración, su correlación con otros activos y el impacto que podría tener si lo incluyes en tu cartera.

¿Cuánto tardarías en construir un portafolio de 10 bonos que maximizara tu nivel de diversificación tomando en cuenta todo ese universo? Asumiendo la capacidad de procesamiento de una computadora promedio, tardarías alrededor de 14 mil años en calcular la correlación cruzada entre los 3 millones de bonos disponibles en el mercado. ¡No hay forma de que consideremos todas las opciones al momento de tomar una decisión de inversión!

Entonces, dado que no somos racionales, y aunque quisiéramos serlo no podríamos, dadas nuestras restricciones de tiempo y capacidad, ¿qué es lo que hacemos para tomar una decisión? Generalmente usamos atajos mentales (llamados también heurísticas) que nos permiten tomar la “mejor decisión” con las herramientas y las restricciones que tenemos. Sin embargo, si no controlamos correctamente estas heurísticas, podemos tomar decisiones bastante riesgosas y, a la postre, dañinas para nosotros.

Aquí es donde entra en escena las Finanzas Conductuales. Las Finanzas Conductuales son un campo de estudio relativamente reciente que busca que el inversionista conozca la forma en la que toma decisiones, e identifique estas heurísticas, que muchas veces se presentan en forma de sesgos cognitivos o emocionales, para poder atemperarlas y decidir mejor. Este nuevo campo se ha vuelto de alta relevancia en el mundo económico y financiero, y varios de sus proponentes ya cuentan con Premios Nobel de Economía, por ejemplo, Daniel Kahneman en 2002, Robert Shiller en 2013 y Richard Thaler en 2017, por nombrar algunos.

El mundo financiero está conformado por un caleidoscopio de personas con distintas culturas, conocimientos, ideas, etc. Conocer la propia psicología y la psicología de las masas cobra cada vez mayor relevancia y las Finanzas Conductuales nos permiten adentrarnos al tema para comprendernos mejor, así como para comprender cómo se comporta el resto de las personas.

La idea con la que me gustaría que se quedaran es que ninguno de nosotros es racional, y ¡está bien! ¡No pasa nada! Sin embargo, convencernos de que tenemos esa debilidad nos permitirá adquirir las herramientas necesarias para atemperar nuestra irracionalidad, y tomar mejores decisiones de inversión y de vida.

Por Luis Gonzalí, CFA. VP/Co-Director de Inversiones en Franklin Templeton México

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  • CFA, Gestor del Fondo, VP y Co Director de Inversiones en Franklin Templeton México.
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