En una fiesta de barrio, en una combi camino a la escuela o como fondo de una carne asada entre amigos, los narcocorridos suenan con frecuencia entre adolescentes y jóvenes en distintas partes del país. Para ellos, no se trata de rendir culto al crimen ni de replicar sus historias, sino de apropiarse de un sonido que forma parte de su cotidianidad.
Como MILENIO explicó en entregas anteriores, la popularidad de los corridos tumbados en la actualidad responde a múltiples razones: una nueva estética visual, plataformas que impulsan el subgénero y mezcla con otros ritmos como el trap.
Sin embargo, desde los gobiernos y ciertos sectores sociales, persiste la idea de que este tipo de música es peligrosa, que incita a la violencia o promueve la vida criminal. ¿Qué ocurre realmente con quiénes consumen este contenido señalado por glorificar al crimen organizado?
¿Por qué los jóvenes escuchan narcocorridos?
El Dr. César Jesús Burgos Dávila, profesor e investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), explicó en entrevista para MILENIO que el consumo de los corridos no es nuevo.
Recordó que entre 1970 y 1980 los Tigres del Norte tuvieron un gran éxito. Toda la estrategia de marketing estuvo dirigida a una población juvenil, refirió.
Actualmente, factores como las redes sociales —donde los artistas pueden tener mayor cercanía con el público—, la estética —elementos visuales que son importantes para las juventudes—, el contexto social y el cambio de ritmos han ocasionado que el subgénero esté en una nueva etapa de apogeo.
"Puede ser que algún joven le guste la forma en la que se narra la historia de algún personaje o que se haga referencia a algún lugar o condición de vida que puede ser muy similar al de quien lo escucha.
Tiene que ver a veces con las fiestas, con las relaciones de pareja, con la dimensión afectiva-emocional o simplemente con los relatos".

No es lo mismo consumir narcocorridos en Culiacán que en CDMX
Al respecto, el también coordinador del Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia, de la Facultad de Psicología de la UAS, señaló que no es lo mismo consumir corridos tumbados en Culiacán —bastión del Cártel de Sinaloa—, que en zonas donde los estragos del crimen organizado no son tan evidentes y constantes.
"Es una escucha a la distancia. (...) Yo recuerdo, hace muchos años, estábamos haciendo turismo en una región en los Altos de Puerto y en una de esas combis que mueven turistas estaban escuchando un corrido de Ovidio Guzmán. Directamente fui y pregunté: Oiga, ¿usted sabe quién es esta persona? ¿Sabe qué es lo que pasó? ¿Usted sabe qué fue el Culiacanazo? No sabía", recordó.
Indicó que todas las narraciones, personajes y acontecimientos que se escuchan en narcocorridos siempre estarán contextualizados.
"Es una música que se inserta y que forma parte de muchas prácticas de socialización: para manejar, para ir a una fiesta, para transitar en el camión, para ambientar un puesto en el mercado. Esta es música, digamos, que forma parte de nuestro paisaje sonoro".

Escuchar narcocorridos no incita a la violencia: el estigma
El debate sobre los narcocorridos se ha centrado, durante los últimos meses, en que este tipo de música glorifica a los cárteles de la droga e incita a los jóvenes a buscar un estilo de vida similar.
Sin embargo, el Dr. Burgos Dávila refiere que asumir que el narcocorrido impacta psicológicamente, únicamente incide en la patologización de su consumo.
"Estaríamos reforzando un discurso que estigmatiza y criminaliza ciertos consumos y ciertas prácticas culturales. Es lo que estamos viendo ahora".
Explicó que, como ha ocurrido históricamente en otras esferas—como la de los videojuegos—, la industria del entretenimiento capitaliza la violencia.
"La música pasa de este acontecimiento doliente a una dimensión, digamos, festiva; de ocio, de entretenimiento. Siempre ha habido una preocupación por lo que las juventudes consumen y la forma en la que esos consumos puedan modificar en algún punto su comportamiento o sus pensamientos".
En esa línea, señaló que los corridos tumbados están presentes en la vida cotidiana de las juventudes, pero no necesariamente tienen un impacto en sus acciones.
"No se puede establecer una relación causal. Desde mi punto de vista y de estudios de narcocultura, en las motivaciones de ingreso y de participación de jóvenes en el narcotráfico, el narcocorrido no es uno de los elementos centrales. Existen otras condiciones que motivan: la precarización, la vulnerabilidad, la educación, la familia...".

La censura de los narcocorridos no ha funcionado históricamente
El Dr. Burgos Dávila indicó que la censura o prohibición de los narcocorridos no ha sido efectiva para disminuir su consumo.
"La historia de la censura al narcocorrido en México se remonta a 1987 en Sinaloa y se propuso con una intención muy específica, disminuir la producción de drogas, invisibilizar el narcotráfico y la figura de los narcotraficantes en los espacios mediáticos, promover una cultura de la paz y promover ciertos valores favorables para las juventudes.
En perspectiva, ni ha disminuido la producción de tráfico, ni ha disminuido la visibilidad del narcotráfico y de los narcotraficantes. Entonces, es una política que no ha tenido los efectos esperados".
Recordó que, durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), el gobierno federal adoptó una política de censura frontal y directa contra el narcotráfico, lo que a su vez llevó a la cancelación de presentaciones de artistas de corridos.
"La estrategia no es prohibir, porque el efecto de esto es que todos salen ganando: los actores políticos venden la idea de que están haciendo algo para resolver la violencia; la industria discográfica incrementa el número de reproducciones y popularidad; y las juventudes continuarán encontrando espacios o formas en donde puedan seguir escuchando este tipo de música".
Escuchar críticamente: una alternativa a la prohibición de narcocorridos
Para el Dr. Burgos Dávila, una alternativa viable a la política de censura sería la práctica de la escucha.
"Tenemos que sentarnos a escuchar estas canciones de manera reflexiva, de manera crítica. Reconocer que el narcocorrido puede ser un dispositivo para discutir lo que ahí está. ¿Por qué? Porque no hay un espacio que le haga frente a toda esta narrativa que se construye desde la industria discográfica".
Refirió que, al escucharlos, se podría reconocer el problema; tal como ha ocurrido en los últimos meses.
"Vamos pensando en cómo se pueden desarticular estas narrativas o pensarlas de forma crítica para que estos consumos no sean pasivos, pueden ser consumos reflexivos que propicien otro tipo de posicionamiento".
"Pero si se prohíbe, se esconde, pues lo que se hace es que también se niega la realidad. Evidentemente muchas de estas narrativas históricamente ponen en jaque al gobierno, hablan de la apología al crimen y el gobierno no queda muy bien parado en esas narraciones".
Mientras tanto, el gobierno actual apuesta por la resignificación de este subgénero musical.
RMV.