Hay batallas visibles, muy visibles, como la que mantiene la Presidenta, casi a diario, frente a las medidas hostiles de Trump y de su gobierno respecto a México. Hay otras, menos visibles, pero no por eso menos importantes, y una de esas es la que se está librando en las elecciones municipales de Veracruz. No es que en ese estado la oposición haya despertado de su letargo, ni mucho menos, es que Morena enfrenta en varios de esos municipios una competencia que podría definirlo de cara al futuro.
La presidenta Claudia Sheinbaum y la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, decidieron ir en contra del nepotismo sin esperar a que entrara en vigor la ley votada por el Poder Legislativo. En Veracruz, por primera vez, dejaron fuera de las candidaturas a los aspirantes que tuvieran algún parentesco con los presidentes municipales salientes. Algunos ejemplos: en Hueyapan y en Chinameca, donde se esperaba que fueran como candidatos los hijos de los actuales presidentes municipales, el partido optó por dejarlos fuera. Más interesante aún, en Tatahuicapan, el hijo del presidente municipal, Eusebio González Hernández, Vladimir González Martínez, se había inscrito para ir de candidato de Morena, pero como no lo dejaron, ahora va como candidato del Partido del Trabajo. Lo mismo pasó en Amatlán de los Reyes, donde la esposa del actual presidente municipal está compitiendo también por el PT. Y en el Espinal, la esposa del actual presidente municipal decidió ir por el Partido Verde. Cito sólo estos casos, pero el impacto en las candidaturas por la prohibición del nepotismo fue significativo.
Hay que decir que, en Veracruz, hay muchos municipios que han sido gobernados durante lustros, y hasta por décadas, por una sola familia (ver Tantoyuca, Cosoleacaque o Acayucan). Primero fueron priistas y panistas, luego empezaron a cambiar de partido con extraordinaria facilidad, todo, con tal de no dejar de ser los mandamases locales. Han contado, para ello, con la complicidad de varios partidos políticos que, con tal de ganar una elección, están dispuestos, incluso, a instaurar un poder local cuasi hereditario. Por eso, el PT optó, en esta ocasión, por no ir en coalición con Morena, para apostar por los hijos, las esposas y los papás de los presidentes municipales salientes. Confían en que los presidentes municipales van a movilizar a la gente en favor de sus familiares, aún a costa de derrotar al partido al que pertenecen y que los postuló.
En los resultados de estas elecciones se verá si Morena tiene la fuerza como partido nacional de imponer una medida como esta y si sus seguidores responden al partido y a la Presidenta, o a sus caciques locales. No es poca cosa. Estamos frente a una disputa fundacional del nuevo partido hegemónico. ¿Va a ser Morena la suma de caciques municipales y estatales, o una institución con liderazgo nacional? (Y si es nacional, faltará definir si el eje se mantendrá en el partido o en la Presidencia de la República).
Ignoro si en 1933, cuando Plutarco Elías Calles mandó a las Cámaras la reforma prohibiendo la reelección de diputados y senadores, se entendió a qué punto eso iba a determinar el peso relativo de lo nacional y lo local, a lo largo de todo nuestro siglo XX.
Ignoro si se está calibrando el significado que tenga para el futuro de este partido, y para el país, el desenlace de Veracruz. _
Con información de: Samuel Adams