La Comisión Federal de Electricidad es la mejor definición de una empresa obsoleta, que genera electricidad altamente contaminante, que contribuye a generar gases de efecto invernadero, que le compra insumos a industrias que tienden a explotar a las personas como la del carbón y por si fuera poco, opera con costos altísimos.
No es casual que el año pasado la CFE en lugar de producir, haya tenido pérdidas por 78 mil millones, lo que significa que los mexicanos reciben un servicio malo, caro y además cada año tienen que mantener a una empresa que ya no es rentable.
Pero en lugar de mirar hacia el futuro, apostar por la generación de energías verdes y propiciar la competencia en el sector, para que la industria y los hogares tengan energía barata que detone el desarrollo del país, el Gobierno Federal está empecinado en salvar un barco que irremediablemente se hunde, cerrando la puerta a inversiones privadas y obligando a los mexicanos a comprar a CFE, aunque ello signifique pagar más.
Dicha postura no se entiende, porque el objetivo no debe ser mantener una empresa ineficiente, sino contar con electricidad barata, de calidad, que no falle y amigable con el ambiente y nada de eso lo puede ofrecer la CFE.
Salvar a la CFE implica sacrificar muchos programas sociales, quedarnos sin presupuesto para frenar una caída inminente, pero lo peor de todo, es que seguimos sin frenar las emisiones de carbono que acaban con el planeta, hipotecando nuestro futuro y el de las siguientes generaciones.
El Presidente ha culpado una y otra vez a los gobiernos anteriores de la situación, ha dado entender que basta con dar marcha atrás a la apertura que se tuvo con el sector privado para que CFE deje de tener pérdidas, pero eso sería una solución artificial, porque sin duda se recuperaría un poco, pero a costa de que los mexicanos se vean obligados a pagar un precio alto, por un servicio de segunda.
