Algo anda mal. Según los datos diarios del gobierno sobre homicidios dolosos, febrero anda en 76 diarios en el promedio, después de terminar diciembre y enero en 66 y 68, respectivamente. De hecho, según la misma fuente, no hemos visto ese promedio diario desde hace muchos meses.
Nada que sorprenda. Más de 15 años en esta ola de violencia nos han enseñado que los números dicen poco, entre otras cosas, porque sus subidas y bajadas son mínimas y apenas reflejan conflictos locales o regionales que se agravan o, después del triunfo criminal de algún grupo, se desinflan. Pero nada indica que mañana, o pasado, o en dos semanas vuelvan a estar ahí.
Es decir, los números de la violencia tienen mucho más que ver con el resultado de la guerra entre grupos criminales o entre ellos y sectores y poblaciones que con cualquier actividad del gobierno, cualquiera que éste sea.
Hay suficientes ejemplos en el país en los últimos años y lustros.
Hoy creo que la mayor muestra de inutilidad —por no decir ausencia, seré generoso— del gobierno está en Zacatecas o en Guerrero.
Me referiré al segundo estado, en particular a su capital, Chilpancingo.
El crimen se ha ensañado con el transporte público hace semanas. Se acumulan muertes producto de ataques a choferes y vehículos. La guerra no para.
Apenas el lunes el director de gobernación estatal, Francisco Rodríguez Cisneros, afirmó que “el transporte público en la capital del estado se reactivó en 90 por ciento”. Y presumió, sí, así andamos, que iban “72 horas sin hechos delictivos contra el sector”.
Esa misma noche otro ataque a una base de camionetas, un chofer muerto.
Todo esto después de que, según la gobernadora, desde hace una semana “fueron dispuestos 500 elementos de las distintas instituciones que integramos la Mesa de la Paz en un despliegue operativo sin precedentes”.
Después del ataque del lunes, la gobernadora ordenó “que otros 100 elementos se sumen a estas labores de seguridad permanentes en nuestra capital, alcanzando una fuerza de 600 guardianes del orden de las distintas corporaciones”.
La mañana del martes la mayoría de las escuelas públicas y privadas suspendieron nuevamente las clases presenciales, debido a que en la mayoría de las colonias no hay servicio de transporte.
En Chilpancingo seguirán viviendo con miedo porque lo que haga el gobierno no importa, como no ha importado.
Algo anda muy mal.