Hace 17 años Édgar Guzmán López, hijo del fundador del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán fue acribillado en Culiacán. En 1989 un sicario envió a Héctor El Güero Palma una hielera que contenía la cabeza de su esposa y una grabación donde le mostraron como sus dos pequeños hijos eran lanzados desde lo alto de un puente. En 2015, José Vicente Zambada Reyes, sobrino de Ismael El Mayo Zambada también murió tras un ataque a balazos en la capital sinaloense.
Aunque dichos episodios ocurrieron con un considerable tiempo de diferencia, todos se convirtieron en un claro ejemplo del cómo, en el mundo del crimen organizado, los códigos no existen.
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Respetar a mujeres y niños, no meterse con la familia o con civiles, formaron parte de los reglas tácitas que las primeras generaciones de narcotraficantes buscaron guardar, sin embargo, con el paso de los años y con el lucrativo negocio en ascenso, la violencia fue incontenible.
El debacle del Güero Palma
La ruptura de los códigos del narcotráfico en México se remonta a finales de los años ochenta y se relaciona no sólo al asesinato y tortura del agente especial Enrique Kiki Camarena, sino también a una violenta y entonces poderosa organización: el Cártel de Tijuana.
Encabezada por los hermanos Arellano Félix, dicha organización buscó alcanzar los peldaños más altos del narcotráfico en México tras la caída de los líderes del Cártel de Guadalajara, no obstante, no contaban con que un grupo de sinaloenses tenía los mismos planes.
Joaquín Guzmán Loera, Héctor Palma Salazar, Ismael Zambada García y Juan José Esparragoza Moreno buscaron edificar su propio imperio criminal en Sinaloa y en determinados cruces fronterizos, una decisión que motivó una cruenta batalla con el Cártel de Tijuana.
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Atentados, balaceras y homicidios entre de ambos grupos criminales comenzaron a exhibir su disputa, sin embargo, los Arellano Félix cruzaron cualquier tipo de límite o código establecido cuando, en su afán de desestabilizar a sus contrincantes, fijaron su objetivo en la familia de Héctor El Güero Palma.
Diversos reportes periodísticos dan cuenta de que los líderes del Cártel de Tijuana contrataron a un sicario de origen venezolano llamado Rafael Clavel para acercarse a la esposa del cofundador del Cártel de Sinaloa. ¿El objetivo? Seducirla para convencerla de huir con él. Y lo consiguió.
Guadalupe Laija huyó a Sudamérica con sus dos pequeños hijos de cuatro y cinco años convencida de aquel romance. Nunca esperó que aquel hombre que la enamoró terminaría no sólo con su vida sino también con la de los niños.
Rafael Clavel lanzó a los pequeños niños desde lo alto del Puente de la Concordia en Venezuela y asesinó a la esposa del Güero Palma. Si bien ambos hechos ya fueron por sí solos crudos, el plan de los Arellano Félix no se concretó hasta que le hicieron llegar al líder del Cártel de Sinaloa la cabeza de Guadalupe Laija en una hielera y la grabación del doble infanticidio de sus hijos.
El duelo por la pérdida provocó la furia de Héctor Palma Salazar quien, junto a sus socios, desataron una cacería en contra de los líderes del Cártel de Tijuana pero también de la familia de Rafael Clavel, quien tiempo después fue asesinado en prisión.
Haber traspasado la norma de no tocar a las familias en el caso del Güero Palma fue tan solo el inicio de una serie de actos brutales cometidos por los Arellano Félix que terminaron por reconfigurar el hampa del país para siempre.
El asesinato de Édgar Guzmán López
Otro de los personajes más relevantes del hampa en México que vivió en carne propia la ruptura de los supuestos códigos de conducta de las organizaciones criminales fue Joaquín El Chapo Guzmán.
En 2008, mientras el Cártel de Sinaloa se encumbraba a pasos agigantados a la cúpula del narcotráfico en México, una serie de acusaciones y traiciones con el Cártel de los Beltrán Leyva desató una sanguinaria disputa de la que ya no hubo vuelta atrás.
