Cultura

Lo sentimos: no hay salida

A fuego lento

Hiram Ruvalcaba publica ‘Los inocentes’, un libro de relatos cuyos personajes no están a salvo de sus malas decisiones.

En Los inocentes (Ediciones ERA), Hiram Ruvalcaba no solo configura un microcosmos que contiene al México de la miseria, los matones al servicio de algún jefe delincuencial, el comercio de menores y la violencia pacientemente cultivada, sino trae al mundo a una suerte de bestia, un no-lugar —Tlayolan— que, sin embargo, reconocemos cuando se apresta a devorar a sus hijos sin importar si tienen privilegios o son girones de humanidad.

"Nocturnos". (Oswaldo Ruiz) arrow-circle-right

Los nueve relatos son la expresión de un titiritero que no da respiro a sus personajes, aun cuando se crean a salvo —después de rodar cuesta abajo, ponerse de pie y volver a caer— de sus malas decisiones. Como en “Los inocentes”, que cierra el volumen, siempre hay una jauría hambrienta acechándolos en la espesura, o en la aparente tranquilidad de una casa, o en el escenario bucólico de una fiesta infantil. De muy poco les vale a esos personajes, lo mismo el huérfano y desgraciado Cerote que al noble Julián, tan joven para esa mujer casada, o a la irresuelta Mireya, incapaz “de resolver nada por su cuenta”, de qué cuna o lodazal provengan. Son, sin distinción, rehenes de la derrota física o emocional —siempre anticipada, por más que se crea improbable— y la culpa. Se antojan, porque así lo quiere Hiram Ruvalcaba, confiados pasajeros en un tren cuyo destino ignoran, pero solo lleva a una poderosa oscuridad. ¿Así que, por más puertas que se toquen, ninguna conduce a la salida?

Veamos tan solo a las protagonistas de “Cuchillos japoneses”. Cansada de la humillación y el maltrato, una de ellas ha envenenado a su marido. Necesita deshacerse del cuerpo y pide ayuda a su amiga y amante. Ha caído la noche. No hay sonidos ni presencias en el lujoso vecindario. Una vez reunidas, comprueban que ese cuerpo de 130 kilos da señales de vida: resuella, manotea en sueños y no tarda en ponerse de pie, trastabillante y babeante. Lo demás es un carnaval de sangre. ¿Ha terminado todo? No. “Apenas comienza”.

Por Los inocentes se pasea la violencia en muchas de sus retorcidas formas. Dueño de sutiles y vertiginosos recursos estilísticos y formales, Hiram Ruvalcaba ha sabido invocarlas mediante un realismo que se inclina hacia lo ominosamente irreal. Pasmo y sofoco: algunas de las señas que un virtuoso narrador va dejando a su paso.

Los inocentes

Hiram Ruvalcaba | Ediciones ERA | México, 2025

AQ

Google news logo
Síguenos en
Roberto Pliego
  • Roberto Pliego
  • (1961) Cursó Letras Hispánicas en la UNAM. Fue subdirector de la revista Nexos. Autor de La estrella de Jorge Campos y 101 preguntas para ser culto, es editor de Laberinto.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados. <br> Más notas en: <a class='nd-disclaimer-base__ft-link' href='/cultura/laberinto' target='_blank' rel='nofollow'>/cultura/laberinto</a>
Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.
Más notas en: /cultura/laberinto