Con estupor e incredulidad el mundo vio como el pasado viernes la nueva istración de la Casa Blanca rebasaba un límite más dentro de los muchos que ya había rebasado en estas primeras y frenéticas semanas. Un encuentro ríspido y tenso entre Volodímir Zelensky, Donald Trump y J.D. Vance, puso a Ucrania y de paso a Europa contra las cuerdas. Sería muy ingenuo suponer que a lo largo de la historia no ha habido gritos y jaloneos en los encuentros de líderes, lo usual es que esto suceda a puerta cerrada, la novedad ahora fue verlo en vivo y en directo. El estilo Trump se apropio también de la diplomacia estadounidense que siempre se había caracterizado por guardar ciertas formas.
Aunque para muchos fue shockeante ver tal espectáculo en la Sala Oval, lo cierto es que dada la naturaleza y personalidad de Donald Trump, no resulta tan sorpresivo este despliegue de teatralidad puesto que hablamos de un político adicto a la exposición y los golpes de efecto. Una búsqueda rápida en Google o TikTok sobre el encuentro con Zelensky y cualquiera podrá constatar la forma en que, para bien o para mal, los ardides de Trump hacen lo suyo. Si esto representa o no un giro radical en la forma en que durante décadas se ha ejercido la diplomacia en los Estados Unidos, lo veremos con el tiempo.
Si algo ha quedado claro este mes y medio del ultra recargado segundo término de Trump es su naturaleza impredecible. Pero asumamos que sí, que en efecto la diplomacia estadounidense funciona ya bajo otras reglas, y si esto es así, habrá que valorar también con quien se hace esa diplomacia y entender, y esto es clave, las filias y fobias personales del presidente.
Un ejemplo de ello lo pudimos observar en su encuentro con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, la semana pasada. Está claro que Ucrania no es Francia y que Macron no tuvo desavenencias significativas en el pasado con el actual presidente de EUA, como si las tuvo Zelensky cuando en 2019 se negó a brindarle a Trump información de Hunter Biden. ¿Se entiende a dónde voy?
En lo que respecta a la aplicación de aranceles, como bien lo ha establecido la presidenta Claudia Sheinbaum, lo mejor es mantenerse serenos y no ceder a la tentación de la respuesta fácil y apresurada. El tipo de presión que suele ejercer Donald Trump, en su visión meramente transaccional de las relaciones con sus socios y aliados, busca justamente aturdir a su adversario o interlocutor. Lo que sucedió con Zelensky, que cayó en la trampa que le tendieron en la Casa Blanca y como ha terminado cediendo a las exigencias de Estados Unidos son un muestra del nuevo estilo. En la misma línea hemos visto en el transcurso de esta semana, que es muy posible que el porcentaje de los aranceles se reduzca o se busquen alternativas que los hagan menos severos.
Y aquí quiero recalcar algo importante. Si bien es cierto que Trump tiene un poder inmenso y en muchos sentidos vía libre para poder cumplir con la mayoría de sus promesas, también es verdad que por más poderoso que sea no puede controlarlo todo. Nadie puede hacerlo. Existen dinámicas políticas, económicas y sociales que tarde o temprano terminarán imponiéndose. Por otro lado, no sabemos hasta que punto la estrategia de generar incertidumbre cada 5 minutos le será redituable, para él y para su base, y si bien por ahora parece que tiene el control absoluto del aparato estatal de su país, hay que recordar que en 18 meses habrá elecciones intermedias y en política todo puede pasar.
Será muy interesante atestiguar el desarrollo de este segundo mandato de Donald Trump y ver como sus aliados, socios comerciales y enemigos se van adaptando o no, a los nuevos tiempos. La política se ha convertido en una jungla aún más voraz y hostil, será la prueba de fuego para ver quién, en el más puro sentido de la evolución, logra adaptarse y sobrevivir.
En lo que respecta a quienes analizamos el acontecer político, me parece que la mesura y la contención ante cualquier pronóstico serán reglas de oro, sobre todo porque nuestra nueva realidad cambia con una rapidez, que quizá mientras escribo estas líneas el panorama ya sea otro. El torbellino Trump así lo quiere y por ahora le ha funcionado. Vamos a ver hasta dónde puede estirar la liga.