Cultura
  • Nuevo León: al margen de la incertidumbre

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"Nocturnos". (Oswaldo Ruiz)

La exposición ‘Nuevo León: El futuro no está escrito’, exhibida en el MARCO de Monterrey, no sólo muestra los márgenes de esta ciudad a través de la fotografía contemporánea, también propicia un diálogo visual entre el presente y pasado.

Después de recorrer la exposición Nuevo León: El futuro no está escrito, el paisaje cambia. Al salir del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) es imposible no observar el deterioro del ecosistema y de la colectividad; la invisibilidad de las montañas y los cauces secos de los ríos exhiben nuestra indiferencia. Tras contemplar el trabajo fotográfico de 10 artistas y un colectivo que han documentado el Norte, resulta ineludible transitar la capital neoleonesa –y cualquier otra metrópoli– sin pensar en las narrativas que permanecen al margen de la historia oficial de esta ciudad que presume su espíritu emprendedor. Esta muestra exhibe los efectos colaterales de la exitosa industrialización regia .

Los curadores Mauricio Maillé y Ariadna Ramonetti Liceaga no sólo se propusieron mostrar los márgenes de Monterrey a través de la fotografía contemporánea, sino también propiciaron un diálogo visual entre el presente y pasado, al recuperar imágenes del archivo de la Fototeca de Nuevo León que dan densidad a la reflexión y nos obligan a ver las dificultades que la mayoría enfrenta diariamente.

Se trata de un proyecto que nos sacude, porque a la par de contemplar el trabajo de los autores seleccionados nos inmiscuimos tanto en sus búsquedas estéticas y compromiso social, como en las problemáticas que han retratado: disparidad económica, exclusión social, sobrepoblación, precariedad laboral, migración, desplazamiento, sequía, contaminación y violencia del crimen organizado. No hay manera de volver atrás porque al mirar sus fotografías nos enfrentamos a esa realidad que no queremos ver y que impactó a Ramonetti desde su llegada a Monterrey hace siete años. Aquel choque visual de las montañas tan heridas, la incitaron a investigar, así se topó con el trabajo de Oswaldo Ruiz, con quien, entonces, para pensar montaña “desde un aspecto distinto y no dispuesta para la producción interminable, sino como un segmento de naturaleza que está en deterioro y en constante peligro”. Quizá esa fue la semilla de esta exposición que explora y celebra el trabajo de Alejandro Cartagena, Aristeo Jiménez, Colectivo Estética Unisex (Lorena Estrada y Futuro Moncada), Juan Rodrigo Llaguno, Loreto Villarreal, Ruth Rodríguez, Salomé Fuente, Sofía Ayarzagoitia, Stefan Ruiz, Yvonne Venegas, Oswaldo Ruiz y, en especial, Aristeo Jiménez, figura esencial en el arte del noreste mexicano y eje de esta gran exposición que más que una colectiva propone una travesía dividida en capítulos, cada uno muestra una visión íntima y crítica de las complejidades y contradicciones de habitar la urbe del siglo XXI; y como señala Maillé: “¿Qué mejor espacio que un museo para poder discutir estas ideas?

Esta exposición, sin duda, marca un referente, nos invita a descentralizar la mirada a la par que nos obliga a movernos a otros puntos del país y reflexionar, a partir de lo local, las reverberaciones globales. Sobre su conceptualización y proceso nos hablaron Maillé y Ramonetti.

¿Cómo surge Nuevo León: El futuro no está escrito?

AR: Nos interesaba hablar desde un aspecto crítico y al mismo tiempo decir: esto es lo que hay, esto es lo que nosotros observamos. ¿Cómo podría ser diferente? Tal vez si ponemos cuidado en observar ciertas circunstancias, ciertas situaciones con atención podríamos provocar un cambio en la perspectiva de cómo miramos, entendemos y cuidamos la ciudad que habitamos cotidianamente.

