• Historiografía de las izquierdas

  • Ensayo

Andrés Manuel López Obrador. Su victoria presidentical representa un momento decisivo para las izquierdas mexicanas. (Imagen: Laberinto)

Desde las utopías del siglo XIX hasta la hegemonía obradorista, este ensayo revisa los momentos clave, las fracturas ideológicas y los legados inconclusos de las izquierdas en México.

La constante en las historias de las izquierdas mexicanas ha sido datar su origen en el siglo XX. Sea que inicien con el magonismo o con el Partido Comunista Mexicano (PCM), el acontecimiento fundacional es la Revolución mexicana y la definición de las izquierdas sería en relación con ésta. Asimismo, los distintos títulos no han concedido más que un lugar marginal a la izquierda cristiana, sólo como un telón de fondo de la formación de la sensibilidad guerrillera y no como una forma de socialización política y acción colectiva en sí misma. Difiere en cuanto a la Revolución mexicana como referencia cardinal la Historia del comunismo en México (1985), coordinada por Arnoldo Martínez Verdugo, que vio al magonismo como el antecedente del comunismo y condensó la historia de éste, y de todas las izquierdas, en la trayectoria del PCM, cual si ésta fuera la Iglesia y las demás, sectas, como alguna vez escribió Eric J. Hobsbawm.

Más comprehensiva fue La izquierda mexicana a través del siglo XX (1996), de Barry Carr, el estudio más completo y mejor documentado del siglo pasado que, si bien conservó como eje el devenir del PCM, otorgó espacio a la Nueva Izquierda, a la fusión del comunismo oficial con otros núcleos socialistas en 1981 dando lugar al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), de éstos con el nacionalismo independiente en 1987, constituyendo el Partido Mexicano Socialista (PMS), hasta llegar a la emergencia del neocardenismo en 1987-1988 con la Corriente Democrática del PRI y el Frente Democrático Nacional (FDN). Para ese momento Carr identificaba tres izquierdas: la independiente (PMS), la “satélite” (el Partido Popular Socialista, PPS, y el Partido Socialista de los Trabajadores, PST) y la neocardenista (FDN).

En la historiografía del siglo XXI destacan los volúmenes de Octavio Rodríguez Araujo (Las izquierdas en México, 2015), Ariel Rodríguez Kuri (Historia mínima de las izquierdas en México, 2021) y Jorge G. Castañeda y Joel Ortega Juárez (Las dos izquierdas, 2024). Rodríguez Araujo descentra al PCM de la historia de las izquierdas mexicanas e incluye a las diferentes tendencias comunistas, a la nacionalista y a los movimientos armados. De acuerdo con el politólogo mexicano la izquierda se “socialdemocratizó” cuando el PCM cargó hacia la línea eurocomunista (en el XIX Congreso, 1981) para desdibujarse como alternativa socialista en las siguientes fusiones, hasta quedar diluida en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), formaciones que si se consideran de izquierda es únicamente en relación con el resto del espectro político y no en cuanto a sus principios y objetivos, quedando el socialismo sólo “como un referente del pasado”. Ello sin demérito del parteaguas que significó la irrupción neocardenista en la arena política al trocar el sistema de partido dominante en un pluripartidismo con una competencia electoral genuina.

