Política

La Famiglia y la presidenta

El poder no se comparte, punto. Esto parece que no lo entiende Claudia Sheinbaum.

Los últimos días, la presidenta de México ha tenido que hacer frente a una serie de episodios donde paga las cuentas atrasadas de su antecesor con la medicina más amarga.

Primero, el affaire con los Estados Unidos. Trump jugará las cartas de la invasión y los aranceles a partir de su popularidad y el hambre de guerra de su población. La velocidad con la que ha implementado promesas de campaña no es la más adecuada en algunos asuntos, más aun cuando personajes como Elon Musk –sedientos de poder y reflector– actúan para su beneficio personal y no para el proyecto MAGA.

Trump deberá usar esa balanza de positivos y negativos hacia las decisiones que tome en el caso mexicano, pero los actores políticos domésticos no le ayudan del todo.

Primero, Ismael Zambada dio en el clavo con su carta de la semana pasada. Sheinbaum y su gobierno deben tomar una incómoda posición frente a los Estados Unidos, ya sea en un duelo oficial o una negociación –otra más– en lo oscurito. Nadie duda que ‘El Mayo’ tenga toneladas de información sobre políticos nacionales que hayan sido favorecidos con las mieles de la corrupción y el contubernio. Lo sorprendente es cómo la presidenta no se sacudió las sospechas desde el día uno, lo que encendió las suspicacias.

A ello, agreguen el abogado Penilla y su cercanía con la llamada 4T.

Repito: no existe el delito de portación de foto prohibida y el ser abogado de un criminal –sea cual fuera– no te convierte en uno de manera automática, pero el problema inherente es la falta de proceso de veto hacia este tipo de personajes que, sumado a sus ideas de ‘pacificación’ (cercanas a una legalización del narcotráfico con reglas empresariales), terminan por general una fétida combinación.

A eso hay que agregarle la famosa ley contra el nepotismo. La política mexicana está llena de familiares y amigos de políticos en todos los partidos y en todos los gobiernos, solo revisen el gobierno actual –en cualquier nivel–, les apuesto que hay más de uno que está no por méritos, sino por amiguismo y compadrazgo, por correlación y complicidad.

Por eso, la iniciativa de Sheinabum era muy saludable pero, a la vez, muy peligrosa para los que han hecho de la política su forma de vida.

Las negativas y los conflictos comenzaron desde los cuadros más connotados de MORENA hasta dentro de las filas aliadas, como el Verde y el Partido del Trabajo.

La propuesta de Claudia Sheinbaum avanzó deslavada, presionada por los poderes fácticos que han crecido a su alrededor y sin los dientes necesarios para evitar los saltos de puestos y curules, tampoco para evitar que todos los familiares y amigos terminen en puestos satelitales o, como sucederá, que se creen dinastías para reemplazar a padres dos sexenios después.

Un despropósito.

La presidenta está sufriendo la captura de la mafia del poder actual, esa que actúa como la Famiglia italiana de las películas de mafiosos: un pacto de poder y complicidad donde hay un padrino que decide los destinos de todos.

El poder no se comparte, punto. Eso lo entiende muy bien López Obrador.


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Gonzalo Oliveros
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