Tendría unos 10 años. Como cada año, pasaba mi verano en el rancho, un paraíso localizado entre Yanga y San Juan de la Punta, dos pueblitos veracruzanos al paso de El Camino Real, aquella vereda que durante siglos fue la ruta principal entre Veracruz y la Ciudad de México; esto es, entre la Nueva España y Europa.
Ese domingo era de fiesta. Toda la parentela, varias decenas de personas, nos trepamos en la caja de un camión de carga. Luego de un buen rato de terracería bajo el sol, llegamos a una poza, una micro laguna al fondo de una cañada de uno de los brazos del Rio Jamapa que bajaba el agua del Pico de Orizaba hacia el Golfo de México.
En cuestión de minutos las tías, los tíos y multitud de escuincles bajamos con todo y ollas, cazuelas, cajas de cervezas, algunas botellas de Jarochitos y bolsas de mecate tejido llenas con otro montón de ingredientes e instrumentos para cocinar.
Sin mayor protocolo, los tíos arrojaron varias bolsas de cal a ambos extremos de la poza, mientras todos los demás nos metíamos al agua, felices y gritones, con bolsas del mandado que usamos para "pescar" langostinos, anguilas y cuanta criatura marina salían a la superficie para evitar el envenenamiento y terminar en tremendo caldo de mariscos.
Pienso que con esos antecedentes ecocidas no debería sorprenderme por lo que hoy me toca atestiguar. Pero sí.
Imagino a míster Trump y sus amigotes jugando a la ruleta rusa con los mercados financieros del mundo. En una grotesca parodia bíblica sale al jardín sur la Casa Blanca a presentar su Tabla de los Aranceles y, en menos de una semana, los grandes mercados financieros del planeta registran pérdidas por cerca de 10 millones de millones de dólares. Y luego, confrontado con el muro de la realidad, desde su olimpo junto al Potomac, descarga otro relámpago que congela por 90 días su castigo comercial, provocando "alivio" y ganancias de otros millones de millones para un puñado de "afortunados".
Río revuelto, ganancia de pescadores, reza el refrán. Las grandes crisis, no como catástrofes que nos caen del cielo ordenadas por un dios rencoroso y cruel, sino como creación humana, generalmente producto de la ambición y el egoísmo de los más poderosos. Las crisis como brutales ajustes a los balances de poder. Las crisis como oportunidades.
Lo dicho: estos tiempos interesantes forman parte de un cambio de era. El burdo intento de regresión a la Pax Americana post Segunda Guerra Mundial como preámbulo de un relevo imperial --¿China sustituirá a Estados Unidos como imperio dominante?-- o, quizás peor, el inicio de un largo periodo de decadencia en el que unos pocos lo tendrán todo mientras el resto quedaremos a merced de la famosa Ley de la Selva.
El hecho es que, como síntoma, Trump representa un quiebre histórico casi imposible de descifrar. A tres meses de su estruendoso arribo, la gran mayoría de los gobiernos han respondido con miedo e incredulidad. Sus respuestas fluctúan entre tibias protestas (Canadá y algunos países europeos) y franca sumisión (El Salvador, Argentina y muchos otros). Hasta ahora, el mayor repudio ha surgido desde la propia sociedad estadounidense.
Caso especial el de México, probablemente la nación con la relación comercial, económica y social más estrecha con Estados Unidos. Para decirlo en pocas palabras: sin las exportaciones hacia el norte, la economía mexicana sufriría un retroceso, de un día a otro, de décadas. Por el otro lado, sin la industria automotriz "mexicana", desde hace tiempo empresas como Ford o General Motors habrían desaparecido. Y lo más importante: sin la inmigración de origen mexicano, la decadencia demográfica Americana sería innegable.
De cualquier modo, el balance de fuerzas difícilmente podría ser más disparejo. Mientras los suyos despliegan drones y buques de guerra que, sin disimulo, apuntan hacia el vecino del sur, el señor Trump se da el lujo de dar palmaditas verbales a nuestra presidenta, con A.
En tanto el príncipe De la Fuente mira desde la torre frente a La Alameda Central, como la agenda binacional queda reducida a solamente dos ejes, los aranceles y el fentanilo. En ese mismo tablero, el gran operador del acercamiento con China de los últimos años aprovecha el pasmo de los demás para pretender borrar el pasado y, al mismo tiempo sumar aliados en su abierta carrera hacia el 2030.
Más o menos lo mismo sucede en la arena de la "opinión pública", donde se desvela una feroz lucha por posiciones (y presupuesto) entre las camarillas de la izquierda alguna vez aliadas con el neoliberalismo y la "nueva izquierda" que hoy es neopopulista.
En ese contexto, desde Palacio intentan ganar tiempo, quizás con la esperanza de que la purga liberadora llegue desde el norte con los expedientes sobre la complicidad oficial con el "narcoterrorismo" que, sin duda, se están construyendo desde las cloacas del poder al norte de la frontera.
¿Y la oposición? Bien, gracias. En lo suyo, que en este caso es esperar al retroceso de la marea nacionalista, a que el peso del estancamiento económico y el resentimiento de los muchos millones de damnificados que dejará el huracán Trump se transformen en una nueva ola de cambio en las preferencias ciudadanas. Más o menos como fue el caso con AMLO de 2006 al 2018.