Los libros de Rodríguez Kuri y de Castañeda y Ortega Juárez son dos caras de la misma moneda en la que la Revolución mexicana es el águila o el sol respectivo. En un caso, ésta conduciría a las izquierdas por una ruta cierta hasta culminar con la victoria obradorista, en el otro, sería la responsable de sus taras y falta de rumbo. De acuerdo con Rodríguez Kuri la Revolución no fue anticapitalista, aunque sí “plebeya y antioligárquica” en la que “su triunfo militar, su consolidación institucional y sus primeros éxitos políticos y socioeconómicos coincidieron con la crisis general del liberalismo europeo” (por extensión, ¿el obradorismo correspondería al declive neoliberal?). La primera estación en este relato son el Partido Liberal Mexicano (PLM) y su periódico Regeneración —Castañeda y Ortega Juárez sitúan al socialismo romántico en la prehistoria—, si bien fue la Constitución de 1917 el “insumo ideológico, político y retórico fundamental en la historia de las izquierdas mexicanas”. La Revolución de Octubre sólo gravitará en el imaginario comunista (del PCM y de Vicente Lombardo Toledano) y nutrirá sus dogmas ideológicos y fantasías políticas. Un frente popular extendido incluso después de la guerra someterá a éstos al redil de la Revolución hecha gobierno. Se recupera a Revueltas no como crítico de la Revolución mexicana —como en su tiempo fue Ricardo Flores Magón—, sino en el “momento gramsciano” plasmado en México: una democracia bárbara (1957), el cual responde a la coyuntura de la elección presidencial y donde el escritor duranguense postula la necesidad de un partido electoralmente competitivo para confrontar a la hegemonía priista, para posteriormente reincidir en las andadas leninistas. El 68 atizará el fuego guerrillero, pero, al mismo tiempo, hará ver a la dirigencia del PCM la importancia de la democracia política y la competencia electoral, con lo que la “vía nacional peculiar”, esbozada por Arnoldo Martínez Verdugo en 1970, se gestaría en paralelo al eurocomunismo. Dentro de esta vía se reconciliarían por segunda vez el comunismo oficial con la Revolución mexicana. La Nueva Izquierda está fuera del relato de Rodríguez Kuri y, dentro de las líneas de fuga de aquel consenso, quedarían únicamente las guerrillas. El gozne que articulará en definitiva a la izquierda socialista será Heberto Castillo, veterano del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y del 68, el “liberal de izquierda” quien sacrificó su aspiración presidencial en favor de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Éste abrirá la puerta de la transición democrática por la que entrará en 2018 Andrés Manuel López Obrador, pero subvirtiendo sus claves en cuanto “respuesta política plebeya a los desequilibrios del modelo de transición”.

Castañeda y Ortega Juárez, némesis del nacionalismo de Rodríguez Kuri, identifican dos corrientes de la izquierda mexicana “la que se reclamaba de la gesta de 1910-1917, y la que buscó deslindarse de la misma y de los gobiernos que de ella emanaron”. Esta última surge en 1919, con la creación del PCM. Por décadas el comunismo oficial pretendió ser el ala jacobina de la Revolución mexicana, pero en los sesenta, con el influjo de la Revolución cubana y cuando la “nacional-burguesa” mexicana se consideraba concluida, abandonaron esa tentativa, sin por ello precipitarse a la lucha armada.

Para Castañeda y Juárez Ortega el avilacamachismo no fue la prolongación del frente popular, antes bien fue una claudicación del reformismo cardenista ante los grupos de poder económico, con la que “la izquierda mexicana en su totalidad no se repondría de esta derrota hasta 2018 con la elección de López Obrador”. La guerrilla, la Nueva Izquierda y las comunidades eclesiales de base inspiradas en la Teología de la Liberación complementaron el cuadro de las izquierdas independientes en los sesenta y setenta, distanciadas de un PCM que veían reformista, dogmático y sectario. La reforma política de 1977 incorporó al partido a la política formal, de la que quedó ausente con candidaturas propias en la segunda mitad del siglo XX a no ser por la de Valentín Campa del año anterior, sin registro formal en el órgano electoral. Priorizar ésta, o la lucha social, provocaría la confrontación interna a la vuelta de la década, hasta llegar a la disolución del PCM en 1981. Vendrían las sucesivas y fallidas fusiones con las izquierdas independientes, para culminar con el matrimonio con el ala nacionalista del PRI, echando por la borda la crítica de la Revolución mexicana elaborada por el propio partido y, más contundentemente, por Revueltas y Guillermo Rousset Banda. Infortunadamente, “ni se consolidó un polo radical de la izquierda disruptiva, irreverente, cultural y pensante; ni emergió, por fin, una auténtica socialdemocracia en México, globalizada, moderna, claramente deslinda de los países socialistas y de Cuba, con miras al siglo XXI”. La izquierda de la Revolución mexicana había ganado la batalla a la izquierda socialista e independiente que ya “no renacerá en nuestro país”. El nacionalismo obtuso frustró la alianza con el foxismo para sacar al PRI de Los Pinos y culminar la transición democrática, aunado a que sus modos y prácticas aportarían buena parte de los cimientos “de la restauración autoritaria de AMLO y su llamada Cuarta Transformación”.

