El tranvía que no paraba nunca (Cinosargo/ Marginalia/ Sauvage Atelier), cuyo nombre se atribuye sin dobleces a la noción de obra inacabada de Malcolm Lowry, es en realidad tres libros en uno: “Crímenes y fantasmas”; “Criminales fichados, criminales cifrados”; “La ceremonia interminable. Muertos y pesadillas”, unidos por el hechizo adictivo que provoca el género policial y sus alcances extraliterarios. Conforman un solo cuerpo, aunque cada uno parece gobernado por un humor distinto al de los otros.
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A salto de mata, porque más la vemos guiada por la simpatía que por el deber académico, Marina Porcelli va de François Villon a Conan Doyle; de Chester Himes, condenado a veinte años de prisión por robo a mano armada en 1928 y creador de una obra literaria que transmite la desesperación de la convulsa sociedad negra de Estados Unidos, a Krystian Bala, un ave rara para los lectores en lengua española y autor de una novela (Amok) en la que lleva a la ficción el crimen de un empresario polaco —perpetrado por él mismo en agosto del año 2000 y por el cual fue hallado culpable—; de Cervantes a las pioneras del thriller noir y, por encima de todos, y por obligado tributo, a Edgar Allan Poe, el santo patrono de los detectives que son pura racionalidad frente a la caída del orden ético y judicial.
Ofreciendo intuiciones, más que sentencias, Marina Porcelli se mueve con soltura, y erudición, por estos territorios mudables para concedernos una asombrosa revelación precedida por un gran signo de interrogación: en “Los crímenes de la calle Morgue”, el cuento fundador de Allan Poe, ¿no está acaso el feminicidio como detonante y prueba de “la violencia de los varones hacia las mujeres, de la maquinaria social y de las condiciones en las que las matan?” Así, pues, ¿podemos deducir que el género policial nació de la representación de un fenómeno que, a mediados del siglo XIX, era apenas una nota al pie de página en el libro de la infamia?
Estas consideraciones provienen de “Crímenes y fantasmas”, el primero de los tres actos de El tranvía que no paraba nunca. Confieso, sin embargo, que, después de este recibimiento, tan seductor y apasionado, la veta sociopolítica y psicoanalítica de los dos actos siguientes solo me trajo un vacío irreparable. ¿A dónde se fueron los heraldos negros del crimen?
El tranvía que no paraba nunca
Marina Porcelli | Cinosargo/ Marginalia/ Sauvage Atelier | México | 2025
AQ