MM: Me gustan los proyectos colaborativos y conozco a Ariadna desde hace mucho tiempo. Creo que funcionó muy bien esta mancuerna, este complemento, digamos, de pensamiento y de gestión, porque más allá de llevar toda la investigación juntos, construimos un equipo exitoso para alcanzar los resultados finales que están en las salas. Fue muy interesante desarrollar un proceso de esta naturaleza; pues los borradores, los bocetos, las ideas, ésas que en algún momento nos emocionaban y que pensábamos que se quedarían y que después de medir los metros, los espacios y tratar de consolidar el discurso se tienen descartar; algunas de ellas muy valiosas, interesantes y sabes que hubiesen aportado otros elementos a la conversación… Pero, siempre toca tomar decisiones. Hubo un seguimiento y una serie de discusiones-reflexiones con cada integrante de la exposición, que fueron muy ricas y que se fueron transformando. En ocasiones, algunos fotógrafos estaban un poco desconcertados por el material que les proponíamos; sin embargo, creo que fue la conversación y el diálogo lo que permitieron que esas ideas surgieran como las más importantes para poder establecer esta discusión.

¿Cómo fueron definiendo sus autores?

AR: Sabíamos que queríamos tocar una serie de temas que nos parecían fundamentales y que todos observamos a simple vista en Monterrey: desigualdad, el tema del agua y del paisaje, eso lo teníamos claro; pero también de entrada sabíamos que había un autor fundamental con el que queríamos trabajar: Aristeo Jiménez. Otro que siempre estuvo en nuestros planes fue Juan Rodrigo Llaguno. A ellos dos se fueron sumando el resto a partir de las líneas planteadas originalmente. El primer borrador tenía que ver directamente con el concepto de ciudad post-industrial. Creíamos que ese concepto podía abarcar todas las problemáticas que nos interesaban; después nos dimos cuenta que teníamos que complejizar el concepto, que no necesariamente la condición de ciudad post-industrial se cumplía en todas las áreas conurbadas que conforman el centro del estado. Entonces, abrimos un poquito el espectro y pensamos en otras cuestiones no tan visibles, por ejemplo, la parte que tiene que ver con migración que aborda Sofía Ayarzagoitia; la parte que tiene que ver con las comunidades LGBTQ+ que trata Ruth Rodríguez; estos fueron temas que fuimos moldeando para incluirlos. Fue un proceso de investigación largo. Sabíamos nuestros temas, pero no teníamos a todos los fotógrafos tan presentes. Revisamos todas las publicaciones de CONARTE, los certámenes de fotografía estatales y de la región noreste del país. Revisamos qué artistas continuaban vigentes, porque había unos interesantísimos, por ejemplo, de principios de los dosmiles que habían incluso ganado algún certamen, pero que no continuaron su carrera. También nos encontramos casos como el de Juan Rodrigo Llaguno, un fotógrafo importante en la escena regia, que a principios de los noventa realizó una serie ya emblemática de retratos en la Macroplaza, que fue un proyecto específico para el entonces FONCA, y que está en la exposición… Algunos de los participantes se sorprendieron porque no les pedimos trabajo reciente. Nos empeñamos por entender su trabajo a profundidad, tanto que nos volvimos un poco grandes amigos.

Sin título. Barrio La Coyotera, Monterrey, ca. 1993. (Foto: Aristeo Jiménez)
Sin título. Barrio La Coyotera, Monterrey, ca. 1993. (Foto: Aristeo Jiménez)

MM: El proceso fue muy interesante. En el caso de Aristeo, tuvimos la enorme fortuna de hacer este ajuste de cuentas, era un pendiente de la comunidad artística de Nuevo León. Si bien su obra tiene una fuerza extraordinaria, sigue siendo un personaje marginal. Ésta es quizá la exposición más importante en un museo que ha tenido, y eso me parece de enorme relevancia. Sobre todo porque mientras estuvimos haciendo la investigación, nos dimos cuenta de que durante las últimas dos décadas hubo muchísimos esfuerzos por parte de instituciones por organizar una exposición y siempre pasaba algo, y por fin se logró. De alguna manera, el modo cómo pensamos y problematizamos esta exposición se basa en la interrogante de cómo diablos no vamos a hablar de esos temas de los que no se habla. De esos problemas que están ahí, que están vivos, pero que se desvanecen en estos círculos del poder, como también puede ser una institución museística como MARCO.

¿Cómo surgió la idea de hurgar los archivos de la Fototeca Nuevo León?