La génesis del conflicto fue la detención de Alfredo Beltrán Leyva, alias El Mochomo, en febrero. Cegado por el coraje, Arturo -líder del cártel- acusó a El Chapo de haber traicionado a su hermano para obtener beneficios carcelarios para el joven Iván Archivaldo Guzmán Salazar quien, dos meses más tarde, fue liberado tras pasar alrededor de tres años recluido en el Penal de El Altiplano.
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Los Beltrán Leyva declararon la guerra al Cártel de Sinaloa y rompieron con el conglomerado de cárteles conocido en aquellos años como La Federación. Sin embargo, fue la noche del 8 de mayo cuando, nuevamente, los límites de su disputa se cruzaron.
Crónicas realizadas por medios locales refieren que El Moreno -como también fue conocido el hijo que El Chapo tuvo con Griselda López- se encontraba a las afueras de un centro comercial en Culiacán en compañía de sus primos César Ariel Loera y Arturo Meza Cázares cuando un fueron atacados por un grupo de pistoleros no identificados.
El cuerpo del hermano de Ovidio y Joaquín Guzmán López, así como el de sus acompañantes, quedaron tendidos en la acera entre sangre y casquillos. Algunas versiones señalan que fue el mismo Arturo Beltrán Leyva quien ordenó el asesinato de Édgar Guzmán como represalia por la detención de El Mochomo, sin embargo, también ha cobrado relevancia la teoría de que fue el hijo de El Mayo, Vicente Zambada Niebla, quien dio la orden de ejecutar el ataque tras recibir información falsa de que gente de los Beltrán Leyva se encontraría en dicho estacionamiento aquella noche.
Independientemente de las versiones que surgieron, lo único certero que dejó el asesinato de Édgar Guzmán López fue un cenotafio colocado en la escena del crimen, el cual no sólo recuerda su paso terrenal sino también cómo en el mundo del crimen organizado nisiqueira los vínculos familiares son respetados.
El sobrino de El Mayo asesinado en Culiacán
La violencia con la que operaron los cárteles en México en los siguientes años dejaron múltiples y crudos episodios entre los peldaños más bajos de la organización. Pocas eran las ocasiones en las que los hijos o familiares directos de los líderes de los cárteles eran agredidos, sin embargo, eso cambió en 2015.
En diciembre de dicho año, una balacera registrada en la colonia Miguel Hidalgo de Culiacán encendió las alertas de autoridades municipales y estatales. Entre calles comenzaba a correr el rumor de que tres personas habían sido asesinadas.
Al ser la capital sinaloense bastión de la que para entonces ya era una de la organizaciones criminales más poderosas del mundo, aquel ataque pasó en un inicio desapercibido, no obstante, el caso dio un giro de 180 grados cuando el exsubprocurador general de justicia de la zona centro, Julio César Romanillo Monge, confirmó que una de las víctimas había sido identificado como José Vicente Zambada Reyes, sobrino de Ismael El Mayo Zambada.
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El hijo de Jesús Reynaldo Zambada, alias El Rey, fue atacado a balazos mientras circulaba a bordo de una camioneta junto a sus escoltas. Al momento de su asesinato, su padre ya había sido extraditado a Estados Unidos, donde llegó a un acuerdo de culpabilidad en el que cooperó con la fiscalía a cambio de obtener beneficios carcelarios.
Una represalia por la colaboración de su padre con el gobierno estadounidense fue una de las versiones que se manejó sobre el asesinato de José Vicente Zambada Reyes, no obstante, otras teorías también apuntaron al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que en aquellos años comenzaba a ganar relevancia en términos de expansión y operaciones, según da cuenta un análisis sobre el homicidio realizado por InSight Crime.
El asesinato del sobrino del Mayo anticipó otros episodios violentos que, aunque no alcanzaron un nivel como el de la disputa con los Beltrán Leyva años antes, sí mantuvieron la violencia como una constante en los siguientes años.
Años más tarde, en 2020, se reportó la liberación de El Rey Zambada en Estados Unidos. Su estancia en prisión le impidió despedirse de su hijo, sin embargo, el trágico episodio dejó como evidencia una vez más que en negocio del narcotráfico no hay lugar para ningún tipo de código o regla.
ATJ