A mi juicio (De La Social a Morena. Breve historia de la izquierda en México, 2014; El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México, Océano, 2018; La izquierda en breve, 2021), las izquierdas socialistas, las nacionalistas y las socialcristianas son las que han tenido mayor presencia y perviven todavía, aunque su preeminencia varió a lo largo del tiempo. Hoy la izquierda nacionalista es hegemónica, la cual no estuvo exenta de cambios importantes. La de la segunda mitad del siglo XIX provino del liberalismo social, la del XX de la Revolución mexicana. Y, dentro de ella, el segmento más numeroso procedía del oficialismo y el más pequeño de la izquierda independiente. Esto las confrontaría recurrentemente, si bien hubo una reconciliación, o cuando menos una alianza táctica, cuando se formó el PRD en 1989. La izquierda socialista también surgió en la segunda mitad del siglo antepasado con el socialismo romántico y La Social, el “partido sociocrático” constituido en 1871 por Plotino C. Rhodakanaty, y en el XX se desdobló en el anarquismo y el comunismo. La izquierda cristiana surgió alrededor de la encíclica Rerum Novarum (1891) y en el siglo pasado cobró protagonismo con la Teología de la Liberación, no sólo una doctrina social, sino elemento fundante de las comunidades eclesiales de base, una forma parapartidaria que permitió la acción concertada de los católicos en asuntos de interés público. Revueltas no sólo fue un acre crítico de la Revolución mexicana después de su ruptura con Lombardo, sino experimentó a lo largo de una vida breve todas las metamorfosis del ser comunista para, al final de su vida, cuestionar el leninismo y pronunciarse por una democracia radical (Por la izquierda. Intelectuales socialistas en México, 2023).

Con el colapso del socialismo soviético a finales del siglo pasado, y a falta de una socialdemocracia, perdió relevancia la corriente socialista en favor de las vertientes nacionalista y socialcristiana de la izquierda nacional. La tabla de salvación para una porción significativa de aquélla fue subirse al carro de la Revolución mexicana, más por conveniencia que por convicción, eludiendo así la revisión crítica de su trayectoria histórica y la elaboración de una estrategia pertinente para el mundo globalizado. Prácticamente la izquierda socialista se disolvió en el PRD, en el neozapatismo y Morena, mientras que la corriente nacionalista llegó al poder en alianza con formaciones políticas fuera de la izquierda, algunas bastante retardatarias. Fuera del marco de la política formal, los nuevos anarquismos que se manifiestan en la política callejera poseen componentes del irracionalismo filosófico, por lo que es problemático considerarlos dentro de la tradición ilustrada a la que pertenece el socialismo, como planteamos en Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos, 2023.

La travesía de la corriente nacionalista en el periodo reciente arrancó con la formación de la Corriente Democrática del PRI, seguida del PRD, de la escisión dentro de éste que dio lugar a Morena y llegó a los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación (4T). Ésta no parece ser tal, en la medida en que la economía y la política continúan moviéndose en los usos y marcos precedentes como traté de mostrar (Vuelta a la izquierda. Del despotismo oligárquico a la tiranía de la mayoría, 2020 y La revolución imaginaria. El obradorismo y el futuro de la izquierda en México, 2024), aunque el contundente resultado de la elección constitucional de 2024 posibilita realizar cambios de mayor calado porque la mayoría obradorista en las cámaras es de facto un poder constituyente, condición única de las izquierdas en el retorno de los progresismos latinoamericanos. Hasta hoy, lo que se avizora es la recomposición del régimen de la Revolución mexicana con un partido hegemónico. Acaso una recuperación crítica, renovada y creativa de la tradición socialista abriría una oportunidad, pero el obradorismo suena pequeño para esa empresa mayor.

AQ

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Carlos Illades
  • Carlos Illades
  • Es profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de El marxismo en México (Taurus, 2018), En los márgenes (2019) y Vuelta a la izquierda (Océano, 2020).n
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