MM: Nos pareció importante hacer también esta reflexión histórica. Buscar los registros de cómo los fotógrafos de los años treinta, cuarenta y cincuenta documentaron ciertas problemáticas y cómo el registro ha cambiado. Este complemento y diálogo entre documentos de diferentes épocas nos pareció muy interesante. Seré sincero, me hubiese gustado tener más tiempo para explorarlo más ampliamente, pero el tiempo siempre es limitado. De cualquier forma, lo que toca es muy revelador, la conexión que se establece con algunos de los fotógrafos es muy sugerente.

¿Cómo le hicieron como para tratar estos temas incómodos sin incomodar?

MM: El hecho de que alguien como Taiyana Pimentel esté al frente de MARCO es importante. Es una directora interesada en producir este tipo discusiones al interior del museo. De acuerdo con lo que he podido ver y lo que he conversado con ella, se ha ocupado de intentar integrar la institución a diferentes sectores sociales. Existe una inquietud en el ámbito museístico internacional por transformar el espacio museal –un tanto elitista– para generar otro tipo de conversaciones, y esto lo tiene muy presente. También está la necesidad de sumar estas reflexiones en torno a la localidad al lugar en donde estamos. Esta exposición es una suerte de piedra angular para mostrar la capacidad que tiene el medio fotográfico para desarrollar estos discursos; además, es apropiada y muy versátil. Y si bien lo conversamos Ariadna y yo, nos sorprendió gratamente que las empresas que decidieron patrocinar el proyecto aceptaran que se hablaran de estas problemáticas, que aceptaran el no quedarnos con una sola visión de este territorio pujante empresarial que todos conocemos. Celebro la apertura que hubo desde la iniciativa privada para entender como necesarias estas problemáticas planteadas. Es algo muy saludable; a veces no es tan fácil que sucedan. En este sentido, considero que ha sido muy benéfico.

"Niño y su nana", 2013. (Foto: Yvonne Venegas)
"Niño y su nana", 2013. (Foto: Yvonne Venegas)

¿Siempre imaginaron que cada autor tuviera su espacio?

AR: Nunca pensamos en una exposición colectiva; desde que empezamos a revisar cuidadosamente el trabajo de cada artista, nos fuimos dando cuenta que cada uno podía construirse como un proyecto circular, redondo de manera interdependiente, pero en diálogo a partir de las temáticas unos con otros. Hay guiños entre prácticamente todas las temáticas entre unos y otros artistas y algunos se conectan a través de ciertos elementos que aparecen reiteradamente en las imágenes. Algunos se conectan incluso por una cuestión cromática. Sabíamos que queríamos empezar con Aristeo en términos de paleta, en blanco y negro, y que queríamos cerrar con un autor que trabajara con blanco y negro. Siempre los pensamos como ensayos independientes y creemos que así es como funcionan; por eso cada sala tiene asignado un título y un escritor o escritora. Esa selección también la disfrutamos mucho y complementó nuestra investigación. Leer a los fotógrafos través de escritores tan formidables como Julián Herbert, Carlos Velázquez, Alberto Ruy Sánchez o Irmgard Emmelheinz nos ofreció la posibilidad de enriquecer nuestra propia lectura. Tampoco queríamos que nuestra voz viciara las salas. Nosotros hicimos, digamos, el prólogo de lo que estamos viendo. La decisión de tener a estas grandes este voces de la literatura acompañándonos y acompañando a las y los autores enriqueció el proyecto.

MM: Insistimos en la oportunidad de que los visitantes pudiesen penetrar de manera individual en el discurso de cada autor. Cada espacio se adaptó a la naturaleza de las series, pero existe una narrativa que los une. No es gratuito que después de Aristeo Jiménez esté Yvonne Venegas, son los polos opuestos; también está la relación entre Alejandro Cartagena y Oswaldo Ruiz, o entre el Colectivo Estética y Unisex y Loreto Villarreal…

"Rivers of Power, 2010-2020". (Foto: Alejandro Cartagena)
"Rivers of Power, 2010-2020". (Foto: Alejandro Cartagena)

¿Cómo seleccionaron a los escritores?

