En la era de la información, donde la digitalización pretende ser universal, la brecha digital persiste como una barrera difícil de superar para millones de personas. En México, de acuerdo con datos del Inegi, el 32% de los hogares no cuenta con una conexión a internet y de la población mayor a los seis años, el 63% no usa una computadora. Esta brecha, más allá de significar una disparidad en el a la tecnología, representa un motivo de desigualdades sociales y económicas, además de una limitación para el desarrollo individual y colectivo.
La brecha digital no solo es una cuestión de tener o no tener a la tecnología y a una conexión de internet. Implica disparidades profundas en el a la información, la educación, el empleo, la salud y la participación ciudadana. Mientras algunas personas disfrutan de los beneficios de tener , hay quienes quedan excluidos, atrapados en un ciclo de desventaja y marginación.
En el ámbito educativo, por ejemplo, las y los estudiantes sin a recursos digitales se enfrentan a una desventaja significativa en comparación con sus pares conectados. La educación en línea, que se ha vuelto fundamental en los últimos años, queda fuera de su alcance, profundizando así la disparidad en el aprendizaje y limitando sus oportunidades futuras.
Por otro lado, la brecha digital perpetúa la desigualdad económica al limitar el a oportunidades laborales y de emprendimiento. En un mundo donde la digitalización está presente en todos lados, aquellos que carecen de habilidades tecnológicas podrían encontrarse relegados a trabajos mal remunerados y precarios.
En el ámbito de la salud, la telemedicina ha emergido como una herramienta vital, pero su utilidad queda fuera del alcance de aquellos sin a internet o dispositivos adecuados. Esto deja a millones de personas en desventaja cuando se trata de cuidar su salud y bienestar.
Para abordar esta compleja problemática social es indispensable que gobiernos, empresas y la sociedad en su conjunto tomen una serie de medidas. En primer lugar debe buscarse un equitativo a la infraestructura de conectividad, incluido el asequible a internet de banda ancha en áreas urbanas y rurales. Esto podría lograrse a través de iniciativas gubernamentales que promuevan la expansión de la infraestructura y subsidios para la conectividad.
Adicionalmente es necesario invertir en alfabetización digital y en el desarrollo de habilidades tecnológicas, a través de programas escolares y de centros comunitarios. Esto no solo para preparar a las generaciones más jóvenes para el mundo digital, sino también para ayudar a cerrar la brecha existente en aquellos de mayor edad.
Asimismo, las empresas, como parte de sus iniciativas de responsabilidad social corporativa, tienen la gran posibilidad de marcar la diferencia colaborando con las comunidades en donde se encuentran, ofreciendo a oportunidades de capacitación y empleo para aquellos marginados digitalmente y comúnmente desfavorecidos.
Abordar la brecha digital no solo es una cuestión de justicia social, sino también una necesidad para construir una sociedad más equitativa.