Con la novedad de que Yuki Tsunoda habrá arrancado en el último lugar de la parrilla de salida del Gran Premio de España. Liam Lawson, por su parte, en el décimo tercer puesto.
Estamos hablando de los pilotos que la escudería Red Bull eligió para sustituir a Checo Pérez luego de su inelegante defenestración. Al neozelandés lo despidieron sin mayores ceremonias luego de dos carreras nada más. Tsunoda ahí sigue. ¿Hasta cuándo?
Los mexicanos, así de susceptibles y vagamente rencorosos como somos, nos frotamos de gusto las manos.
Pero, miren ustedes, más allá de nuestra ancestral disposición a sentirnos agraviados por esto o por lo otro, aquí sí hay algo. Para empezar, nuestro esforzado compatriota se ha subido al podio en 39 ocasiones y conquistó seis grandes premios, ni más ni menos, además de conseguir tres pole-positions y lograr 12 vueltas rápidas en las 281 carreas que disputó en la máxima categoría.
Nada de esto pareció importarles a los jefes del equipo austriaco cuando los rendimientos del jalisciense comenzaron a bajar. Ah, y los destemplados comentarios de Helmut Marko tampoco ayudaron.
Muy bien, ya lo echaron. ¿Pero, entonces, qué han ganado con los reemplazos que se agenciaron? Pues, muy poca cosa. Diez puntitos, o algo así, de Tsunoda, y nada más. No les sirven para aspirar al campeonato de constructores, siendo que culparon a Checo de no haberlo obtenido la pasada temporada.
El japonés simplemente no se explica por qué va tan lento. Es un corredor talentoso, desde luego, y en las prácticas parece competir, en algunos momentos, con el mismísimo Verstappen. Pero, qué caray, cuando hay que ofrecer resultados como que los astros ya no se alinean a su favor.
Cada vez parece quedar más claro que el RB21 es un coche hecho a la exclusiva medida del actual campeón del mundo y que el segundo piloto, sea quien sea, no puede controlar enteramente el coche. Sergio Pérez pagó los platos rotos. El tema es que mientras más se confirme esta realidad, mayores posibilidades tendrá el mexicano de volver a los circuitos, sea con Cadillac o con Alpine.
En lo que toca al deporte más popular de este rincón de la galaxia, el balompié, ayer vimos una deslumbrante exhibición futbolística del Paris San-Germain. El equipo parisino hubiera debido ser, en su momento, el más poderoso de todo el planeta: tuvo en la plantilla a superestrellas de la talla de Mbappé, Neymar y el propio Lionel Messi. Pues no, señoras y señores: no funcionaron esos galácticos (de hecho, Mbappé tampoco ha inclinado la balanza en el muy alicaído Real Madrid).
Llegó Luis Enrique al banquillo y, miren, el PSG, un equipo de jóvenes, es ahora el mejor del mundo, así sea que deba confirmarlo en el muy cercano Mundial de Clubes. De los italianos del Inter podríamos decir, justamente, que tuvieron enfrente a una máquina totalmente avasalladora que les asestó una derrota nuca vista en una final de Champions.
Esta nueva competición, el referido Mundial, será realmente emocionante. Vamos a ver, por cierto, qué lugar ocupan los clubes mexicanos en el concierto futbolístico internacional. ¿Nos ilusionamos con nuestros equipos o ponemos mejor los pies en la tierra?