AR: Conocíamos su trabajo, sobre todo de quienes están más relacionados con el ámbito de la fotografía, como Alfonso Morales, quien profundizó en el trabajo de Salomé Fuentes que toca la violencia perpetrada por el crimen organizado. En el caso de Julián Herbert, fue más por una cuestión de cercanía geográfica con ciertas temáticas, al escribir sobre Stephan Ruiz y la cumbia rebajada; de Carlos Velázquez nos interesaba esta irreverencia para escribir que siempre ha tenido, ideal para abordar el trabajo de Ruth Rodríguez y el Güichos Bar. Hubo un par de casos en el que los artistas nos sugirieron; por ejemplo, Alejandro Cartagena propuso invitar a Shana Lopes, curadora de fotografía del MoMA San Francisco, con quien lleva tiempo colaborando.

¿Tuvieron decepciones? ¿Hubo renuncias que tuvieran que hacer?

MM: Es inevitable. En cualquier proyecto de esta naturaleza quedan en el archivero ideas, planteamientos, problemas y autores. De manera muy específica, me hubiera gustado integrar a Daniela Rossell con su emblemática serie Ricas y famosas, una parte importante del proyecto fue realizado en Monterrey, nos parecía idónea, tuvimos conversaciones, pero sigue siendo un proyecto doloroso, conflictivo y extraordinario, y ella tomó la decisión de retirarse.

AR: Se nos quedó en el tintero, por decirlo de alguna manera, una sala introductoria que en un principio habíamos propuesto. Era una microcolectiva de aquellos artistas que abordan el tema de la ciudad, y que quizá tenían pocas fotos pero que valía la pena integrar, tal es el caso de los Once. Por cuestiones de espacio no la pudimos hacer; sin embargo, Mauricio y yo la tenemos muy presente, porque fue el inicio de nuestra investigación. A lo mejor, en el futuro, encontramos un lugar donde mostrarse, quizá en la Fototeca… No lo sabemos aún, pero sí nos gustaría darle continuidad al tema.

"Carpoolers", 2011-2012. (Foto: Alejandro Cartagena)
"Carpoolers", 2011-2012. (Foto: Alejandro Cartagena)

Esta exposición es muy importante, su huella va más allá del catálogo o del homenaje-rescate a Aristeo Jiménez, ¿están satisfechos? ¿Qué se llevan?

MM: Ariadna y yo trabajamos muy bien en este proyecto justamente porque sintonizamos y compartimos estas preocupaciones de carácter social, y también porque nos interesa fortalecer diálogos a través de los discursos que estos autores han construido a lo largo de muchos años. Para mí lo más relevante es tocar esos puntos que abren muchísimos horizontes para seguir explorando estas realidades complejas en el espacio-museo que, insisto, es el territorio apropiado. Se debe trabajar para convertir al museo en una plaza de conversación, un ágora de intercambio de ideas a partir de una exposición como ésta.

AR: Una de las motivaciones principales para trabajar en esta exposición fue la oportunidad de desnaturalizar la mirada de las personas respecto a problemáticas sociales y territoriales que no quieren ver o que no queremos ver. Si esta exposición contribuyó a que al menos una persona pudiera mirar las montañas de una manera distinta y decir: “sí, les está pasando algo”; si pudiera voltear a ver al río Santa Catarina y entender que tenemos un problema, nuestro trabajo está cumplido. El reto de realizar en esta exposición fue que las personas pudieran habituarse, más bien deshabituarse, a ver estas problemáticas como algo que es una consecuencia de cómo vivimos. No es una exposición que plantee soluciones, sino que busca que las personas piensen en una posible solución. Es una exposición que te obliga a mirar el problema porque lo tienes ahí enfrente. Para mí este proyecto es un homenaje a las personas que han construido Monterrey, un reconocimiento a las personas anónimas, a los cuerpos de esos hombres y mujeres anónimos que han construido esta ciudad desde abajo y que nunca se les da ningún tipo de crédito ni se les hace ningún tipo de reconocimiento en esta fábula del trabajo, del esfuerzo y el ahorro que constantemente los regios se cuentan a sí mismos. Se piensa que esta ciudad sólo fue construida por las grandes mentes de unos cuantos hombres que regían estas familias empresariales y se da por hecho a todas esas otras personas anónimas que también han contribuido a engrandecer a Nuevo León.

***

Sin duda, Nuevo León: El futuro no está escrito es un reconocimiento a esos seres humanos que han resistido y aún resisten al margen del relato hegemónico habitando la incertidumbre. Es una muestra que merece la oportunidad de itinerar. Ojalá así sea.

AQ

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