Cuántas veces en una sobremesa nos hemos quejado del gobierno? De la inseguridad, la economía, la corrupción, los abusos, y se termina la conversación con un mal sabor de boca y la resignación de que todos los partidos son lo mismo.
La gente de Cherán, Michoacán, decidió hace catorce años quitarse ese malestar y sacar a los institutos políticos de su dieta. Desde 2011, la población purépecha se rige bajo la norma de usos y costumbres, y eligen a sus autoridades locales de forma autónoma cada tres años a través de una asamblea general colectiva.
No solamente se deshicieron de los políticos, sino que lograron expulsar a grupos delictivos y detener la tala ilegal, prueba de que ambos funcionaban con la complicidad de las autoridades anteriores. Los homicidios, las extorsiones y las desapariciones dejaron de ser comunes en el municipio michoacano, uno de los estados más afectados por el crimen organizado. Ahora la seguridad corre a cargo de la Ronda Comunitaria, que tiene puestos de control en los ingresos a la localidad; procesan a detenidos por delitos menores, y los casos de crímenes graves se remiten a la Fiscalía estatal.
Cherán es un ejemplo de resistencia y autogestión. Que sí es posible cambiar al sistema de gobierno partidista por la organización ciudadana. En vez de dividirse por colores y siglas, apuestan por la integración de ideas y acuerdos a favor de la colectividad.
La transformación de Cherán ha marcado una pauta y muestra que hay alternativas. El pasado 27 de abril, Charapan y Cocucho, en Michoacán, hicieron la consulta ciudadana, y aunque decidieron mantenerse en el sistema partidista, el ejercicio en sí fragmenta la imposición política y deciden su forma de gobierno. El 18 de mayo, Bolaños, Jalisco, hará lo mismo.
El municipio al norte del estado, con una importante población wixárika, sufre el dominio del crimen organizado, la falta de servicios básicos de calidad y la explotación de sus recursos. Sin la atención que necesitan de quienes los gobiernan, ahora decidirán si siguen el ejemplo de Cherán y dejan de comerse a los partidos políticos en la sobremesa.