A. Muchos lo conocimos bajo el título “Para la libertad” cuando Serrat lo hizo canción en su disco Miguel Hernández (Capitol/EMI, 1972). No dejaban de intrigarnos estos dos pasajes: “Mis ojos y mis manos,/ como un árbol carnal, generoso y cautivo/ doy a los cirujanos”; “y entro en los hospitales,/ y entro en los algodones/ como en las azucenas”. Luego vimos que era la segunda de un poema de dos partes titulado “El herido” y esto explicaba las alusiones “médicas”. Al poema lo precedía una inscripción: “Para el muro de un hospital de sangre”, es decir, un hospital para heridos de guerra, en este caso de la Guerra Civil española. (Miguel Hernández lo escribió en 1937). En una estrofa dice que todos somos heridos. No lo dice así, lo dice poéticamente: “Herido estoy, mire: necesito más vidas./ La que contengo es poca para el gran cometido/ de sangre que quisiera perder por las heridas./ Decid quién no fue herido”. De un material terrible y extremo Miguel Hernández extrajo un poema de esperanza futura donde el herido palpitante “florece y se halla”. Dice otro verso: “Si hasta a los hospitales se va con alegría”.
B. Leo (The Atlantic, 19/5/25) una crónica donde Anne Applebaum escribe que los ucranianos confían en que seguirán peleando aun sin apoyo de Estados Unidos puesto que no les queda de otra para defender su libertad. Refiere que ya toman la guerra con desparpajo, incluso con humor. Cuenta de su visita a un hospital para heridos de guerra que de modo increíble se llama Sobrehumanos. “Tal vez suena extraño pero ahí encontré un lugar de optimismo y esperanza”: técnicos fabrican artificiales a la medida (se diría: la libertad “hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan”); los cirujanos restauran el oído y la visión (“piedras de futura mirada” donde amanecieron “cuencas vacías”), y psicólogos expertos también en motricidad ayudan a la readaptación de gente muy malherida (“adelfos florecidos ante la cirugía”). Estos ucranianos salieron bien hernandianos.