Si tuvieras que echarle así un número, no me des nombres, ¿a cuánta gente has matado? ¿Entre cero a 100? ¿Cero a 50?”, pregunta Saskia Niño de Rivera a Héctor “N”, El Bart, encarcelado en Santa Martha Acatitla por el intento de homicidio al periodista Ciro Gómez Leyva en 2022. “Quince”, responde; “¡nombre! Más, la verdad, sin nombre, no me des nombres”, insiste la directora de la asociación Reinserta; “más de 20”, confiesa.
Apenas un fragmento de la entrevista que realizó para su podcast Penitencia fue difundido la semana pasada, y esos minutos fueron suficientes para exhibir la normalización de la violencia y el morbo que ésta genera.
El video muestra a El Bart como el protagonista de una historia fascinante, un close up a su rostro tatuado, sonriente y sin mostrar el más mínimo remordimiento.
Saskia, más que un ejercicio periodístico, parece que tiene una conversación con un amigo, y lo cuestiona con una sonrisa disimulada en un intento de generar simpatía con su entrevistado, pero que frivoliza sus acciones delictivas en un país que no puede pasar un día sin contar balaceras y homicidios.
Y así es para El Bart, el atentado es un trabajo más en el que falló y cree que no estaría en la cárcel si el objetivo no hubiera sido uno de los comunicadores más importantes de México. Y quizá tiene razón, porque él mismo recuerda que se han matado a periodistas y no ha pasado nada, y por ninguno de esa veintena de asesinatos que se adjudica es procesado.
Las declaraciones de El Bart muestran la frialdad con la que pueden conducirse los sicarios, pero su difusión, y la manera despreocupada con la que Saskia lo aborda, alimenta la banalización de la violencia y la narcocultura cada vez más enraizada en México.
Hay que cuestionar cuál es el verdadero valor de estas entrevistas a delincuentes confesos, qué aportan a la opinión pública y cómo pueden utilizarse para generar un cambio, o si solamente contribuyen a la revictimización y al enaltecimiento del crimen organizado.