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El gigante endeudado

Históricamente, Estados Unidos ha mantenido altos niveles de deuda pública que, en este momento, se ubican en 98 por ciento del producto interno bruto. Esto coloca al país muy por encima del límite de 50 por ciento que recomiendan las sanas prácticas internacionales. A lo largo de los años, este nivel de deuda ha sido manejable para las distintas istraciones, pues la naturaleza del dólar como moneda refugio y la alta percepción de confianza en la economía estadunidense, les han permitido navegar con este modelo de finanzas públicas.

No es más el caso. El pasado viernes la única calificadora global que no había rebajado la calificación del país finalmente lo hizo. La degradación que hizo Moody’s de AAA a AA1 no fue sorpresa, pero revela una realidad: la economía más poderosa del mundo enfrenta desafíos fiscales que podrían tener consecuencias de largo alcance, a nivel global.

Moody’s justificó su decisión señalando el aumento sostenido en los niveles de deuda pública y los crecientes costos de intereses para el gobierno estadunidense en la última década. La agencia también advirtió que las medidas propuestas por la istración actual para reducir el déficit no parecen suficientes para revertir la tendencia. La deuda pública, que ya supera 36 billones de dólares, requiere una refinanciación masiva en los próximos años, lo que podría elevar aún más las tasas de interés y limitar la flexibilidad fiscal del país.

En los mercados, la reacción fue inicialmente negativa: los precios de las acciones cayeron, los rendimientos de los bonos del gobierno estadunidense a 10 y 30 años subieron y el dólar se depreció frente al euro y al yen. Al paso del día los índices se recuperaron, quizás, por los positivos reportes de ganancias de las empresas en el primer trimestre y por las expectativas del recorte impositivo que el presidente Trump está actualmente impulsando en el legislativo.

Lo que resulta más preocupante es que, si no se toman decisiones firmes, para 2035 los pagos de intereses podrían absorber casi 30 por ciento de los ingresos públicos, una carga que limitaría aún más la capacidad del gobierno para invertir en áreas clave como salud, educación o infraestructura. La proyección de que la deuda alcance 134 por ciento del PIB en ese mismo año, frente al 98 por ciento actual, pinta un escenario de creciente vulnerabilidad, sobre todo si se está proyectando que los déficits federales se amplíen y alcancen casi 9 por ciento del PIB para 2035, frente al 6.4 por ciento en 2024.

Todo esto importa, ya que la historia demuestra que cuando países con peso global enfrentan una crisis fiscal los efectos se sienten en el mundo elevando las tasas de interés y afectando a las economías emergentes que dependen del financiamiento internacional. Por eso resulta preocupante que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, señalara que Estados Unidos está en una trayectoria fiscal insostenible.

No está claro, en este punto, qué harán para cambiar esta ruta, pero si no lo hacen, las consecuencias se sentirán más allá de sus fronteras. La rebaja de Moody’s es un recordatorio de que el dinamismo actual de la economía global obliga a ser creativos con mecanismos de cobertura que dependan cada vez menos de los refugios tradicionales.

Alfa positivo. Para abril de 2025, el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) estima un aumento anual de 0.7 por ciento en el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE). Por grupos de actividad económica destaca el incremento de 1.5 por ciento en las terciarias (comercio y servicios).


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David Razú
  • David Razú
  • Economista dedicado a temas de finanzas, inversiones y previsión social. Director General de Afore XXI Banorte.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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