Pasamos el verano más fresco del resto de nuestras vidas. Y eso es ser optimista.
Mayo de 2024 ha sido el más caluroso en la historia del país, con una temperatura media de 27 grados, la más alta desde que comenzaron los registros oficiales del Servicio Meteorológico Nacional en 1953; en la segunda y tercera ola de calor, que duraron 11 y 16 días respectivamente, se llegó a los 45 grados en algunas regiones. En total, 24 de las 32 entidades del país experimentaron el “mayo más cálido” dentro de sus respectivos datos históricos.
El calor lo sentimos todos, pero no todos lo vivimos igual.
Quienes más padecen las altas temperaturas son los que deben tomar el transporte público en pleno mediodía, vendedores ambulantes, personas en situación de calle, que viven en zonas con servicios de agua o luz deficientes, o en una condición de vulnerabilidad. Entre ellos están las 125 muertes y más de dos mil casos de golpes de calor que se han registrado desde marzo de este año en el país.
Este sector es el que paga las consecuencias de la falta de ordenamiento urbano, la corrupción detrás de desarrollos y proyectos de construcción a costa de áreas verdes, y la poca o nula regularización de las industrias contaminantes, mientras que los que están detrás de todas esas decisiones simplemente encienden su aire acondicionado, se refrescan en la alberca o se van de vacaciones a las montañas.
Ya estamos en un punto crítico en el que no podemos seguir priorizando el crecimiento económico sobre el cuidado ambiental. La organización World Weather Attribution estima que el cambio climático generado por actividades humanas contaminantes ha hecho que sea 34 veces más probable que se den estas olas de calor mortales en norte y centroamérica.
De acuerdo con el reporte del segundo Barómetro de Transformación Ecológica de la empresa española Veolia, 78 por ciento de los mexicanos se sienten expuestos y vulnerables a un riesgo vinculado a estas problemáticas ambientales; 26 por ciento duda que todavía haya posibilidad de revertir el daño, y 11 por ciento está convencido de que ya es demasiado tarde.
Y más allá de las acciones que podamos tomar en lo individual para minimizar las afectaciones, lo realmente urgente, y que pudiera marcar una diferencia significativa, es que el gobierno y las grandes corporaciones tomen medidas radicales a favor del medio ambiente, y nosotros, como ciudadanía, asumamos la responsabilidad de exigir y vigilar su cumplimiento, de otra manera, eventualmente, el golpe nos va tocar a
todos.