
El siglo XX nos ahorraba los gestos, las sentencias en voz alta y las estentóreas carcajadas del que hablaba por teléfono por una razón muy sencilla: hablar por teléfono en aquella época, que cada vez parece más idílica, era un acto solitario que se hacía en privado, como el cagar. El teléfono estaba enchufado a una pared y quien hablaba estaba circunscrito al metro cuadrado que había alrededor de la mesilla en la que estaba el aparato. Pero con el teléfono móvil llegaron las llamadas ambulatorias, la gente empezó a sostener conversaciones mientras caminaba por la calle, con el aparato pegado a la oreja, o llamadas en diferido con mensajes de voz por
WhatsApp, una modalidad que trastocó la estampa del , que pasó del teléfono pegado a la oreja, como lo habíamos visto siempre, al aparato sostenido frente a la cara, en plan bandeja, para hablarle a los agujeritos que tiene el teléfono en el flanco inferior.
El acabose llegó con la irrupción de los AirPods porque, a partir de entonces, las conversaciones, al ser con las manos libres, incluyen ademanes y teatrales gesticulaciones, además de la viva voz, del impúdico monólogo a todo volumen, que se tolera como si fuera una cosa normal. La llamada telefónica que antes se hacía en soledad, hoy es una de las formas del exhibicionismo. ¿Qué nos quiere decir quien habla por teléfono a gritos por la calle?, ¿me estoy comiendo el mundo desde este telefonito?, ¿yo tengo con quien hablar y tú no?, ¿hoy sostengo una llamada pero igual mañana me da por cagarme en este adoquín?
¿Qué cosa tan importante tendrá que conversar esa gente que habla a gritos, con el gesto serio y el ceño fruncido? Nada: ese señor cuyo performance indica que va hablando con la presidenta de la República, en realidad va hablando fruslerías con su primo o con su tía.
El uso de los audífonos ha variado, para mal: la persona aislada del mundo que oye música para sí misma, se ha convertido en una persona, también aislada del mundo, que emite ruido, visajes, manoteos, muecas y mohínes: una estruendosa y ridícula toxicidad.